Reflexiones sobre «Dios»


Al decir Dios, ¿qué afirmas, qué cuestionas, qué niegas?

Introducción: ¿Qué decimos de Dios?

Somos muchas/os, y aumentamos de manera imparable, quienes en las últimas décadas nos hemos visto empujadas/os a un profundo éxodo mental y espiritual. Todo un imaginario y una teología milenaria, todo un andamiaje religioso de creencias, prácticas y vínculos institucionales profundos se nos han ido derrumbando. No pocas personas se sienten huérfanas de eso que llamaban Dios. ¿No sería éste nada más que una imagen, un constructo mental? ¿O el constructo mental que se derrumba sería tal vez solo un indicio pasajero de lo real indecible que es en todas las formas y que a la vez las trasciende?

Las páginas que te ofrecemos son un sencillo testimonio del diálogo que mes a mes hemos mantenido en torno a esta pregunta: “¿Qué dices de Dios?”. Evidentemente, nuestras respuestas son muy distintas, no únicamente en el género literario en que están formuladas – unas son más teóricas, otras más testimoniales –, sino también en las experiencias personales y en las interpretaciones de fondo que expresan. Las diferencias e incluso las contradicciones no solo son inevitables, sino que también pueden resultar sanas y fecundas, y creemos que así es en nuestro caso. Por ello, hemos preferido recoger las respuestas redactadas por cada miembro del grupo a las 7 preguntas, más bien que ofrecer una síntesis conjunta en la que inevitablemente se perdería la riqueza de los matices, de las diferencias o incluso de las contradicciones. Antes de abordar las cuestiones concretas sobre las que queríamos conversar, nos pareció necesario establecer una especie de marco general de convicciones básicas que compartimos. Las resumimos en las cinco que siguen:

1) Dios es un término radicalmente equívoco, que expresa cosas no solo distintas, sino también opuestas. Y, lógicamente, el equívoco del término Dios (Theos en griego) se proyecta sobre todos los derivados de él: teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo… El equívoco radical vuelve el debate aun más necesario.

2) Ninguna/o de nosotras/os, tampoco quien reconoce la realidad de Dios, concibe la existencia de un ente supremo, omnipotente, creador extrínseco del mundo a partir de la nada.

3) Sea cual fuere nuestra posición sobre el sentido o la conveniencia del uso del término Dios, todos/as nos sentimos libres de cualesquiera dogmas y creencias religiosas en relación con él.

4) Entendemos que el lenguaje propio para expresar la realidad indecible / inasible a la que se refieren con el término Dios quienes lo utilizan, es el símbolo o la metáfora, siempre un acto de la razón en coherencia con la ciencia.

5) Todos/as compartimos también la convicción de que la palabra y la praxis – al igual que el pensamiento, el sentimiento y la acción – se implican mutuamente y son, por lo tanto, inseparables, como en todos los ámbitos de la vida.

Estos diálogos han sido para nosotros/as un ejercicio de profunda libertad personal y de exquisita tolerancia mutua. No hemos eludido el debate teológico. Sobre todo, no hemos eludido la vida, nuestras raíces y trayectorias más personales, aquello en definitiva que hoy sigue alentando nuestra confianza última, inspirando nuestro compromiso por la humanidad entera y por la comunidad de todos los vivientes.

Y estos diálogos inseparablemente reflexivos y vitales han sido para nosotros/as tan fecundos, que nos ha parecido que también para otros podrían ser útiles. Por eso te los hacemos llegar, autorizándote a compartirlo a quien consideres oportuno.

¡Gracias, amiga, amigo, por compartir nuestra búsqueda vital profunda! Recibe nuestro saludo más cordial y fraterno.

Berta Muñoz (Andalucía)
Emma Martínez Ocaña (Sevilla)
Gerardo González (Santiago de Chile)
José Arregi (País Vasco)
Santiago Villamayor (Zaragoza)
Tony Brun (Washington DC)
Berta Muñoz (Andalucía)
Emma Martínez Ocaña (Sevilla)
Gerardo González (Santiago de Chile)

CUESTIONARIO

¿Qué entiendes por Dios?

Un mero constructo mental/cultural humano.
La Realidad Fontal, el ser o el Fondo de cuanto es.
Todo en todo y nada de nada.

¿Por qué existe lo que existe?
Dios es la “energía originaria”.
Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital.
La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué.

¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”, “Nosotros”?
Dios no es menos que Yo, Tú, Nosotros.
Son elucubraciones vacías y engañosas.
Son formas antropomórficas de decir la realidad.

¿Tiene sentido la oración en cualquiera de sus formas?
Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz.
Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.
Decir a fondo la vida y todo lo real – en forma de acción de gracias, llanto, súplica… – es humano y transformador.

¿Pueden aún inspirarnos los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios?
Sí, a condición de que se lean como metáforas libres.
No merece la pena volver a unos textos.
Sólo vale el relato científico.

Teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo, panenteísmo, teoempantismo…:
Con cuál de estos términos te sientes más identificad@?
No es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz Dios (theos)

¿Puede aún valer el uso del término Dios?
En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios. Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice.
Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso.

––0––

1. ¿Qué entiendes por Dios?
– Un mero constructo mental/cultural humano
– La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es – Todo en todo y Nada de nada

BERTA MUÑOZ

Responder a esta pregunta me produce emoción y un profundo respeto porque sinceramente yo no entiendo a Dios ni a nada por Dios, simplemente lo vivo como el Fondo de mi verdadero Ser y el Fondo originario y sustentador de la realidad de la vida, de todos los seres y de todos los universos posibles.

Lo vivo con emoción porque fue bonito cuando era para mí un Padre Omnipotente al que evocar en mis momentos de necesidad, de soledad, de tristeza o de inmensa alegría a través del agradecimiento. Cuando dejé de creer en ese Dios teísta, celestial, externo a mí y a la realidad del mundo, me quedó un vacío lleno de añoranza y de tristeza, una orfandad y soledad profundas e incluso una falta de sentido y de arraigo en mi vida. Después de un tiempo largo escuchando ese silencio inerte en mi practica del Zen, un día caí en la cuenta de que ese Dios que añoraba estaba y era y es mi Yo más profundo y verdadero y el de todas las cosas. Cuando, por unos momentos, logro silenciar mi mente egoica y rumiadora sé que estoy en mi Ser, en la Presencia de mi Ser auténtico, de Eso que está en lo más hondo de mí y del cosmos… y eso me hace sentir una plenitud y una alegría serena y muy sencilla, porque he comprendido que esa Presencia no depende de mi esfuerzo sino que se da gratuitamente y, por lo tanto, es infinito Amor. Y eso me conmueve.

Y lo vivo con un gran respeto porque soy consciente de la enorme limitación que supone silenciar mi mente, parar el hábito del juicio y la rumiación y, sobre todo, soy consciente de mi absoluta pequeñez cuando me asomo al misterio de mi Ser, de la Realidad que Es. Sé que está fuera de los límites de mi mente y mi conciencia discursiva y lógica y, por lo tanto, eludo elucubrar sobre qué es Dios o qué es la Presencia, porque el camino para llegar a saborearlo es precisamente silenciar esa mente discursiva y lógica, para dejarme ser lo que verdaderamente soy y, al quitar de en medio mi ego, posibilitar que Eso, que esa Presencia se manifieste y sea mi realidad diaria y así poderla contemplar como la Realidad que Es en todo y en todos y desde ahí ponerme al servicio de la Vida.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Dios no es para mí una realidad que pueda entender o no entender, es más bien un Misterio, envolvente y estructurante, en el que de alguna manera me vivo, en el que siento, intuyo que todo ES. Quiero expresar desde algo de mi trayectoria personal porqué vivo así el tema “Dios” y desde dónde digo lo anterior.

Yo estoy muy marcada por una experiencia de amor incondicional familiar, aunque mis padres nos reprendían cuando no nos portábamos bien, yo al menos, nunca tuve la experiencia de que esas correcciones o regañinas, mermaba su amor hacia nosotros o provocaba un rechazo de nuestras personas.

Desde esa experiencia personal la imagen de Dios que ha predominado en mi vida ha sido sobre todo AMOR de Padre primero y de Madre-Padre después.

A los 22 años tuve la suerte de encontrar en mi vida al cardenal Pironio que me ayudó a acoger como verdad mi experiencia de que seguir a Jesús no era querer ser “perfecta”, ni fiel cumplidora de los mandamientos, cosa que yo no quería, sino creer como él creyó en el amor incondicional de Dios, desear tener esa experiencia profunda y ser testigos visibles de ese Dios-Amor invisible.

Ese giro de lo ético a lo místico me cambió la vida y la experiencia espiritual. Encajaba perfectamente con mi experiencia más profunda y auténtica. Yo creo que no me creí nunca, o al menos no guardo recuerdo de un Dios del miedo y del castigo, no encajaba en mi experiencia de un Dios-Amor que por otro lado tuve la suerte de escuchar con mucha insistencia en mi formación religiosa infantil y adolescente en mi colegio.

En los 10 años de mi estancia en AL mi estudio y militancia en la Teología de la Liberación ha marcado y sigue marcando mi vida espiritual. Yo ya no puedo separar mi fe y experiencia espiritual y compromiso sociopolítico. No sólo como una exigencia ética sino como deseo de hacer verdad en la historia que “somos hermanos” que pertenecemos a la misma familia, porque siento con fuerza el dolor y la indignación ante la injusticia, el maltrato, la explotación… Hoy incorporo en mi compromiso no sólo la defensa de los derechos humanos sino también la defensa y cuidado de la vida, del planeta tierra tan profundamente dañado por nuestra codicia.

En este momento de mi vida “Dios” ya no es un Padre-Madre, una “persona”, es un misterio que, aunque no sepa ponerle nombre, no puedo negar la experiencia envolvente de su presencia en muchos momentos de sentirme siendo en esa Realidad mayor que yo misma. Es como una experiencia de Unidad a veces, en momentos en los que logro acallar mi mente y poder sentir que es verdad el mantra que repito: SOMOS, otras veces en contacto con alguna realidad de la naturaleza mar, sol, aire…como siendo en esa, realidad o como trascendiéndola y dejándome impactar por su belleza, energía, vitalidad, creatividad…. Me impresiona por ej. la belleza gratuita de las flores silvestres, de los árboles…les doy las gracias por ser lo que son por estar ahí…) otras veces he sentido la fuerza de saberme humana con la humanidad, siendo humanidad que grita, protesta, ama…

Siempre me ha impactado hasta emocionarme la capacidad de amar de algunas personas que exponen su vida y muchas veces la pierden por amor, por defender la justicia, la solidaridad, por defender la tierra… En general descubrir el amor en las personas, en la cooperación de la vida vegetal, animal, en el proceso evolutivo me remite y me conecta con la Fuente profunda de esa capacidad de amar… y me produce una honda paz, alegría y aumenta en mí el deseo de amar cada vez más y mejor.

Esto que narro no son experiencias “extraordinarias” sino acontecen en mi vida ordinaria, como una atmósfera que nos envuelve, como realidad que al tiempo nos trasciende y nos estructura, algo así como Fuente del Ser, Energía sustentante y creativa de todo lo que es. Acontece y ya está.

GERARDO GONZÁLEZ

¿Qué entiendes por Dios?. José propone respuestas alternativas que iré comentando:

 “Un mero constructo mental/cultural humano” Quitaría lo de “mero”, que es peyorativo. Agregaría “histórico” y, por lo tanto, dependiente de la evolución de las sociedades humanas y sus cambiantes concepciones de mundo. 

 “La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es”. Estas definiciones no tienen nada que ver con el Dios de Jesús, en el que alguna vez creí, y no llenan ni un poquito el vacío que dejó su pérdida. Parecen ser, además, internamente contradictorias. Por ejemplo, ¿existiría acaso una “Realidad no-fontal” que emanaría de la “Fontal”? Por otra parte, no existe “fondo” sin “superficie”. 

“Todo en todo y Nada de nada” me suena demasiado metafísico. 

JOSÉ ARREGI
¿Qué digo de “dios”? ¿Cómo decirlo, pues si lo digo, ya no es Dios? Pero, puesto que somos seres de lenguaje, ¿cómo dejar de decir de alguna forma la realidad en su hondura, la realidad última de la que venimos y en la que somos?
“Dios” en cuanto significado (idea, representación, función personal y social…) es siempre un constructo cultural (personal/colectivo, mental/político). Pero Dios en cuanto referente no es constructo, se refiere a lo real irrepresentable e indecible. Corresponde más o menos a la distinción hindú entre Brahman Saguna (lo absoluto con atributos) Brahman Nirguna (lo absoluto sin atributos), o a la distinción de la Cábala judía entre Dios y el Ein Sof (Infinito) indecible, o a la distinción del Maestro Eckhart entre “Dios” (con atributos) y Divinidad (sin atributos). 

Dios (en sus diversas formas lingüísticas) es un término equívoco, quizás el más equívoco de todo el diccionario. Con el mismo término se dicen cosas muy distintas y contradictorias. De modo que afirmaciones tales como “Dios existe” o “Dios no existe”, “Creer en Dios” o “No creer en Dios”… no tienen un sentido lógicamente rigurosos sin antes aclarar a qué nos referimos con el término Dios. 

Por eso se puede decir, con el mismo Eckhart o Juan de la Cruz, que Dios es Nada (nada de cuanto podemos representar o decir). No concibo la realidad primera/última o Dios ni como algo (una entidad) ni como alguien (un sujeto), como ente supremo personal o impersonal, omnipotente o no omnipotente, exterior o interior, actuante u ociosa, ni como causa primera extrínseca del universo. Pero aun menos la concibo como mero constructo mental/cultural humano. Es lo real fontal, aunque sin entender “fuente” como algo que preexiste a lo que de ella nace sin cesar.

Para decir esa realidad primera/última recurro al lenguaje simbólico, metafórico. Por ejemplo presencia, aliento vital, alma del mundo, creatividad que es en todo cuanto es… O “fondo” de cuanto es. Pero el fondo no existe separado de la forma. “Fondo” es una forma de decir aquello a lo que los presocráticos llamaron “arjé”: no algo distinto a la forma, sino el puro y pleno ser o tal vez mejor “potencialidad” o creatividad que se traduce en forma, en todas las formas, en todos los entes; también se traduce en cerebro, mente, lenguaje… “Forma es vacío, vacío es forma”, se dice en el Sutra del corazón, un texto de referencia del budismo mahayana.

“Relación creativa” o “creatividad relacional” me parece una bella metáfora de Dios. Todo en el universo (o multiverso), desde lo infinitamente pequeño hasta la infinitamente grande, está en relación, y la relación es creativa: todas las infinitas formas –físico-químicas, vivientes, conscientes…– de la realidad emergen de la relación, son fruto de la relación en sus infinitas formas (físicas, biológicas, psíquicas…). Así, Dios podría ser concebido como la infinita red de relaciones creadoras del universo/multiverso.

El propio término “Dios” o sus equivalentes en diversas lenguas (Dieu, God, Gott, Bog…) es una metáfora del misterio, de la realidad creada y creadora en la que somos y que es en todo.

SANTIAGO VILLAMAYOR

Recojo el buen sentir popular y digo que representa lo mejor que puede decir o a lo que puede aspirar el ser humano. El ideal de bondad, justicia, belleza, fraternidad, etc. Un buen sentir sin embargo deformado en una representación doblemente errónea: por la figura, un Theos y por el modo de decirlo, descriptivamente y con fe cierta.

Dios es una creación maravillosa de la emergente conciencia a la vez que una expropiación o sublimación, que, a pesar de todas las desgracias y crímenes en su nombre, ha ido llevando a la humanidad a estados de mayor libertad y dignidad. Y a bellísimos constructos artísticos y de todo tipo. Primero sentido con fascinación y con miedo, luego objetivado en seres concretos y recientemente puesto en cuestión por el ateísmo y superado en el posteísmo.

Hoy se siente, lo siento, no como algo o alguien independiente, Espíritu, Señor, Madre o cualquier figura objetiva y concreta en el horizonte del anhelo de plenitud, sino como tal horizonte. Dios no es algo, alguien, ni dentro ni fuera de las cosas. No se defiende con una fe que se tiene como cierta ni se niega desde una razón lógica y empírica. Es más bien un símbolo, un constructo de la mejor realidad que nos mueve y alienta, la plenitud, el valor incondicional y sublime, sagrado, de todo lo que hay. Y no se entienda esto como una definición sino solo como un apuntar a una propiedad que emerge de la conciencia sin poder llegar a afirmar su existencia objetiva.

El término Dios, de profunda y extensa significación quedará siempre manco. No puede dar realidad a lo que significa y sin embargo pone en movimiento toda la potencia de la conciencia hacia su reificación. Es un constructo mental de inmensa productividad, a veces negativa. Su significación se convierte en realidad cuando se vive y se actúa conforme a ella. A base de amar llegamos a conocer, a base de confiar, la esperanza construye realidad.

Nosotros creamos al Dios que nos crea. Inventamos un Dios para así, ahora, ser mejores y darnos una vida mayor en la que nos contamos que dicho ideal es real. El símbolo pues opera para crear realidad. Esta operatividad del símbolo se debe a la seducción de la belleza, el amor que despierta y a la indefinición e incertidumbre que nos dejan en libertad. Siempre al borde del abismo, de la provocación a afirmar o negar pero solo cabe el agnosticismo del amor que es el estadio último de la conciencia antes de chocar con su limitación. El amor y el simbolismo son “madres sin padre”, es decir confianza y acción sin razón suficiente. Libertad enamorada. En este sentido teísmo y ateísmo son igualmente pretenciosos.

Nosotros creamos al Dios que nos crea en un círculo virtuoso en el que no sabiendo quién o qué es eso que nombramos, puede convertirse sin embargo, en lo más real de la vida que nos está continuamente creando y humanizando. Se convierte así en algo real, no físico, pero con más presencia que otra muchas cosas que consideramos muy reales a la par que desapercibidas como es a veces la injusticia. Lo que no vale es poner apodos a lo que no tiene nombre

Lamentablemente sin embargo la acepción generalizada de este término es la peyorativa de un Theos citada al principio. Suscita abandono y en mí una crítica severa que raya en rechazo a la religión.

TONY BRUN

Con las siguientes palabras propuestas por el compañero José Arregi, y acordadas en grupo, nos introducíamos a dialogar y debatir al respecto del tema “Dios” y también comentar sobre preguntas y posibles respuestas más concretas y opcionales pero también abiertas a nuevas respuestas:

Dios (en sus diversas formas lingüísticas) es un término equívoco, quizás el más equívoco de todo el diccionario. Con el mismo término se dicen cosas muy distintas y contradictorias. De modo que afirmaciones tales como “Dios existe” o “Dios no existe”, “Creer en Dios” o “No creer en Dios”… no tienen un sentido lógicamente rigurosos sin antes aclarar a qué nos referimos con el término Dios. Este equívoco ha acompañado al uso del término o sus

equivalentes desde su origen. El equívoco del término Dios (o de sus equivalentes) se proyecta inevitablemente sobre todos derivados de él: teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo… Ello no vuelve inútil, sino más necesario, debatir sobre Dios.”

Ante esta introducción yo me preguntaba: “¿Cuáles ejemplos podríamos mencionar de “las cosas contradictorias” que se dicen con el término Dios? El modo como está planteado este párrafo deja la impresión que habría un modo de usar el término Dios que no sería contradictorio o equívoco.

Si es un término equívoco (esto es contradictorio, y todos los sinónimos p.e. impreciso, ambiguo, confuso, dudoso, oscuro, sospechoso, reticente, anfibología, tergiversación, dilogía, doble sentido, retruécano, confusión, equivocación, error), su uso ¿no conduciría siempre a la equivocación y al error? ¿O es que hay un modo en que el término Dios se salva de la equivocación y el error? Si lo hubiera, ¿cuál sería ese modo?”

Algunas de estas preguntas, quisiera ampliar ahora con comentarios abiertos a más diálogos.

1. ¿Qué entiendes por Dios?…

Se proponían 3 opciones como respuestas posibles pero no únicas: 1) Un mero constructo mental/cultural humano.
2) La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es.
3) Todo en todo y Nada de nada.

Me adhiero a la respuesta 1) pues todo lo que se dijo o se diga sobre “Dios”, siempre es un humano que lo dice.

Las otras opciones #2 y #3 (y otras semejantes) aunque loables no son más que conjeturas. Son también constructos mentales místico filosóficas y teológicas llamando “Dios” a aquello que todavía ignoramos para desde allí impregnarlo todos los espacios del conocimiento y la ignorancia humana redundando en metáforas para intentar explicarse. Cuando ya más nada cabe, la misma y equívoca palabra “Dios” es una metáfora del Misterio. Las metáforas son buenas y son un recurso del lenguaje para ayudar a entender, pero a veces interfieren y acaban confundiendo. “No ganamos nada etiquetando nuestra ignorancia con la palabra Dios” (Jerry Allen Coyne, genetista estadounidense).

No hay ninguna evidencia sólida y seria que apoye llamar “Dios” a alguna “cosa”, “fenómeno emergente” o “algo” o “alguien”. Por supuesto, podemos conjeturar y usar la palabra“ dios”para todo y para cualquier cosa. Y aquí quiero citar al premio Nóbel de Física (y ateo) Steven Weinberg: “Algunas personas tienen una idea de Dios tan amplia y flexible que resulta inevitable que se topen con él dondequiera que miren. Uno ha escuchado “Dios es el Todo”, o que “Dios es nuestra mejor naturaleza” o que “Dios es el Universo”. [y yo agregaría “Energía originaria, Vacío cuántico, el puro Ser, Aliento originario, Misterio absoluto, Comunión, Llama de bondad” y muchas otras metáforas más]. Y dice Weinberg: “Por supuesto, como ocurre con cualquier palabra, podemos darle a la palabra “Dios” cuantos significados queramos. Si usted quiere decir que “Dios es energía” entonces lo podrá encontrar en un trozo de carbón”. (Weinberg, S. El sueño de una teoría final: la búsqueda de las leyes fundamentales de la naturaleza (Barcelona: Crítica, 2010)

Tal vez lo que Weinberg quiere decir es que deberíamos usar la palabra “Dios” de la manera en que la gente habitualmente la ha entendido. Muy pocas veces, Einstein invocaba la palabra “Dios” (no fue el único científico que lo hizo) pero eso llevó a desafortunados malentendidos y equívocos.

Más modernamente científicos como astrónomos, físicos y biólogos se abstienen se usar la palabra “Dios” aún metafórica o panenteísticamente, pues tal uso tiene una capacidad probada para confundir, pues para la inmensa mayoría de la población global “Dios” es algo o alguien sobrenatural, y esto es una confusión perniciosa.

Citando a Einstein: “Sentir que detrás de cualquier cosa que pueda ser experimentada existe algo que nuestra mente no puede captar, cuya belleza y sublimidad nos alcanza solo indirectamente…”Nosotros podemos adherirnos al sentimiento de estas palabras. No es difícil sentir el entusiasmo cuasimístico ante las emergencias maravillosas del universo macro que nos rodea y micro que nos habita. Al investigar los orígenes y complejísimos desarrollos de la realidad del universo y la vida no podemos menos que maravillarnos en la contemplación y en el conocimiento que nos ofrece. Pero nada más. No es necesario que la ignorancia sea recompensada con explicaciones sobrenaturales o místicas, las cuales aunque no se identifican plenamente con la ciencia, ni tampoco la contradicen, se esfuerzan por extrapolar sus evidencias yendo más allá de ellas, cayendo irremediablemente en lo acientífico. En lo personal, prefiero siempre el asombro de la comprensión que el asombro de la ignorancia.

Además “no captar” no tiene necesariamente que significar “imposible de captar por siempre jamás”. Hay muchas cosas que hace siglos no captábamos y no faltaban teístas, místicos, y hasta científicos religiosos que colocaban al “Misterio Dios” en aquellos “vacíos” y desde aquellos “vacíos” encontrarlo en todos los fenómenos y formas emergentes.

Que la realidad es autocreativa e imprevisible, lo sabemos; y también sabemos que es y será inevitablemente entrópica. Nos asombra las formas complejas en que la realidad se desarrolla, y más aún nos maravillamos cuando en niveles superiores de complejidad, surge algo nuevo, inesperado e impredecible. Pero llamar “Dios” a esta creatividad, es antojadizo e inútil y puede ser engañoso. (Trivers, Robert: La insensatez de los necios. La lógica del engaño y el autoengaño en la vida humana. Katz Editores: Buenos Aires 2013)

Pese a todo, algunos científicos aún persisten en llamarlo así. “Este proceso creativo de emergencia – sostiene el biólogo Stuart Kauffman – es tan asombroso, tan abrumador, tan digno de asombro, gratitud y respeto, que para muchos de nosotros es Dios suficiente. Dios, un Dios plenamente natural, es la creatividad misma del universo».

El Dios metafórico o el Dios panenteísta y poético al que algunos científicos aluden – es verdad – está a años luz del Dios Ente y Creador espiritual al que es muy conveniente adorar. Pero, la mayoría creyente de la población global es incapaz de distinguir entre uno y otro. Tal vez el mundo fuera mejor con esa confianza y reverencia panenteísta loablemente más sutil y matizada. Pero la melancólica verdad es que esa clase de creencia o sentimiento místico – “…uno de los grandes retazos que sobreviven y prosiguen existencia propia tras el estallido de la religión” escribió Alfredo Fierro ( http://www.alfredofierro.es/la-religion-en-fragmentos/) es, en números, realmente insignificante.

2. ¿Por qué existe lo que existe?
– Dios es la “energía originaria”
– Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital
– La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué

BERTA MUÑOZ

Pues la verdad es que yo no sé por qué existe lo que existe y ni siquiera sé si necesita un por qué para existir puesto que todo lo inmenso, lo inconmensurable o lo indecible, como el Ser, la Verdad, el Bien, la Belleza, la Creatividad… son porque son y creo que ni necesitan una causa ni tampoco ser efecto de ninguna causa…

Sólo puedo decir que a mí me asombra este Misterio que a veces soy capaz de vislumbrar e intuir y me ensancha el alma, es decir, cuando ese vislumbre emerge, me siento expandida, unida y hermanada con todas las cosas, me lleno de comprensión, de compasión y de cuidado por la Vida y por todo lo que me rodea. Soy más humana. Yo experimento que es una Presencia. A veces siento que es esa nueva experiencia de Dios no teísta ni externa ni como ente aparte pero, tan profunda y tan íntima, que por eso me gusta decir que “somos de familia divina”, porque intuyo que esa Energía de infinita creatividad, que se da incesante y amorosamente, es el Dios al que sigo invocando tantas veces… No sé si me confundo y sigo evocando al Dios personal que siempre estuvo en mi vida o es ese Ser verdadero que soy, que somos… No lo sé… aunque la verdad es que, en estos momentos, acepto mi duda e incluso mi posible experiencia ambivalente, porque ya no me dejo alienar por ese dios externo a mí, todopoderoso, al que me encomendaba, que veía y juzgaba todo lo que hacía y que premiaba o castigaba. Ya de todo ese lastre me he liberado y asumo mi responsabilidad de Ser y de dejar que mi Ser auténtico emerja al servicio de la Vida.

Me gusta verme y experimentarme como un instrumento de esa orquesta de la Vida que toca una melodía divina. Lo vivo como momentos de “inspiración”, por así decir, en los que, sin saber cómo, me conecto con la Vida y fluye una energía limpia, no contaminada egoicamente que incluso a mí misma me sorprende, y que me conecta y me une muy profundamente con los demás. Lo distingo muy bien de cuando actúo desde mi mente egoica, juzgadora e individualista porque siento que, en esos momentos estoy fuera de mi Ser, de la Presencia que verdaderamente soy. Cuando me doy cuenta que estoy actuando desde el ego, lo vivo como una traición a mí misma, a mi verdadero Ser, y lo que doy es producto de mi ego, con lo cual es ilusorio o fraudulento. De ahí que, para mí, tenga un profundo sentido la práctica del silencio para poder entrar en el Misterio del Ser, de la Creatividad originante o del Aliento vital.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA,
No sé por qué existe lo que existe, como todo tendrá una causa, pero si podría ponerle a Dios el nombre de Misterio del ser, Vida o sustento fontal de la vida, creatividad, Energía creativa y cooperativa, Amor fundante…Aun sabiendo que son nombres inadecuados.

GERARDO GONZÁLEZ

“Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital”. Pienso que todo misterio lo es para alguien que no logra descifrar plenamente algo que intenta conocer. Sólo hay misterio para un cognoscente frustrado o atemorizado. Pienso igualmente que Misterio adquiere sentido en el paradigma patriarcal y en el contexto de la teología negativa, en los que todo intento o pretensión de conocer algún atributo divino atenta contra la brecha ontológica radical que se supone separa al creador de la creatura, al “soberano” del “súbdito”. Por otra parte, la referencia al “Aliento vital” nos retrotrae nuevamente a la antigüedad remota y el relato del Génesis en el que Dios, habiendo modelado el cuerpo de Adán en greda, le infunde vida al insuflar su aliento por las narices. La creencia que los humanos estamos ‘animados’ por un ‘alma’ inmortal de origen divino sigue siendo una creencia compartida por multitud de creyentes por miles de años, creencia difícil (o más bien imposible) de compatibilizar con el avance en las ciencias de la vida.

“La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué.” Sólo nos consta que somos los humanos los únicos seres pensantes capaces de conferir sentido individual y colectivo a nuestro actuar. Y eso en la Tierra, nuestro minúsculo habitáculo. La pregunta original misma es de una pretensión aterradora.

JOSÉ ARREGI

Sin duda, el universo existe por algo. La cuestión es si ese algo es una causa “externa” o si el universo es eterno y autocreador.

Hace tres años se publicó en Francia un best-seller, ya traducido al español: Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución (Editorial Funambulista, 2023). Se presenta como la única respuesta racional posible a un dilema aparentemente simple y claro: “O el universo fue creado por Dios” o “el universo es exclusivamente material”. Un planteamiento más que problemático, pues el libro no examina críticamente dos cuestiones previas fundamentales y absolutamente ligadas entre sí: qué significa Dios y qué significa materia. Los autores vienen a decir: “El universo no pudo crearse a sí mismo, luego lo creó ‘dios’ ”. Es un argumento basado en dos presupuestos sin justificación alguna: un concepto “materialista” de materia que necesariamente ha debido ser creada desde fuera, y un concepto “teísta” de un dios ente metafísico y creador extrínseco. Es excesivamente simplista tanto desde un punto de vista científico como teológico.

En efecto, en lo que se refiere a la materia, solo conocemos el 4% de la materia- energía de este universo nacido del Big Bang, que no sabemos de dónde ni por qué se produjo, pero no de la nada ni por la intervención de un dios ente metafísico exterior. Cuanto más conozcamos la materia-energía de este universo, más sabremos sobre el cómo y el porqué del Big Bang, y tal vez algún día sabremos si este universo nació de otro, y aquel de otro y así sucesivamente sin fin. En cualquier caso, por lo que sabemos, el universo/multiverso es holístico; un todo formado de partes que son también un todo formado de partes y así indefinidamente. Un universo enteramente interrelacionado y autocreativo. La materia-energía originaria no sería, pues, “materialista”, inerte, contrapuesta a “espíritu”, sino dinamismo, relación, información, potencialidad, creatividad, y transcendería nuestras categorías de espacio-tiempo. La realidad “originaria” es tal vez un “Vacío cargado de información” y de potencialidad (B. Besret).

En cuanto a Dios, un ente metafísico infinito y eterno, creador de un universo espacio-temporal finito, es un postulado que la ciencia no puede ni afirmar ni negar, ni verificar ni falsar, como “demostró” Kant. Por ello, el científico podrá formular dos preguntas, las más simples e ingenuas, a la persona que cree en “dios”: 1) ¿Cómo sabes que existe? 2) Y si existe, ¿qué o quién lo creó? Desde un punto de vista teológico, Dios no es respuesta a ninguna pregunta, sino la metáfora de todas las preguntas; no es causa explicativa de nada, sino el nombre metafórico del misterio que hace ser todo eternamente desde el corazón de todo cuanto es.

Me parece coherente con la física afirmar que el universo/multiverso es transespacial u transtemporal y autocreativo. Y me parece coherente con muchas tradiciones filosóficas y teológicas místicas, afirmar que “Dios” es el alma o el respiro del mundo o la creatividad que hace que todo se haga o se cree por sí mismo, que todo sea creatura y creador, tanto para sí mismo como para todos los seres. La creatividad no es anterior ni exterior a ninguna forma emergente del universo, sino simultánea y recíproca a las formas (energía, campo, onda, partícula, átomo, molécula, órgano, organismo, planeta…). Se puede decir que creamos la creatividad que nos crea. El Maestro Eckhart repite una y otra vez que “engendramos a Dios”.

SANTIAGO VILLAMAYOR

No lo sé. “Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía.” (J.L. Borges). Conjeturo que es más irracional que no haya nada que el hecho de que haya algo. Dado que pensamos y la identidad entre el pensar y el ser, hay algo porque hay pensamiento y hay pensamiento porque hay realidad. La hipótesis que mejor me explica esta cuestión procede dela ciencia: las teorías científicas del Bigbang, la evolución, la mecánica cuántica, el emergentismo, etc. Ya no presupongo ningún Ser Superior, creador increado. La clásica pregunta de la filosofía (Leibniz) ¿Por qué hay algo y no nada? está todavía por contestar. Lo mismo que porqué hay amor y no solo odio o indiferencia. Prefiero ya declararme incompetente, agnóstico y afásico. Y considerar la pregunta de modo positivo, el no saber o agnosticismo es fuente, permite, un mayor desarrollo de la bondad y de la belleza como ocurre en los ciegos que desarrollan más otros sentidos porque no ven. (“fideísmo débil”)

TONY BRUN

En principio la pregunta (¿Por qué existe lo que existe?) me es confusa. ¿Se pregunta por el sentido de lo que existe? O simplemente del ¿por qué algo existe? Pienso que se pregunta por lo segundo. Es decir, del ¿por qué algo existe? Entonces, en general y sobre todo en el reino macroscópico, si algo o alguna cosa o fenómeno existe, es porque hubo razones o causas explicables que derivaron en su existencia. Es decir se podría explicar razonablemente su existencia. No obstante, con el descubrimiento del mundo cuántico no siempre es posible encontrar una explicación tan determinista y causal de los procesos que gobiernan el reino de lo microscópico. Pero aun así, todavía podemos hablar de una “causalidad probable” en el sentido que dada una causa se pueden prever, con cierta probabilidad, determinados efectos fenómenos. (Ver: http://asagrayandcharlesdarwin.com/vi-chance-causality-evolution.html#_ftn87 ).

En todo caso, ya no tenemos necesidad de recurrir a las creencias religiosas o místicas cuando nos vemos enfrentados a preguntas tales como: ¿por qué existe la vida?, ¿por qué razón existimos?, ¿qué es universo?

Si se quiso preguntar por el sentido de la existencia de algo, ¿se debería usar “para qué?” En todo caso, el sentido o significado de la existencia de algo, siempre lo damos nosotr@s, Homo Sapiens. No hay un propósito ni en la naturaleza ni en el universo

3. ¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”,

“Nosotros”?– Dios no es menos que Tú, Yo, Nosotros

– Son elucubraciones vacías y engañosas
– Son formas antropomórficas de decir la Realidad 

BERTA MUÑOZ


Yo veo y siento que Dios es en todos y en todas las cosas. 

A estas alturas de la vida, me da igual llamarlo Dios o no, porque sé que es una Presencia, una Realidad Fontal, como dice José, que es el Fondo que alienta las infinitas formas en las que se manifiesta la biodiversidad y el cosmos o el universo y la Realidad de la Vida en sus expresiones más auténticas y sencillas que nos rodean… Es la incesante Creatividad que se expresa y se da y se da gratuitamente y ahí es donde veo que es una Creatividad de Amor infinito e incondicional. El gran psicólogo humanista Carl Rogers, atestiguaba que en todos los seres humanos que había tratado, incluso los más enfermos, perdidos o perversos, en lo más profundo de su ser, siempre había encontrado una presencia, una huella del amor. En esta misma línea, la eminente bióloga Lynn Margulis llegó a contraargumentar la teoría de Darwin sobre el dominio y la supervivencia de los más fuertes… Ella decía que “no es más fuerte el que lucha y vence sino el que coopera”…

El Amor originario que se da a sí mismo incesantemente se expresa en una realidad polimórfica e interrelacionada. Nadie se salva solo, decía Jesús, quien vivió esa experiencia de unidad y anheló que así la percibiéramos y la viviéramos todos. No obstante, comprendo que decir que somos Amor en nuestro Ser esencial es difícil de aceptar ante la existencia del mal. Hoy día, cuando vemos a nuestro alrededor y a nuestro mundo plagado de violencia, de guerras, de genocidios como el de Gaza, de terrorismos, de tráfico de armas y de múltiples formas de esclavitud de seres humanos, de violaciones masivas de los derechos humanos, de violencia y exclusión de las mujeres, cuando vemos atrocidades cometidas por fundamentalismos religiosos, el capitalismo depredador y ecocida, etc., etc… nos escandalizamos y rechazamos aceptar y experimentar que estamos hechos de Amor y por Amor.

Pero no podemos olvidar el gran error en el proceso de individuación de la especie humana cuando, en la etapa de desarrollo de la consciencia del yo, como paso a la autoconsciencia y a la experiencia de libertad, se sobredimensionó el yo de tal manera que nos llevó a construirnos un personaje, una máscara llamada “ego”, con la que nos hemos identificado como si de nuestra identidad se tratase, de modo que nos ha roto la percepción de la unidad esencial entre todos y en todo, para acabar viendo y viviendo al otro y a lo otro como un “otro u otra ajeno a mí” y, por lo tanto, como una amenaza o un enemigo potencial a dominar o combatir y… de esos barros tenemos estos lodos… que impiden que la Presencia, es decir, nuestro Ser Esencial de Amor,

nuestro Yo profundo, se manifieste de manera transparente, limpiamente sin interferencias egoicas. Claudio Naranjo decía que vivimos con “ceguera del Ser”, y eso nos produce una terrible frustración e infelicidad porque nos sumerge en las aguas turbias y oscuras de la “añoranza del Ser” que realmente somos, añoranza que intentamos llenar con las más inverosímiles formas de poder, de prestigio, fama, de consumo, de idolatrías, de adicciones… es decir, con todas las formas posibles de autoengaño y enajenación. De ahí, repito una vez más, la necesidad del silencio del ego, para que el Ser, Dios o como se le quiera llamar, aflore en ti, en mí y en todo lo que existe. Esa es mi esperanza en un mundo mejor posible.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Para mí sin duda son formas antropomórficas que hemos usado porque el Amor lo tenemos identificado con las “personas”, quizás sería bueno no seguir usándolas porque remiten a un “Ente” a una realidad dual, que está ahí ante mí. Pero también entiendo que son maneras de “tuificar” la Realidad, la Vida y yo sí turifico la vida, me dejo asombrar, me admiro, aprendo de las realidades vivas, “hablo” con las flores, las olas, los animales… Eso no supone que las considere “personas”, son vida de alguna manera “sagrada”. Fácilmente en toda la realidad conecto con la Fuente de la vida.

GERARDO GONZÁLEZ

Desde un punto de vista ontológico “todo lo que existe puede existir”. Los humanos somos personas interactivas, conscientes de sí mismas, que piensan, razonan, conversan, persiguen objetivos etc.; por lo tanto pueden existir otros seres que también sean y actúen como personas. El problema es que los humanos lo somos gracias a que tenemos todo un equipamiento orgánico –incluido por cierto nuestro cerebro—que nos permite serlo. Para los antiguos esto no era problema porque creían que éramos “persona” porque poseíamos un “alma” de naturaleza espiritual que nos permite serlo. No se trataba de que Dios fuera como los humanos –antropomorfo–, sino que Dios nos hubiera creado parcialmente espirituales, “a su imagen y semejanza”. Pero en el paradigma moderno, que cuestiona y supera el dualismo materia-espíritu, no hay espacio para entes espirituales que sean “persona”, como el dios, los ángeles y las almas humanas en que creen las y los cristianos.

JOSÉ ARREGI

¿Se podría afirmar que Dios es “yo”, “tú”, “nosotros”?, es decir, ¿Dios es personal? La primera cuestión es qué significa “persona”. Si se entiende el término en el sentido en que lo definió Boecio (s. V-VI), “substancia individual de naturaleza racional” (rationalis naturae individua substantia), Dios no puede ser persona, un sujeto racional, centro autoconsciente individual distinto de otro centro autoconsciente individual, un Supersujeto absoluto o, lo que es lo mismo, un Superindividuo absoluto, distinto de otros sujetos individuales. Es la imagen que subyace a todos los teísmos, y de manera especial a los monoteísmos..

Pero al rehusar esa imagen que llamamos “personal” de Dios, de ninguna manera quiero afirmar que Dios como realidad fontal sea “algo impersonal”. No puedo pensar que el fondo de la realidad que somos sea menos que eso que consideramos lo personal y lo humano en su hondura: conciencia, interioridad abierta, relación, empatía, respeto, cuidado, comunión, amor… Podríamos decir que la hondura de la realidad, el aliento vital infinito o la relación absoluta de todo lo que existe es más que personal, “suprapersonal” (así enseñaron Tillich, Schillebeeckx, Küng, Panikkar…).

¿Cabe decir que la realidad fontal es un yo o que es un tú? Cabe decirlo, ¿por qué no?, pero no que sea un yo frente a un tú, ni un tú frente a un yo, sino el yo profundo de todo yo y el tú profundo de todo tú. Mejor, tal vez: el yo profundo que late en el fondo de toda forma, y el tú profundo que emerge en lo más profundo de todo yo y de todo ser –humano, ave, árbol, fuente, átomo, partícula… y firmamento sin fin–. Así lo han vivido y dicho las poetisas y los poetas, las místicas y místicos de todas las tradiciones sapienciales profundas, religiosas o no, teístas o no teístas.

SANTIAGO VILLAMAYOR

¿“Yo”, “Tú”, “Nosotros”?…,las tres determinaciones son formas antropomórficas de decir la Realidad. Toda concreción sobre Dios es inútil como digo en la primera cuestión, una simbolización que no puede designar, una aproximación y una blasfemia a la vez. Se pretende atribuir a Dios la condición personal por expresar la realidad de mayor rango pero nada concreto lo puede encarnar

Decir que Dios es Padre, Madre, Fondo, Nosotros, Realidad, Incondicionalidad, Persona, etc. no es relevante sino el modo como se dice (El significado es el uso…Wittgenstein): la consistencia o condición categórica con que se afirma, si es suave metáfora que catapulta al ánimo, a la acción y a la mística o es una definición doctrinal, rigurosa que encorseta y se apropia de Dios. Tanto en un paradigma de Revelación como en otro posteísta.

Hablemos mejor de los horizontes de la perpleja existencia humana, de sus deseos vehementes de un ente supremo, de su tendencia al reduccionismo, a la futilidad de lo cotidiano, del pisoteo de lo más sagrado, etc. y allí abramos todas las refutaciones y ventanas de nueva luz pero no nos echemos al vacío poniendo por debajo una tensa sábana que nos recoja. Solo asomémonos, para comprender que la habitación del vivir no es ciega. Pero no digamos que la luz viene de este patio interior o de esas vistas del exterior como si hubiéramos comprado ya el piso de la verdad cierta.

TONY BRUN

¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”, “Nosotros”? “Afirmar ”contiene entre sus sinónimos “aseveración, confirmación, prueba”. ¿Qué se puede “probar” sobre Dios en cualquiera de sus interpretaciones?

4. ¿Tiene sentido la oración en cualquiera de sus formas?
– Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz.- Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.- Decir a fondo la vida y todo lo real – en forma de acción de gracias, llanto, súplica… – es humano y transformador.

BERTA MUÑOZ.

La primera de las opciones de respuesta, “Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz”, me parece una temeridad porque sabemos tan poco del Misterio de la Vida, que casi me resulta arrogante realizar esa afirmación tan rotunda.

Creo que, ante la “añoranza de Ser”, la “oración” es una experiencia universal que se da como invocación o respuesta ante la inmensidad de la belleza, de experiencias de auténtico amor, de profundo dolor o de alegría sublimes que nos evocan nuestro Fondo auténtico. Por eso orar es una llamada, como un aldabonazo, capaz de abrir la puerta de acceso a nuestro Ser verdadero y más hondo, una llamada que abre a la Presencia real que somos, que nos hace más compasivos y humanos. Y eso es así porque, aunque estemos a años luz de nuestro Ser esencial, sabemos – porque es la Realidad más real que, en algún momento de nuestra vida hemos intuido y saboreado- que somos esa Presencia infinita de Amor, aunque muchas veces apenas tengamos consciencia de ello.

“Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.” Llevo más de 20 años practicando el Silencio y el Zen. Hablo desde mi muy limitada capacidad de atención y concentración en el momento.

Practico a diario el zazen, que es una sentada en silencio, con la atención puesta en mi respiración y acompañándola de un koan. El sentido del zazen es acallar mi mente para que mi Ser Esencial aflore, es como quitarme de en medio para que Eso aparezca en mi vida diaria. Es un camino duro porque los pensamientos y sentimientos ilusorios son ilimitados, porque el ego lucha incansablemente por sobrevivir llevándonos de manera continua al pasado o al futuro porque, al vivir en el momento presente, el ego sabe que muere… Mi hábito de vivir con la mente lógica, juzgadora, parlanchina y veloz para salirse del momento presente es poderoso, por eso mi zazen es un desierto en el que me adentro cada día para intentar silenciar mi mente. Esa es mi forma de oración.

Los pocos momentos de silencio y de abismamiento que vivo son de paz, de serenidad, de amor y confianza en mi Ser esencial. Sé que ese Yo Profundo, ese Ser esencial es Uno y es el Fondo de todo y en todos, y lo sé no solo porque yo lo he vislumbrado sino porque respeto el testimonio de Jesús, de los místicos y de los maestros y maestras Zen, que me merecen confianza.

A pesar de todo, continúo practicando el zazen y el silencio porque no puedo traicionarme a mí misma, a mi Ser, a mi Fondo verdadero, que es el Fondo de todo y al que llamo Dios, aunque no lo vea.

“Decir a fondo la vida y todo lo real -en forma de acción de gracias , llanto, súplica…- es humano y transformador” Para mi es así. La acción de gracias a la Vida, al Ser que soy es algo que me sale de dentro por cosas muy sencillas: por vivir el amor, por la salud, por el bienestar material, por poder luchar para mejorar la vida de la gente, por la amistad, la familia, por tener alimento, cobijo y ropa limpia… Por la belleza de la naturaleza que me rodea, por vivir frente al mar y la montaña, por la bondad y la solidaridad de quienes comprometen su vida por mejorar la vida de los demás, sobre todo de los más excluidos…

Practico la oración “de petición”, prefiero decir “de anhelo”, responsabilizándome de generar en mi mente y en mi corazón lo que quiero para los demás. Y lo hago abismándome, silenciando mi mente egocentrada y egoinventada para que, desde mi Ser esencial, desde un estado mental de serenidad, de amor y de conexión con la Vida, pueda visualizar lo bueno que quiero para mí o para otra persona o para el mundo. Así lo vivo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Para mí durante mucho tiempo la oración ha sido un saborear textos religiosos que me conectaban y hablaban del amor incondicional de Dios, un diálogo amoroso de filiación. Tiempos de mirar a Jesús y desear vivir y ser como él , una experiencia muy rica que ha movilizado siempre lo mejor de mí.

Yo hoy no necesito llamarle oración (como experiencia relacional) sino tiempos y momentos para ampliar la consciencia de lo que soy de lo que Es , de lo que Somos. Experimento que hacer silencio, intuir, hacerme consciente de la Unidad que Somos, no sólo tiene sentido sino que es profundamente transformador y movilizador pero yo a esa práctica, en este momento de mi vida, no le llamo oración sino ampliar la consciencia de lo que soy de lo que Es.

Lo que sí practico mucho es la gratitud no sólo a las personas sino que siento mucha gratitud a la vida, me siento muy afortunada y agraciada por ella y doy gracias muchas veces. Esta práctica de mirar la vida con agradecimiento profundo me ayuda mucho en mi vida cotidiana. Eso antes yo lo llamaba oración de agradecimiento ahora es sólo vivir en el agradecimiento.

Otro tema distinto, que yo le llamo más contemplación que oración, es el de mirar al Jesús de los relatos evangélicos y dejar que esa mirada vaya iluminando mi persona, mi manera de estar en la realidad, mi modo de relacionarme con la vida, las personas, las cosas, la tierra…Para mí es muy importante dejar que esa mirada cotidiana vaya quedando grabada en mi corazón, en mis entrañas y pueda estar en la realidad reflejando ese estilo de ser, hacer, pensar, vivir.

GERARDO GONZÁLEZ

Tiene sentido para el creyente cristiano que cree en un Dios al que llama “Padre”, que sabe todopoderoso y omnisciente, la oración tiene sentido. Lo mismo podemos pensar de seguidores del Islam, el Judaísmo, el Sikhismo, la Fe Bahái y otras religiones que conciben a Dios como persona y a espiritualidades que trabajan por la vía mística la relación con lo que se presume como divino.

JOISÉ ARREGI

“Orar” tiene muchos significados, pero el término está asociado en general a la palabra dicha o hablada. Viene del latín orare que proviene de la raíz or- (hablar, llamar); su primer significado, sin connotación religiosa alguna, es hablar, decir, perorar. Orar significaría, pues, decir. ¿Decir qué y a quién? No tiene sentido decir algo para hacer peticiones, dar gracias o pedir perdón a un dios-alguien exterior.

Pero orar puede entenderse en un sentido más profundo: orar como decirse y decir la realidad a fondo.

Necesitamos decirnos, decir lo más hondo de nosotros mismos o de la realidad que nos envuelve y somos, estallando a cantar o rompiendo a llorar o sumergiéndonos en el gran silencio. El llanto y el himno, la protesta y la gratitud y la alabanza y – seres inacabados y necesitados como somos – la súplica y la petición para pedir perdón o dicha, vida o muerte… todas estas manifestaciones de nuestro ser ante el fondo de nosotros mismos y de todo tienen sentido. Nos decimos a nosotros mismos, a ese otro o a ese tú que es en el fondo cada uno para sí mismo, a todo lo otro, y a ese fondo de todo lo real que no es nada ni nadie, ni algo ni alguien, que es el alma o el corazón que late en cuanto es.

Mucho antes de que nacieran los dioses y se construyeran templos, los seres humanos ya oraban a la Tierra, los árboles y las fuentes, o al sol que amanece y se pone o a la luna y al fuego que alumbra de noche. Han orado durante miles de años ante algún dios, pero también sin dios alguno. No veo por qué no se pueda orar –decirse– con la misma emoción y hondura a, ante, en el misterioso fondo o la sagrada creatividad o Dios que no es ningún qué ni ningún quién, pero que se hace presente en todos los seres.

Me gusta pensar la realidad inabarcable como una liturgia cósmica que se extiende desde el corazón del átomo hasta el universo/multiverso sin fin; que todo se dice, todo ora, todo es como una interminable invocación; que el universo es una oración, una eterna comunión intercesora universal; y que orar es unirse a la eterna oración creadora del universo/multiverso.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Orar ya no es salir de este mundo para encontrar en un ser superior la comprensión y el bienestar definitivo; se trata más bien, y humildemente, de encontrar la dimensión profunda del propio ser. “Decir a fondo la vida”. La primera razón para orar es que la persona se siente más serena, más apropiada, más embebida de una atmósfera de ternura hacia todo, receptora de una emanación de bondad que esponja y dinamiza cuanto toca; se siente bella y animada

Socialmente no nos basta con la ética, la filosofía y la ciencia. Nos falta motivación y poética, necesitamos olvidar la incomprensión a cuestas, sumergir esa permanente inquietud ante la muerte, el dolor y los estragos de la limitación en un mar de confianza o en la paradójica y sólida tierra, esponjada por una esperanza muchas veces voladiza, líquida. Necesitamos el silencio que habla, la materia que se desnuda.

TONY BRUN.

Tiene sentido la oración… …Para quien cree y confía, tiene sentido. Igual que cuando toma un placebo creyendo que es un verdadero remedio.

5. ¿Pueden aún inspirarnos los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios?– Sí a condición de que se lean como metáforas libres
– No merece la pena volver a unos textos – Solo vale el relato científico

BERTA MUÑOZ.
Como yo creo y experimento que Dios, el Ser o la Presencia es en todas las cosas,  me gusta vivir y ver ese fondo en muchas cosas, también en textos, en testimonios, en la naturaleza, en obras de arte, como la música, por ejemplo…

Ya nada me vale como palabra de dios porque no me vale absolutizar nada que sea excluyente. Tampoco la ciencia porque esa absolutización nos ha llevado a la creación de los dogmas y de eso ya hemos salido escaldados.

Lo que sí sigue teniendo para mí un valor referencial es la vida y los relatos sobre Jesús de Nazaret. Creo que Jesús es una de las vidrieras a través de la que se me transparenta la luz del Ser esencial que somos, de la Creatividad originante y plena de Amor que es en todo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

A mí sí me inspiran algunos relatos cristianos y no cristianos llenos de sabiduría y belleza pero sabiendo que son metáforas, mitos, parábolas… que expresan profundas verdades de la vida, de la realidad que no siempre se pueden expresar de otra manera. Los leo como narración simbólica de experiencias que a otras personas les han ayudado y me ayudan a mí también.

GERARDO GONZÁLEZ

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios pueden ayudar a comprender la historia de diversos pueblos y cómo el relato religioso es usado para justificar objetivos políticos de dominación e incluso de genocidio. Sirva de ejemplo el relato de la conquista de la “tierra prometida” narrado en el libro de Josué. Cuando la ciudad de Jericó está siendo asediada, Josué dice al pueblo de Israel que la está cercando “Gritad porque Yahvé os ha entregado la ciudad” …. la que será consagrada al exterminio en honor de Yahveh …. Y el pueblo escaló sus muros y se apoderó de ella … exterminando a filo de espada a todos cuantos en la ciudad vivían, tanto hombres como mujeres, jóvenes como ancianos, e incluso el ganado…

JOSÉ ARREGI

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios, sin duda, pueden inspirarnos, a condición de que sepamos leer los relatos y entender las creencias en un registro simbólico y libre. Ningún mito tradicional anónimo, como ningún cuento de autor conocido, cuentan hechos “históricos”, sucedidos a la letra, pero en el fondo narran figuradamente nuestras experiencias humanas profundas, que siguen siendo tan actuales en la era de la inteligencia artificial como lo fueron hace miles de años, mucho antes del nacimiento de la escritura, de las religiones o de las divinidades concretas. Describen nuestros miedos y esperanzas, amores y rencores, perdón, odio y venganza, guerra y paz. Los grandes mitos reflejan al Homo Sapiens/demens inacabado que somos, en busca de una plenitud anhelada. Somos Gilgamesh el errante en busca de una inmortalidad imposible, según la epopeya escrita en Mesopotamia (Irak) hace 4000 años. Somos Odiseo o Ulises, el humano siempre en camino de retorno a su hogar. Somos Penélope, la fiel, y Antígona, víctima y heroína. Somos Prometeo el rebelde, Sísifo el abrumado, Narciso en busca de sí y del otro de sí. Nunca existieron, pero están dotados de poder inspirador o catártico.

Nada de lo que nos cuentan los dos relatos – bien distintos, por cierto – de la creación del mundo y del ser humano en los tres primeros capítulos del Génesis tiene valor científico alguno, pero son poemas llenos de belleza y de fuerza evocadora o de poder revulsivo: “En el principio”, “El espíritu aleteaba sobre las aguas”, “Dijo”, “Hágase” (a sí mismo), “Y así fue”, “Y vio que era bueno”, “Y al séptimo día descansó”, “Llenad la tierra y sometedla, dominad” (¡!), “Dios formó al ser humano de arcilla y sopló en su nariz un hálito de vida”, “Lo puso en el huerto para que lo cultivara y lo cuidara”, y dos árboles en Edén: “el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal”), “Estaban desnudos y no se avergonzaban”, “Tomó de su fruto y comió”, “Maldita sea la tierra por tu culpa”, “Con fatiga comerás sus frutos”, ”Eres polvo y al polvo volverás”. Soy Adán y Eva, Caín y Abel, Abrahán, Sara y Agar, Isaac y Jacob, el faraón y Moisés, Job y sus amigos, Jonás y Esther…, aunque nada de lo que se nos cuenta de tales personajes sea histórico. Y muy poquito de todo lo que cuentan los Evangelios, canónicos o apócrifos. Los relatos sobre el nacimiento o la resurrección de Jesús no contienen nada históricamente real, pero son (para mí) metáforas inspiradoras de lo más real y transformador. No me interesa mucho la “verdad histórica” ni la “verdad dogmática”, sino el poder inspirador capaz de alentar la vida y hacerla creadora, recreadora.

Lo mismo se aplica a todas las creencias y dogmas de cualquier religión: en su significado literal, son constructos culturales. Pero muchos términos o expresiones tradicionales de los credos, rituales, cánticos, códigos… pueden todavía ejercer su poder evocador o inspirador, más allá de su significad literal. Pueden ser “performativos”. Solo nos vale lo que nos mueve, nos conmueve y estimula, lo que transforma nuestros gustos y criterios profundos. Lo que nos inspira. Y aquello que nos resulta contrainspirador, podemos simplemente dejarlo de lado. O seguir leyéndolo como espejo catártico que nos hace tomar conciencia de nuestras sombras, o de las sombras más negras y violentas de “dios”: “Tú también eres eso”, o: “A eso llamas dios”.

Sea cual fuere el uso concreto que hagamos de los relatos, creencias y expresiones “religiosas” tradicionales acerca de “Dios”, de la vida o de la realidad en general, lo que está claro es que no solo vivimos de ciencia, de matemáticas, de conocer el peso y la medida, la composición química del agua o el origen evolutivo del petirrojo o de la especie humana. Einstein escribió en 1931: “La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia… La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a las que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas… son esta certeza y esta emoción las que constituyen la auténtica religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, es en el que soy un hombre profundamente religioso” (El mundo como yo lo veo).

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios inspiran a condición de que se lean como metáforas libres. Fiarnos más de la metáfora y del silencio activo que del literalismo, de la mucha palabrería religiosa. Podemos ejercer de espeleólogos de metáforas y encontrar vetas de esperanza, ahondar en la bondad “subyacente” expresada en las tradiciones éticas y religiosas, sus utopías y grandes textos, encontrar la consolación en la filosofía o la serenidad con la meditación, entrar en la intersubjetividad doliente, acercarse al que sufre y juntos intentar una nueva vida que, compartida, será más una canción que un valle de lágrimas. Todo relato que contribuya a eso puede inspirarnos. Sin hegemonías

TONY BRUN

Los relatos pueden ser valorados y considerados como literatura narrativa y poética, y sólo en cuanto a tales, podrían resultar en inspiración, insuflar consolación y motivación. Pero no todos los relatos, muchos también deberán ser desechados por su carácter grotesco, violento, y evocadores de la maldad. Mucha maldad ya sembraron las religiones en las mentes humanas con sus relatos y creencias sobre dioses y líderes narcisistas, autoritarios, guerreros, sanguinarios y vengativos. Las creencias religiosas antiguas sobre Dios son eso, creencias y fantasías, y muchas, realmente muchas son peligrosas. “No todos los creyentes metafísicos han sido violentos, pero diría que casi todos los perpetuadores de violencia en gran escala han sido creyentes metafísicos” (Gianni Vattimo).

6. Teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo, panenteísmo, teoempantismo…:
– Con cuál de estos términos te sientes más identificad@?
– No es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz Dios (theos)

BERTA MUÑOZ.
Tal y como vengo diciendo, por mi experiencia en el Zen, me identifico más con el panenteísmo, aunque la verdad es que me incomodan las etiquetas porque mi trayectoria espiritual fluye y no sé a dónde puede llevarme la Vida. Por lo tanto, prefiero estar abierta y atenta a mi experiencia de silencio interior y a la escucha de las manifestaciones del Ser en lo que me rodea. Creo que, en ese sentido, la Vida nos cuida a través de una mayor sintonía entre “dentro y fuera”, pero sé que ha de llegar un momento en que esa sintonía llegue a desaparecer y a ser UNA, porque ya no exista ningún dentro ni fuera, sino solo Presencia.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Aunque sé que no es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz “theos” y evoca una realidad en la que hoy ya no creo con el término que me siento más cómoda es con el de “Panenteismo”, para mí expresa una profunda verdad, todo es (somos) en ese Misterio y ese Misterio Es en todo.

GERARDO GONZÁLEZ

Mi identidad en este ámbito ha ido cambiando y matizándose en las últimas tres décadas, pasando de creyente cristiano tibio a agnóstico inquieto, a posteísta crítico, a post-posteista ateo, y a humanista bioecocéntrico, seguidor (a la distancia) de Jesús maestro. Me explico:

Cuando en octubre de 2015 terminé de escribir “Con la leche de mi madre: Historia de mi fe”, (El texto completo de “Con la leche de mi madre: historia de mi fe”, así como de otros escritos míos pertinentes, puede ser visto en gerardogonzalez83.academia.edu) lo hice intentando contestar la pregunta eje de mi búsqueda: “¿Creo o no creo en Dios? Y es una pregunta dirigida directamente a mi propia fe actual. Mi respuesta es un “no sé”. Pareciera que he dejado de creer en el dios de los cristianos, que es también en último término el de los musulmanes, judíos, bahais, sikhs y muchas otras religiones. Sin embargo, el admirable fenómeno de la vida, del que soy parte, no me parece que pueda ser fruto sólo del azar y del tiempo. Tiene que haber algo o alguien que lo explique. ¿Cuán algo y cuán alguien es? ¿Cuán inmanente y cuán trascendente es a mi propia existencia? ¿Cuán cercano o ajeno es a mi ir viviendo aquí y ahora? No lo sé. Sólo tengo preguntas.” Es la respuesta de un agnóstico que asume con humildad las limitaciones del pensamiento humano que va levantando dudas e incertezas a medida que busca y avanza.

La lectura crítica de Roger Lenaers (Ver nota 1) me puso en contacto con la corriente posteista de pensamiento y me motivó a profundizar en la evolución histórica del concepto de “espíritu” y la concepción dualista materia/espíritu de la realidad. Llegué así a la convicción de que en el paradigma moderno –como señalé—no hay espacio para entes de naturaleza espiritual y sí para la emergencia de organismos de complejidad estructural y funcional creciente, soportes de fenómenos tales como la ‘vida’, la ‘consciencia’ y la ‘cultura’, propuesto por el biólogo Stuart Kauffman.

Hace tres años formamos con José María Vigil, Santiago Villamayor, José Arregi y Tony Brun el grupo de reflexión autodenominado “PostLenaers”. Su propósito: profundizar en la deconstrucción del teísmo y desarrollo de una o más propuestas posteístas. En años recientes el grupo se ha diversificado con la incorporación de Elsa Támez, Emma Martínez y Berta Muñoz. El diálogo ha sido enriquecedor, pero nada fácil por provenir de búsquedas existenciales distintas y aún en curso.

Para algunos en el grupo la deconstrucción del teísmo no cuestiona la existencia de Dios sino la validez de una particular concepción o “imagen” del mismo. Se abre ahí un abanico de posibles “nombres” para “Dios”, tales como el Inefable, el Misterio, la Realidad, el Fondo infinito de todo lo real, la Fuente Eterna e Inagotable. Para otros, entre los que me inscribo, la deconstrucción del ‘teísmo’ tiene por resultado práctico “la muerte de Dios” o, al menos, el término de su nostalgia. El tema “Dios” quedó atrás en nuestras búsquedas.

Debo confesar que a lo largo de mi vida adulta he pasado de vivir en un ‘teísmo suave’, en contacto de oración con un Dios cercano y amoroso; a un incierto posible algo/alguien que daría cuenta del prodigio de la vida en la Tierra, que podría ser un posteísmo; para aterrizar en años recientes en algo así como un ‘humanismo bio-eco- céntrico’, ocupado en avanzar como humanidad responsablemente hacia una sociedad humana global más justa, solidaria y feliz, que conviva en armonía con la comunidad de vida y con el planeta Tierra que nos cobija a todos. Mi preocupación no es ya entender el cosmos o teorizar sobre lo que acepto como misterioso para mí, sino que está acotada al ámbito de las certezas, al aquí ahora y en las próximas décadas, el mundo de mis hijos y de mis nietos. ¿Cómo darle sentido desde un protagonismo humano responsable?

JOSÉ ARREGI

El equívoco del término Dios se proyecta inevitablemente sobre todos los términos señalados en la pregunta, en la medida en que contienen la raíz theos (Dios). Si se entiende Theos o Dios como ente supremo exterior, no soy teísta, sino posteísta y ateo. Pero no me considero ni posteísta ni como ateo si con Theos o Dios nos referimos al misterio indecible de lo real, el fondo fontal o el aliento que habita y mueve cuanto es; en este caso me consideraría teísta, aunque no lo puedo decir así porque, en su uso común, este término se refiere hoy a la entidad metafísica suprema en la que no creo.
De todos modos, para expresar que ya no “creemos” en un dios-ente supremo, prefiero el término transteísmo al término posteísmo. Posteísmo me sugiere una frontera entre un antes y un después, entre la creencia y la no creencia, entre la práctica y la no práctica de ritos teístas o entre el uso y el no uso de oraciones teístas o del término Dios. Y creo que se ha de relativizar esa frontera. Lo importante no es mantener o abandonar una determinada creencia o práctica ritual teísta, sino ir más allá tanto de la creencia como de la no-creencia, tanto de la práctica ritual como de su abandono, tanto del uso de oraciones teístas o del término Theos/Dios como de su no uso. Lo importante es vivir en camino, tránsito, transición, sin aferrarse a ninguna forma y sin convertir su abandono en una especie de nueva ortodoxia.

Me reconozco en la tradición del panenteísmo (“todo en Dios”, del griego pan en theó): “En El vivimos, nos movemos y somos” (Hechos de los Apóstoles 17,27). Pero la expresión podría sugerir que Dios es “algo” en lo que somos, y preferiría un neologismo como teoenpantismo (“Dios en todo”, del griego theos en pantí): Dios no es algo ni alguien, ni la suma de todas las partes, sino el alma de todo o el todo emergente que es más que la suma de todas las partes.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Me siento creyente, persona esperanzada que no cree estar en el mejor de los mundos posibles pero intenta hacerlo viable, haya o no haya Dios. Ha debido contribuir a ello la intensa formación religiosa recibida. Si no, no lo plantearía así. Es decir, el teísmo que ahora denosto es el causante del agnosticismo creyente en que me encuentro.

Renuncio catalogarme en un movimiento. Más bien constato una indefinición, un agnosticismo activo o in-amorado que no quiere ir más allá del anhelo que con vehemencia pone una figura en el horizonte.

Mi casa interior es como una sala que se abre por un gran vano, un hueco en el blanco muro del fondo de la sala, o sea, de la vida. Enorme para lo que es una ventana y pequeño para el valor de una vida; diminuto para lo que es el cielo que deja ver y la inmensidad de nuestra mirada. Abandono cualquier figura de lo absoluto como algo permanente y concreto y sigo en el insistente deseo de salir por el hueco del ventanal, o pre-verdad. No puedo cruzar el ventanal, lo traspaso como mucho con los ojos y la esperanza, con verdades y falsedades intermitentes sostenidas por un anhelo que no nos abandona.

TONY BRUN.

Me inclino hacia el ateísmo, que en su sentido estrictamente etimológico derivado del griego antiguo, el prefijo “a” (= α alfa privativa) significa “sin” o “no” para expresar ausencia o negación. Y θεός que significa “Dios”.

Ateo (ἂθεος) significa simplemente “no-dios o sin-dios”, y lo aplico en respuesta a cualquiera de las afirmaciones o interpretaciones teológicas que se hagan de “Dios”.

Ahora bien, ya que la raíz theos impregna de equívoco todos estos términos mencionados, quizás pueda escapar un poco del equívoco (y a la trampa semántica) y también pueda aplicarme el término “escéptico” (= el que examina).

7. ¿Puede aún valer el uso del término Dios?– En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios
– Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice
– Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso

BERTA MUÑOZ.

Creo sinceramente que el término Dios es inherente a la condición humana y a todas las culturas en tanto que producciones humanas. Por lo tanto, yo me inclino por un uso del término honesto, validado por una experiencia de vida que se expresa con amor, con respeto a la Vida en sus infinitas manifestaciones, con paz, creatividad, solidaridad y amor.

No me siento autorizada para hacer ninguna recomendación al respecto porque entiendo que, si el término Dios no se usa en vano o de manera fraudulenta o prostituida por el poder, la dominación o la manipulación… , su utilización merece mi respeto, aunque yo, por mi experiencia, prefiera hablar de “Presencia”. Pero, al mismo tiempo, he de reconocer y aceptar que el término Dios sigue estando en mi vida como una exclamación de gozo y agradecimiento o como una apelación a la Vida, a la Presencia, en momentos de necesidad. Realmente, así lo vivo yo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Yo creo que sí es y puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Depende del contenido que las personas con las que estoy están dando a ese término…Yo intento nombrar a Dios con otros nombres como Presencia, Fuente de Amor, de Vida, Aliento vital, Energía creativa…

Para muchas personas “Dios” sigue siendo inspiración para amar, luchar por los últimos, es dador de sentido, de alegría y confianza… y eso es para mí lo realmente valioso.

Pero yo personalmente depende de las personas a las que me dirijo lo utilizo o no. Eso sí, si utilizo el término Dios, intento clarificar que no me refiero a un Ente que está fuera, arriba, que ha creado todo lo que existe, que nos vigila, premia, castiga, interviene, elije, envió a Jesús a morir…

GERARDO GONZÁLEZ

La apuesta por un Humanismo Bío-eco-céntrico es aterrizada, pragmática, inclusiva. Puede encantar tanto a agnósticos y ateos, como a creyentes de diversas religiones y corrientes espirituales, porque se inspira en valores compartidos y moviliza en torno a acciones colaborativas. Quienes creen en Dios hablarán de Dios; un buen ejemplo es el Papa Francisco y su encíclica ‘Laudato si. Quienes no, probablemente no lo harán. En mi caso particular de ateo seguidor de Jesús maestro, no necesito hablar de Dios para aportar su legado ético y valórico.

JOSÉ ARREGI

P. Tillich propuso dejar de utilizar el término durante 100 años. R. Panikkar fue más lejos, propuso abandonarlo durante varios siglos. Pero, de hecho, ellos mismos lo siguieron utilizando. No defiendo ni su uso ni su abandono indiscriminado. Personalmente, sigo diciendo “Dios”, y ello por varias razones que son importantes para mí:

1) Porque la palabra Dios existe en todos los diccionarios para decir algo real e incluso lo más real, con toda su equivocidad. No quiero renegar sin más de un término tan omnipresente.
2) Porque forma parte inseparable de mi propia historia personal, de mis raíces y entrañas, para lo mejor y también para lo peor, y no quiero renegar de nada de mi historia, sino asumirla críticamente.

3) Porque cualquier circunloquio (misterio, presencia, fondo de lo real, realidad fontal, aliento vital…) no sería menos equívoco.

Un día cercano desaparecerá la figura de “Dios” y se olvidará el nombre, pero hoy todavía, en transición, no renuncio a utilizarlo a veces, según dónde y ante quién me halle. Y sin pretender que todo el mundo le dé el mismo sentido. En cualquier caso, de utilizarla, solo la puedo utilizar en un nuevo paradigma: en el paradigma lingüístico, filosófico, científico, teológico definido por Kant, Feuerbach, Marx, Freud, Galileo, Einstein… Vea cada una, cada uno, si el uso del término “Dios” le resulta inspirador y le parece oportuno para liberar, abrir a lo Real, hacerlo ser.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Por evitar extrañezas a las nuevas generaciones estoy de acuerdo no “en promover la restricción de su uso”, pero sí de una paulatina moratoria y cambio hacia otras metáforas Yo a veces uso la metáfora de “laguna interior del buen querer” “ el sentimiento de divinidad o dignidad”, “la buena y bella razón” (antes Espíritu Santo), la “co-razón universal” (Ortiz Osés), “cualidad humana profunda” (Corbí), el “fondo de nuestro ser” (Tillich)… lo “absoluto terrenal” (Gauchet). Pero en la vida cotidiana y el pueblo hay otras como “eso que nace y sale” en forma de cuidado, protesta, liberación. En otras circunstancias vale más un silencio cautelar y una denuncia de manipulación

TONY BRUN.

Nuevamente se asignaron tres opciones (entre otras posibles) como respuestas. Respondo a cada una de estas.

En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios. La mayoría global de religiosos son “teístas” (de uno o muchos dioses), por lo que, los errores y prejuicios, supersticiones y fantasías son inherentes al término Dios en esa mayoría global. 

Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Pudiera ser así. Pero será siempre confuso y causante de confusión y por esto siempre necesarias más explicaciones, y metáforas casi sin fin, o nuevas conjeturas, más especulaciones, etc. etc. 

Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso. Deseable sí, pero con toda probabilidad sea imposible, aunque cada vez importa menos. 

PEQUEÑO RESUMEN O RESPUESTAS MAS FRECUENTES U ORIGINALES

1. DIOS

Es un constructo pero no “mero” 

No entiendo nada en absoluto 

Misterio sublime 

No al Dios bíblico, hay que crear uno nuevo 

Es una discusión bizantina, entre teólogos aburridos 

Si o no, es indiferente. Lo importante si es espíritu o no 

Para mí Dios es el TODO, el que da sentido, la respuesta completa, TODO Y NADA 

De Dios no se debería decir nada 

¿Dios? ¿Qué Dios? 

En lo que creo es en una especie de comunicación de sentimientos entre nosotros 

Todo lo que expresemos será nuestra construcción mental. 

Las metáforas no pasan de ser eso: metáforas. 

Una manera que ahora ya nos parece “deformada” de entender el Misterio. 

2. POR QUÉ LO QUE EXISTE 

No lo sabemos, misterio 

Porque la nada es una nada positiva, impulso vital 

La ciencia intenta decirlo 

Se le puede dar cualquier nombre al principio creador 

Un desarrollo evolutivo hacia la perfección (Lenaers), ¿por qué terminará en
la entropía? 

3. ¿DIOS PERSONAL? 

No; es una determinación antropomórfica 

Es relación 

Un Padre amoroso, es muy positivo para el ser humano …..pero nos reduce
más aún al infantilismo perpetuo. 


4. ORACIÓN: 

Valida, pero no la de petición 

Nadie la escucha 

Sí como expresión de agradecimiento y otros sentimientos, reflexión honda, 

La oración activa es un placebo; en el silencio, el vacío, o la nada positiva vale 

La forma de oración de Jesús tiene sentido, otras neandertales, no 

Decir a fondo la vida y todo lo real pudiera ser humano y transformador 

No, en las formas tradicionales. Tal vez tendría que aprender a meditar al
estilo de los orientales. 

Me quedo con la idea del obispo Spong: Orar es ser, vivir, amar. 

5. LAS CREENCIAS ANTIGUAS 

Validas como metáforas libres, igual que otras 

Los relatos de Jesús , importantes 

«Alegorías poéticas», válidas si no han perdido su poesía, 

Las religiones son “calorías vacías” 

Desfiguran a Jesús de Nazaret 

6. ¿TEÍSMO, PANTEÍSMO…? 

En general agnósticos 

La etiqueta no tiene importancia 

Panenteismo 

7. USO DEL TÉRMINO DIOS 

Según dónde, cuándo, con quiénes 

Dios como Theos, ya no 

Mejor moratoria y moderación o silencio 

Ahora me inspira más el relato científico 

Menos, hasta que en nuestra “trastienda” se borre lo erróneo de ese término 

Fuente: Santiago Villamayor Lloro / academia.edu