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NUEVOS PARADIGMAS es el blog hermano de Renovación, pero consustancialmente diferente tanto en su temática como el tratamiento de ésta. Casi podríamos decir que es un blog monotemático en cuanto que está dirigido exclusivamente al «posteísmo». De hecho existen algunos artículos que intentan explicar qué es esto del «posteísmo» (haga la prueba metiendo esa palabra en la caja de búsqueda del blog Nuevos Paradigmas).

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Los libros del Nuevo Testamento: un cambio de paradigma


Por Juan CURRAIS PORRÚA

La libertad es la primera condición del trabajo científico (Alfred Loisy)

La editorial Trotta publicó a finales de 2021 un voluminoso libro cuyo título completo es Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y Comentario, con un enfoque teórico muy distinto a las ediciones confesionales del Nuevo Testamento, acompañadas éstas del preceptivo imprimatur y nihil obstat.

El innovador libro de Trotta aparece en la portada como edición de Antonio Piñero y en el interior se cita un equipo de colaboradores, especialistas en la materia y coautores: Gonzalo del Cerro, Gonzalo Fontana, Josep Motserrat, Carmen Padilla y el propio Antonio Piñero. Todos ellos son doctores académicos, no Doctores de la Iglesia, como el Doctor Angelicus (Tomás de Aquino) o el Doctor Subtilis (Duns Escoto) entre otros.

Se trata, pues, de unOpus magnum (obra magna) de 1.661 páginas y de carácter colectivo, donde los diversos autores se han repartido el arduo trabajo de traducción, las introducciones a cada libro y las notas aclaratorias al texto, con tipos de letra diferentes para facilitar una lectura comprensiva más didáctica.

La extensa e importante Introducción General (78 páginas) está realizada por Antonio Piñero, con una pequeña aportación de Josep Montserrat. En la Introducción concreta a cada libro o grupo de libros viene indicada la aportación de cada uno de los autores en referencia a la traducción o comentario del texto, aunque la aportación más extensa al conjunto de la obra es la de Antonio Piñero, quien me ofertó de buen grado leer sus propios escritos antes de la edición, tanto la Introducción General como el tratamiento de los difíciles textos de la Carta a los Hebreos o la Revelación/Apocalipsis de Juan.

Todos los libros del N.T. están escritos en griego koiné (= común), la lengua culta del mundo helenístico y diferente del griego ático de Platón o de Jenofonte. La traducción está hecha a partir de la edición crítica del Novum Testamentum graece, 28ª edición, denominada “Nestlé-Aland”, publicada en 2012 por la Deutsche Bibelgesellschaft (accesible en Internet, pero sin aparato crítico).

Este texto GRIEGO crítico, resultado de la colaboración de numerosos investigadores del Instituto de Investigación Textual del Nuevo Testamento de Münster, que en 2018 disponía de unos 5.800 manuscritos griegos, está considerado por los expertos el mejor en la actualidad y el más próximo a un hipotético texto original, que no existe. Por supuesto, no se parte del texto latino y confesional de la Vulgata de Jerónimo, versión declarada canónica en el concilio de Trento.

Conviene señalar que los textos transmitidos del N.T. son copias de copias de copias, con miles de variantes, que los investigadores del texto combinan mediante la informática. La inexistencia de un texto original plantea un problema teológico, puesto que, admitida la tesis de la inspiración divina del texto sacro, resulta imposible determinar cuál sea el texto inspirado. Pero lo que es problema para un teólogo no lo es para un historiador o filólogo, que no puede tomar como premisas de su indagación las tesis dogmáticas de la inspiración divina de las Escrituras sacras y de la inerrancia bíblica (ausencia de errores) término propio de la jerga teológica. El investigador francés Alfred Loisy, pionero del estudio científico de la Biblia desde una metodología histórico-crítica, afirmaba en sus Memorias que la idea que concibe a Dios como autor de libros humanos no es más que un “mito infantil”.

En el Prólogo, Antonio Piñero afirma que es la primera vez que se publica en lengua castellana una obra de este tipo, con “una interpretación meramente histórica y efectuada con criterios estrictamente académicos”. Es decir, el estudio crítico considera los textos fundacionales del cristianismo que resultó vencedor, no desde una perspectiva singular y sacra, sino encuadrados en la historia de la variada literatura griega y judía, adoptando los métodos propios de la filología clásica.

No debe olvidarse que cristianismos hubo y hay muchos. En su evolución histórica, no existe sólo el cristianismo declarado ortodoxo desde Nicea, sino muchos otros considerados heterodoxos, que fueron los derrotados, tachados de falsos y perseguidos durante siglos.

No basta con leer la Biblia para poder comprenderla. Es necesario estudiarla teniendo en cuenta los resultados de la investigación histórica, especialmente a partir del siglo XVIII, realizada desde variados enfoques ideológicos, protestantes, judíos, católicos, agnósticos o ateos. Los investigadores independientes, a diferencia de los confesionales, tratan el cristianismo como verdadera religión, entre otras muchas (de salvación), pero no como religión verdadera, lo que implica un aserto de fe.

También en el Prólogo se indica que esta edición de los 27 libros del N. T. está hecha “desde una perspectiva puramente histórico-crítica y aconfesional”, lo que claramente la diferencia de las tradicionales versiones confesionales de la Biblia, realizadas con el pertinente imprimatur, exigido por la ortodoxia del magisterio eclesiástico. Pero la investigación histórica independiente no está sujeta a la servidumbre de la ortodoxia, propia de la visión hegemónica tradicional. Ha de ser autónoma per se y no sujeta a directrices teológicas.

Con razón Alfred Loisy, líder del modernismo teológico condenado por Pío X a comienzos del s. XX, afirmaba hace más de un siglo que “la libertad es la primera condición del trabajo científico”, no solo en el ámbito secular, sino también en el ámbito de la Escrituras consideradas sagradas, que de ningún modo son “intocables”.

En la misma línea, el erudito Loisy, reivindicando la autonomía de la ciencia histórica y de la exégesis crítica con el fin de emanciparla de su sumisión a la teología, afirmaba que “la ortodoxia es uno de los mitos sobre los cuales se ha fundado el cristianismo tradicional” (Memorias, I), que intenta en vano convertir en inmutable y fijo, lo que es cambiante.

Tal pretensión es como detener el flujo libre del conocimiento, cual si fuera un río congelado, impidiendo su acceso al vasto océano de la ciencia.

La ortodoxia es la quimera de quienes jamás han pensado (Alfred Loisy)

La innovadora obra que estamos comentando está dirigida a todo tipo de lectores, que estén movidos por el afán de conocimiento, con independencia de sus creencias o ideologías personales. Se trata, en efecto, de una obra que pretende transmitir conocimiento histórico, que no se concibe como dogmático ni apodíctico, sino como meramente hipotético.

Es probable que a muchos lectores incautos, desconocedores de la investigación bíblica independiente, la lectura reflexiva de esta obra les produzca conflictos cognitivos, derivados de un cambio de paradigma. Pero esos son asuntos personales que cada cual debe solucionar, especialmente cuando se entiende la fe como un sentimiento que da sentido y consuelo a la propia existencia.

Desde la psicología, la fe es una fuerte vivencia y convicción subjetiva. Desde la sociología, es una creencia interiorizada, recibida de una determinada comunidad religiosa. Desde la teología y del catecismo, se trata de un don sobrenatural inspirado por el Espíritu Santo, que sirve de fundamento a la esperanza escatológica ultramundana, tal como sostiene la Carta a los Hebreos (11, 1), mostrando el ejemplo de varias figuras bíblicas, Abrahán y Moisés en particular. La filosofía, sin embargo, que nació en la Hélade con el paso del mito al logos, se pregunta por el estatus epistemológico del acto de fe, que se autodefine, al modo gnóstico, como un conocimiento verdadero.

Los conflictos epistémicos (= relativos al conocimiento) entre ciencia y fe vienen de muy atrás, sobre todo desde la Revolución científica moderna, tal como se vio en el caso Galileo o más tarde con la teoría evolucionista. Dentro del catolicismo, el conflicto entre fe ortodoxa y ciencia histórica, se manifestó de modo intenso en el movimiento llamado modernista, condenado como “compendio de todas las herejías”, cuyo protagonista fue el clérigo francés Alfred Loisy, que sufrió el anatema de hereje y el castigo de la excomunión.

Por tanto, para la correcta comprensión de los contenidos del innovador y voluminoso libro que estamos comentando, es necesario hacer una clara demarcación metodológica entre teología y ciencia histórica, dos ámbitos distintos y opuestos del saber, el primero fundado en la fe dogmática y el segundo fundado en la pura razón científica. No existe, en efecto, una “ciencia cristiana”. 

En la terminología de L. Wittgenstein, se trata de dos juegos de lenguaje diferentes, cada uno con sus propias reglas, que suponen la diferencia epistemológica (= referida al conocimiento) entre creer y saber, entre fe sobrenatural y razón natural. Confundir y mezclar la teología dogmática con la ciencia histórica es como confundir y tratar de mezclar el aceite con el agua.

Si la perspectiva teológica concuerda con la ortodoxia, es evidente que la perspectiva histórica equivale a heterodoxia, en el sentido etimológico y positivo del término. Esta edición de Los Libros del Nuevo Testamento, como se afirma en el Prólogo, intenta “unir la aconfesionalidad con la laicidad no militante”.

De ello se deriva que las diversas explicaciones introductorias a cada libro y las numerosas aclaraciones en la notas se hagan con un carácter modal mediante expresiones como “es probable”, “es plausible” etc., siguiendo un criterio epistémico de verosimilitud, alejado de certezas apodícticas, al modo cartesiano o positivista, hoy superadas.

El enfoque concuerda con una epistemología de la incertidumbre, propia de un racionalismo crítico pero al mismo tiempo escéptico, antidogmático, asumido por la actual Filosofía de la ciencia, a partir de la obra de Karl Popper.

No se trata, sin embargo, de un escepticismo radical, que resultaría estéril y sin capacidad heurística, sino de un escepticismo “bien temperado”, que arroja resultados fructíferos a la investigación. Buscando la máxima objetividad, unida a una subjetividad mínima, los autores de esta obra defienden el carácter hipotético del conocimiento histórico, en el cual cada propuesta teórica está abierta a la revisión y a la refutación dentro de la comunidad de investigadores y a la luz de nuevos datos.

Como señala el filósofo Mario Bunge, cada científico propone y la comunidad dispone, en un contexto universal de evaluación crítica. En clave filosófica y tomando en préstamo la célebre metáfora kantiana, esta obra supone un verdadero “giro copernicano”, que implica un cambio de centro en el estudio del N. T.

Expresado de otra forma y usando la terminología del filósofo e historiador de la ciencia, T. S. Kuhn, se trata de un cambio de paradigma, que puede ser análogo, salvatis salvandis, al paso del marco teórico del geocentrismo al marco paradigmático del heliocentrismo. Una mutación teórica análoga la expresaba el filósofo francés Gaston Bachelard con su concepto de ruptura epistemológica (coupure épistemologique).

En el caso de la obra que comentamos, la ruptura epistemológica se da con el paso de la teología a la ciencia histórica, o lo que es lo mismo, con el paso de la creencia al saber y de la fe dogmática a la razón crítica, propia de la investigación independiente. Esta reflexión es la que justifica la expresión “cambio de paradigma” en la segunda parte del título general de los artículos.

Toda fe es ciega y es la razón la que aporta evidencias (Ortega y Gasset)

Cualquier lector que eche una mirada al Índice de contenidos en la primera página, se encuentra con una gran novedad: el orden de cada uno de los libros del N.T no es el tradicional. En las Biblias confesionales la ordenación empieza por los Evangelios y termina por el Apocalipsis, de modo que las cartas paulinas y todas las demás aparecen como posteriores a los evangelios.

Con esta ordenación, el lector recibe la impresión de que lo primario y más relevante son los textos evangélicos centrados en la figura de Jesús, mientras que las epístolas paulinas tendrían un carácter secundario, que servirían para confirmar los relatos evangélicos sobre la personalidad de Jesús.

Sin embargo, los autores de esta obra, considerando que el orden tradicional (teológico) crea confusión, han optado por un orden cronológico de carácter científico, respetando la aparición histórica de los distintos libros. De este modo, los escritos paulinos son los primeros, no sólo por atender a la cronología, sino por su influencia teológica en los demás escritos.

El primer escrito del N. T. es, pues, la Primera carta a los tesalonicenses (año 51 e.c.) y el último la Segunda carta de Pedro en torno al año 135, ya en el s. II. El nuevo orden histórico adopta los siguientes títulos generales en letra mayúscula: LAS CARTAS AUTÉNTICAS DE PABLO (Primera carta a los tesalonicenses, Carta a los gálatas, Primera carta a los corintios, Segunda carta a los corintios, Carta a los filipenses, Carta a Filemón y Carta a los romanos). La Carta a los romanos, la más extensa, en el orden tradicional aparecía como primera, mientras que en el orden histórico es la última. La tradición atribuía a Pablo catorce cartas, incluso la Carta a los hebreos, pero la crítica histórica solo admite siete como auténticas.

A continuación aparecen LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS (de Marcos, Mateo y Lucas). El orden tradicional sitúa a Mateo de primero, pero la investigación independiente le da prioridad a Marcos, puesto que Mateo y Lucas dependen de Marcos y de la fuente Q (del alemán Quelle, fuente, pronunciado ‘kvele’). Siguen LOS HECHOS DE APÓSTOLES, y a continuación las CARTAS ATRIBUIDAS A PABLO, pero no escritas por Pablo (Carta a los colosenses, Carta a los efesios y Segunda Carta a los tesalonicenses). Sigue la CARTA A LOS HEBREOS, que tampoco es de Pablo.

Siguen, sorprendentemente, LOS ESCRITOS JOÁNICOS, que comprenden el Evangelio de Juan, la Primera Carta de Juan, la Segunda Carta de Juan y la Tercera Carta de Juan, todos ellos pertenecientes a una misma escuela teológica, diferente de la tradición sinóptica. En el orden tradicional el Evangelio de Juan viene después de los tres Sinópticos, interpretando ese Evangelio como un complemento de los mismos sobre la figura de Jesús, el Cristo. La investigación crítica, sin embargo, interpreta el Cuarto Evangelio en clave mística y alegórica, incluso gnóstica, sin la pretensión de narrar hechos históricos sobre Jesús, al que el evangelista ya elevó al rango divino como Lógos preexistente, Verbo divino y revelador que se humaniza en la Encarnación.

Siguen el libro de REVELACIÓN/APOCALIPSIS y LAS CARTAS COMUNITARIAS (Primera carta a Timoteo, Segunda carta a Timoteo y Carta a Tito). En el orden tradicional, el libro del Apocalipsis aparece como el último del N. T. y también de la Biblia entera. Finalmente, se colocan las denominadas CARTAS UNIVERSALES (Carta de Jacobo, Carta de Judas, Primera carta de Pedro y Segunda carta de Pedro, que cierra todo el N.T.).

El grueso volumen termina con un INDICE ANALÍTICO DE MATERIAS, con un glosario alfabético de términos, que es muy útil para buscar en los textos el significado de temas y vocablos técnicos, desde Abbá a Zebedeo.

En la amplísima Introducción general se parte del Nuevo Testamento como “un conjunto de libros, a veces muy dispares entre sí” (La misma palabra Biblia significa en griego libritos, no uno, sino muchos). Partiendo de la diferencia entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe, adoptada por la investigación independiente desde Reimarus (s. XVIII), se explican las diversas formas literarias y los contenidos de este variado Corpus de libros en su evolución, desde una perspectiva histórica y crítica.

En la interpretación de los cuatro evangelios canonizados, se explica la progresiva evolución de la cristología en un proceso ascendente de divinización por apoteosis del Mesías Jesús, desde su muerte y resurrección, proceso que Marcos adelanta al bautismo, Mateo y Lucas adelantan a la milagrosa concepción virginal y finalmente Juan lo convierte en el Lógos divino preexistente, Verbo divino que se encarna en un ser humano. Esta concepción virginal por obra del Espíritu Santo nada importa a Pablo ni a Marcos ni a Juan, que no la mencionan.

El análisis crítico muestra un proceso de exaltación de Jesús, tanto en el culto como en la especulación teológica, que culminará en su concepción metafísica en el Símbolo Niceno, como consustancial con Dios Padre. Ello comprende un largo proceso de 300 años, producto de la helenización del cristianismo, comenzada en Pablo de Tarso.

La originalidad es un don de los dioses (Karl R. Popper)

En la Introducción general Antonio Piñero explica igualmente el desarrollo y evolución del texto griego con sus diversas ediciones históricas. Estudia la hipotética reconstrucción de la figura histórica de Jesús de Nazaret así como la formación y la división de las primeras comunidades cristianas, judeocristianas y helenísticas.

La aparición de la figura clave de Pablo de Tarso a partir de su “llamada” por revelación divina supone una mutación profunda, al convertir el Evangelio judío de Jesús en un nuevo Evangelio de salvación universal, inspirado en los cultos mistéricos de las religiones grecorromanas.

En el apartado dedicado a la “pseudoepigrafía” (pág. 41-42) se clarifica la distinción entre anonimato, pseudonimia y falsificación. Ésta se refiere a los escritos que suplantan las figuras de Pablo, de Juan, de Pedro, de Jacobo o de Judas. Los cuatro evangelios y Hechos son anónimos. Hay siete cartas auténticas de Pablo y el Apocalipsis tiene como autor desconocido a un tal Juan.  Lo dicho plantea el problema teológico de la inspiración divina a través de falsificadores.

Sigue el análisis de los diversos escritos hasta la aparición de un canon de libros sagrados a finales del s. II y las diversas hipótesis sobre la formación de ese canon, que obedece a un acto de política eclesiástica. Finalmente se da razón del orden de los libros del N. T. antes mencionado.

En su blog de Religión Digital el teólogo y exégeta Xabier Pikaza escribió un artículo titulado Los libros del Nuevo Testamento de Piñero, una obra única. Pikaza reconoce y encomia la intensa carrera intelectual de Antonio Piñero y el valor del volumen enciclopédico de Trotta, elaborado con un equipo de colaboradores.

Pero piensa que Piñero exagera y es demasiado pretencioso al afirmar el carácter único de esta obra en el panorama de la investigación en español. En el título hablaba de obra única, lo que luego parece negar. Cita otras obras publicadas en editoriales confesionales, que están en la misma línea de tratamiento histórico y literario. Entre ellos, los manuales de Ph. Vielhauer y H. Köster, junto a otras dos que estarían a la misma altura que la de Piñero, con el nombre tradicional de Nuevo Testamento. Son el libro de Manuel Iglesia González en la B.A.C. y el de Senén Vidal en edit. Sal Terrae.

Pikaza cita además la magnífica obra de Fernando Bermejo,  La invención de Jesús de Nazaret (Siglo XXI, Madrid 2018) que, “puede y debe ponerse al lado de ésta de Piñero”. Sin duda, concuerdo en el juicio positivo sobre esta excelente obra de un investigador independiente. Me sorprende, sin embargo, que aun reconociendo que la obra de Trotta no se presenta como antirreligiosa, la postura ciertamente agnóstica de Piñero venga calificada con los extraños epítetos de “agnosticismo dogmático”, lo que suena a oxímoron, “en la línea de los racionalistas prekantianos del siglo XVII y de los neo-positivistas de principios del siglo XX”.

Ahora me entero, o res mirabilis!, de que el racionalismo de Piñero es dogmático y no escéptico o de que ha de ubicarse en el “Círculo de Viena”. En contraposición, Pikaza se autocalifica como “agnóstico creyente” (!!), situándose filosóficamente al lado de Wittgenstein, Gadamer e incluso de Popper.

Parece no aceptar el criterio de demarcación que propone Popper, desde su teoría de la falsabilidad, entre ciencia y pseudociencia, que tiene continuidad en la crítica a las pseudociencias realizada por Mario Bunge, donde está incluida la teología, cuyas afirmaciones no son refutables por ningún acontecimiento empírico. Es decir, Pikaza no parece distinguir entre teología y ciencia histórica, realizando un mescolanza entre el pegadizo aceite de la fe cristiana y el agua clara de la razón científica.

Pikaza achaca a Piñero una cierta alergia a Jesús, por quedarse con el humo de la superficie, sin llegar al fuego del fondo. Es decir, supone que para pensar la fe es necesario sentirla. De modo análogo, un médico no puede entender un cáncer porque no siente el tumor. Tampoco acepta que todos los cristianismos del N.T. sean paulinos en mayor o menor medida, minusvalorando la aportación petrina.

En su discurso repite lugares comunes de la investigación confesional, presentando como histórico lo que es doctrina teológica: por ejemplo, la afirmación de la relación filial de Jesús con el Padre como esencia de su mensaje, así como el uso singular y único de Abbá; la no contraposición de fe e historia; la muerte de Jesús en obediencia a la voluntad de Dios; la historicidad de las noticias sobre la resurrección junto a la huella del sepulcro vacío; la suposición de que en pascua “algo sucedió” de carácter sobrenatural, que impulsó a los discípulos a continuar la obra del maestro, después de la “experiencia” vivida de la resurrección.

En definitiva, Pikaza realiza, como otros muchos exegetas confesionales, una míxis de elementos históricos con doctrina teológica, afirmando que la fe nos lleva al conocimiento y éste a la fe. Lo que recuerda el círculo medieval del credere y el intelligere: creo para entender y entiendo para creer. Utilizando la expresión de Weber, califica a Piñero de un musikalisch, falto de oído musical para captar la vibración de la experiencia de fe. Ello remite a la falaz sentencia de Agustín: nisi credideritis, non intelligetis (si no creéis, no comprenderéis), que afirma la supremacía de la fe.

La aceptación del cambio de paradigma que hemos analizado y justificado, con el paso de la teología a la ciencia, implica en el lector un cambio de mentalidad, que equivale a una “conversión intelectual”, a la que los griegos denominaban meta-noia (=cambio mental) y que Platón explicaba alegóricamente con la difícil salida de la caverna, ascendiendo desde las sombras de la mera creencia a la luz del conocimiento. Kant relataba su “conversión intelectual” al afirmar que el escepticismo de Hume lo había despertado del sueño dogmático, en referencia al ilusorio saber metafísico.

Pues bien, el cambio de paradigma en la obra editada por Trotta, requiere un despertar del largo sueño dogmático, que representa el paradigma hegemónico de la teología cristiana tradicional, fundada en la experiencia de fe.

Fuente: Religión digital.org

Reflexiones sobre «Dios»


Al decir Dios, ¿qué afirmas, qué cuestionas, qué niegas?

Introducción: ¿Qué decimos de Dios?

Somos muchas/os, y aumentamos de manera imparable, quienes en las últimas décadas nos hemos visto empujadas/os a un profundo éxodo mental y espiritual. Todo un imaginario y una teología milenaria, todo un andamiaje religioso de creencias, prácticas y vínculos institucionales profundos se nos han ido derrumbando. No pocas personas se sienten huérfanas de eso que llamaban Dios. ¿No sería éste nada más que una imagen, un constructo mental? ¿O el constructo mental que se derrumba sería tal vez solo un indicio pasajero de lo real indecible que es en todas las formas y que a la vez las trasciende?

Las páginas que te ofrecemos son un sencillo testimonio del diálogo que mes a mes hemos mantenido en torno a esta pregunta: “¿Qué dices de Dios?”. Evidentemente, nuestras respuestas son muy distintas, no únicamente en el género literario en que están formuladas – unas son más teóricas, otras más testimoniales –, sino también en las experiencias personales y en las interpretaciones de fondo que expresan. Las diferencias e incluso las contradicciones no solo son inevitables, sino que también pueden resultar sanas y fecundas, y creemos que así es en nuestro caso. Por ello, hemos preferido recoger las respuestas redactadas por cada miembro del grupo a las 7 preguntas, más bien que ofrecer una síntesis conjunta en la que inevitablemente se perdería la riqueza de los matices, de las diferencias o incluso de las contradicciones. Antes de abordar las cuestiones concretas sobre las que queríamos conversar, nos pareció necesario establecer una especie de marco general de convicciones básicas que compartimos. Las resumimos en las cinco que siguen:

1) Dios es un término radicalmente equívoco, que expresa cosas no solo distintas, sino también opuestas. Y, lógicamente, el equívoco del término Dios (Theos en griego) se proyecta sobre todos los derivados de él: teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo… El equívoco radical vuelve el debate aun más necesario.

2) Ninguna/o de nosotras/os, tampoco quien reconoce la realidad de Dios, concibe la existencia de un ente supremo, omnipotente, creador extrínseco del mundo a partir de la nada.

3) Sea cual fuere nuestra posición sobre el sentido o la conveniencia del uso del término Dios, todos/as nos sentimos libres de cualesquiera dogmas y creencias religiosas en relación con él.

4) Entendemos que el lenguaje propio para expresar la realidad indecible / inasible a la que se refieren con el término Dios quienes lo utilizan, es el símbolo o la metáfora, siempre un acto de la razón en coherencia con la ciencia.

5) Todos/as compartimos también la convicción de que la palabra y la praxis – al igual que el pensamiento, el sentimiento y la acción – se implican mutuamente y son, por lo tanto, inseparables, como en todos los ámbitos de la vida.

Estos diálogos han sido para nosotros/as un ejercicio de profunda libertad personal y de exquisita tolerancia mutua. No hemos eludido el debate teológico. Sobre todo, no hemos eludido la vida, nuestras raíces y trayectorias más personales, aquello en definitiva que hoy sigue alentando nuestra confianza última, inspirando nuestro compromiso por la humanidad entera y por la comunidad de todos los vivientes.

Y estos diálogos inseparablemente reflexivos y vitales han sido para nosotros/as tan fecundos, que nos ha parecido que también para otros podrían ser útiles. Por eso te los hacemos llegar, autorizándote a compartirlo a quien consideres oportuno.

¡Gracias, amiga, amigo, por compartir nuestra búsqueda vital profunda! Recibe nuestro saludo más cordial y fraterno.

Berta Muñoz (Andalucía)
Emma Martínez Ocaña (Sevilla)
Gerardo González (Santiago de Chile)
José Arregi (País Vasco)
Santiago Villamayor (Zaragoza)
Tony Brun (Washington DC)
Berta Muñoz (Andalucía)
Emma Martínez Ocaña (Sevilla)
Gerardo González (Santiago de Chile)

CUESTIONARIO

¿Qué entiendes por Dios?

Un mero constructo mental/cultural humano.
La Realidad Fontal, el ser o el Fondo de cuanto es.
Todo en todo y nada de nada.

¿Por qué existe lo que existe?
Dios es la “energía originaria”.
Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital.
La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué.

¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”, “Nosotros”?
Dios no es menos que Yo, Tú, Nosotros.
Son elucubraciones vacías y engañosas.
Son formas antropomórficas de decir la realidad.

¿Tiene sentido la oración en cualquiera de sus formas?
Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz.
Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.
Decir a fondo la vida y todo lo real – en forma de acción de gracias, llanto, súplica… – es humano y transformador.

¿Pueden aún inspirarnos los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios?
Sí, a condición de que se lean como metáforas libres.
No merece la pena volver a unos textos.
Sólo vale el relato científico.

Teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo, panenteísmo, teoempantismo…:
Con cuál de estos términos te sientes más identificad@?
No es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz Dios (theos)

¿Puede aún valer el uso del término Dios?
En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios. Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice.
Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso.

––0––

1. ¿Qué entiendes por Dios?
– Un mero constructo mental/cultural humano
– La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es – Todo en todo y Nada de nada

BERTA MUÑOZ

Responder a esta pregunta me produce emoción y un profundo respeto porque sinceramente yo no entiendo a Dios ni a nada por Dios, simplemente lo vivo como el Fondo de mi verdadero Ser y el Fondo originario y sustentador de la realidad de la vida, de todos los seres y de todos los universos posibles.

Lo vivo con emoción porque fue bonito cuando era para mí un Padre Omnipotente al que evocar en mis momentos de necesidad, de soledad, de tristeza o de inmensa alegría a través del agradecimiento. Cuando dejé de creer en ese Dios teísta, celestial, externo a mí y a la realidad del mundo, me quedó un vacío lleno de añoranza y de tristeza, una orfandad y soledad profundas e incluso una falta de sentido y de arraigo en mi vida. Después de un tiempo largo escuchando ese silencio inerte en mi practica del Zen, un día caí en la cuenta de que ese Dios que añoraba estaba y era y es mi Yo más profundo y verdadero y el de todas las cosas. Cuando, por unos momentos, logro silenciar mi mente egoica y rumiadora sé que estoy en mi Ser, en la Presencia de mi Ser auténtico, de Eso que está en lo más hondo de mí y del cosmos… y eso me hace sentir una plenitud y una alegría serena y muy sencilla, porque he comprendido que esa Presencia no depende de mi esfuerzo sino que se da gratuitamente y, por lo tanto, es infinito Amor. Y eso me conmueve.

Y lo vivo con un gran respeto porque soy consciente de la enorme limitación que supone silenciar mi mente, parar el hábito del juicio y la rumiación y, sobre todo, soy consciente de mi absoluta pequeñez cuando me asomo al misterio de mi Ser, de la Realidad que Es. Sé que está fuera de los límites de mi mente y mi conciencia discursiva y lógica y, por lo tanto, eludo elucubrar sobre qué es Dios o qué es la Presencia, porque el camino para llegar a saborearlo es precisamente silenciar esa mente discursiva y lógica, para dejarme ser lo que verdaderamente soy y, al quitar de en medio mi ego, posibilitar que Eso, que esa Presencia se manifieste y sea mi realidad diaria y así poderla contemplar como la Realidad que Es en todo y en todos y desde ahí ponerme al servicio de la Vida.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Dios no es para mí una realidad que pueda entender o no entender, es más bien un Misterio, envolvente y estructurante, en el que de alguna manera me vivo, en el que siento, intuyo que todo ES. Quiero expresar desde algo de mi trayectoria personal porqué vivo así el tema “Dios” y desde dónde digo lo anterior.

Yo estoy muy marcada por una experiencia de amor incondicional familiar, aunque mis padres nos reprendían cuando no nos portábamos bien, yo al menos, nunca tuve la experiencia de que esas correcciones o regañinas, mermaba su amor hacia nosotros o provocaba un rechazo de nuestras personas.

Desde esa experiencia personal la imagen de Dios que ha predominado en mi vida ha sido sobre todo AMOR de Padre primero y de Madre-Padre después.

A los 22 años tuve la suerte de encontrar en mi vida al cardenal Pironio que me ayudó a acoger como verdad mi experiencia de que seguir a Jesús no era querer ser “perfecta”, ni fiel cumplidora de los mandamientos, cosa que yo no quería, sino creer como él creyó en el amor incondicional de Dios, desear tener esa experiencia profunda y ser testigos visibles de ese Dios-Amor invisible.

Ese giro de lo ético a lo místico me cambió la vida y la experiencia espiritual. Encajaba perfectamente con mi experiencia más profunda y auténtica. Yo creo que no me creí nunca, o al menos no guardo recuerdo de un Dios del miedo y del castigo, no encajaba en mi experiencia de un Dios-Amor que por otro lado tuve la suerte de escuchar con mucha insistencia en mi formación religiosa infantil y adolescente en mi colegio.

En los 10 años de mi estancia en AL mi estudio y militancia en la Teología de la Liberación ha marcado y sigue marcando mi vida espiritual. Yo ya no puedo separar mi fe y experiencia espiritual y compromiso sociopolítico. No sólo como una exigencia ética sino como deseo de hacer verdad en la historia que “somos hermanos” que pertenecemos a la misma familia, porque siento con fuerza el dolor y la indignación ante la injusticia, el maltrato, la explotación… Hoy incorporo en mi compromiso no sólo la defensa de los derechos humanos sino también la defensa y cuidado de la vida, del planeta tierra tan profundamente dañado por nuestra codicia.

En este momento de mi vida “Dios” ya no es un Padre-Madre, una “persona”, es un misterio que, aunque no sepa ponerle nombre, no puedo negar la experiencia envolvente de su presencia en muchos momentos de sentirme siendo en esa Realidad mayor que yo misma. Es como una experiencia de Unidad a veces, en momentos en los que logro acallar mi mente y poder sentir que es verdad el mantra que repito: SOMOS, otras veces en contacto con alguna realidad de la naturaleza mar, sol, aire…como siendo en esa, realidad o como trascendiéndola y dejándome impactar por su belleza, energía, vitalidad, creatividad…. Me impresiona por ej. la belleza gratuita de las flores silvestres, de los árboles…les doy las gracias por ser lo que son por estar ahí…) otras veces he sentido la fuerza de saberme humana con la humanidad, siendo humanidad que grita, protesta, ama…

Siempre me ha impactado hasta emocionarme la capacidad de amar de algunas personas que exponen su vida y muchas veces la pierden por amor, por defender la justicia, la solidaridad, por defender la tierra… En general descubrir el amor en las personas, en la cooperación de la vida vegetal, animal, en el proceso evolutivo me remite y me conecta con la Fuente profunda de esa capacidad de amar… y me produce una honda paz, alegría y aumenta en mí el deseo de amar cada vez más y mejor.

Esto que narro no son experiencias “extraordinarias” sino acontecen en mi vida ordinaria, como una atmósfera que nos envuelve, como realidad que al tiempo nos trasciende y nos estructura, algo así como Fuente del Ser, Energía sustentante y creativa de todo lo que es. Acontece y ya está.

GERARDO GONZÁLEZ

¿Qué entiendes por Dios?. José propone respuestas alternativas que iré comentando:

 “Un mero constructo mental/cultural humano” Quitaría lo de “mero”, que es peyorativo. Agregaría “histórico” y, por lo tanto, dependiente de la evolución de las sociedades humanas y sus cambiantes concepciones de mundo. 

 “La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es”. Estas definiciones no tienen nada que ver con el Dios de Jesús, en el que alguna vez creí, y no llenan ni un poquito el vacío que dejó su pérdida. Parecen ser, además, internamente contradictorias. Por ejemplo, ¿existiría acaso una “Realidad no-fontal” que emanaría de la “Fontal”? Por otra parte, no existe “fondo” sin “superficie”. 

“Todo en todo y Nada de nada” me suena demasiado metafísico. 

JOSÉ ARREGI
¿Qué digo de “dios”? ¿Cómo decirlo, pues si lo digo, ya no es Dios? Pero, puesto que somos seres de lenguaje, ¿cómo dejar de decir de alguna forma la realidad en su hondura, la realidad última de la que venimos y en la que somos?
“Dios” en cuanto significado (idea, representación, función personal y social…) es siempre un constructo cultural (personal/colectivo, mental/político). Pero Dios en cuanto referente no es constructo, se refiere a lo real irrepresentable e indecible. Corresponde más o menos a la distinción hindú entre Brahman Saguna (lo absoluto con atributos) Brahman Nirguna (lo absoluto sin atributos), o a la distinción de la Cábala judía entre Dios y el Ein Sof (Infinito) indecible, o a la distinción del Maestro Eckhart entre “Dios” (con atributos) y Divinidad (sin atributos). 

Dios (en sus diversas formas lingüísticas) es un término equívoco, quizás el más equívoco de todo el diccionario. Con el mismo término se dicen cosas muy distintas y contradictorias. De modo que afirmaciones tales como “Dios existe” o “Dios no existe”, “Creer en Dios” o “No creer en Dios”… no tienen un sentido lógicamente rigurosos sin antes aclarar a qué nos referimos con el término Dios. 

Por eso se puede decir, con el mismo Eckhart o Juan de la Cruz, que Dios es Nada (nada de cuanto podemos representar o decir). No concibo la realidad primera/última o Dios ni como algo (una entidad) ni como alguien (un sujeto), como ente supremo personal o impersonal, omnipotente o no omnipotente, exterior o interior, actuante u ociosa, ni como causa primera extrínseca del universo. Pero aun menos la concibo como mero constructo mental/cultural humano. Es lo real fontal, aunque sin entender “fuente” como algo que preexiste a lo que de ella nace sin cesar.

Para decir esa realidad primera/última recurro al lenguaje simbólico, metafórico. Por ejemplo presencia, aliento vital, alma del mundo, creatividad que es en todo cuanto es… O “fondo” de cuanto es. Pero el fondo no existe separado de la forma. “Fondo” es una forma de decir aquello a lo que los presocráticos llamaron “arjé”: no algo distinto a la forma, sino el puro y pleno ser o tal vez mejor “potencialidad” o creatividad que se traduce en forma, en todas las formas, en todos los entes; también se traduce en cerebro, mente, lenguaje… “Forma es vacío, vacío es forma”, se dice en el Sutra del corazón, un texto de referencia del budismo mahayana.

“Relación creativa” o “creatividad relacional” me parece una bella metáfora de Dios. Todo en el universo (o multiverso), desde lo infinitamente pequeño hasta la infinitamente grande, está en relación, y la relación es creativa: todas las infinitas formas –físico-químicas, vivientes, conscientes…– de la realidad emergen de la relación, son fruto de la relación en sus infinitas formas (físicas, biológicas, psíquicas…). Así, Dios podría ser concebido como la infinita red de relaciones creadoras del universo/multiverso.

El propio término “Dios” o sus equivalentes en diversas lenguas (Dieu, God, Gott, Bog…) es una metáfora del misterio, de la realidad creada y creadora en la que somos y que es en todo.

SANTIAGO VILLAMAYOR

Recojo el buen sentir popular y digo que representa lo mejor que puede decir o a lo que puede aspirar el ser humano. El ideal de bondad, justicia, belleza, fraternidad, etc. Un buen sentir sin embargo deformado en una representación doblemente errónea: por la figura, un Theos y por el modo de decirlo, descriptivamente y con fe cierta.

Dios es una creación maravillosa de la emergente conciencia a la vez que una expropiación o sublimación, que, a pesar de todas las desgracias y crímenes en su nombre, ha ido llevando a la humanidad a estados de mayor libertad y dignidad. Y a bellísimos constructos artísticos y de todo tipo. Primero sentido con fascinación y con miedo, luego objetivado en seres concretos y recientemente puesto en cuestión por el ateísmo y superado en el posteísmo.

Hoy se siente, lo siento, no como algo o alguien independiente, Espíritu, Señor, Madre o cualquier figura objetiva y concreta en el horizonte del anhelo de plenitud, sino como tal horizonte. Dios no es algo, alguien, ni dentro ni fuera de las cosas. No se defiende con una fe que se tiene como cierta ni se niega desde una razón lógica y empírica. Es más bien un símbolo, un constructo de la mejor realidad que nos mueve y alienta, la plenitud, el valor incondicional y sublime, sagrado, de todo lo que hay. Y no se entienda esto como una definición sino solo como un apuntar a una propiedad que emerge de la conciencia sin poder llegar a afirmar su existencia objetiva.

El término Dios, de profunda y extensa significación quedará siempre manco. No puede dar realidad a lo que significa y sin embargo pone en movimiento toda la potencia de la conciencia hacia su reificación. Es un constructo mental de inmensa productividad, a veces negativa. Su significación se convierte en realidad cuando se vive y se actúa conforme a ella. A base de amar llegamos a conocer, a base de confiar, la esperanza construye realidad.

Nosotros creamos al Dios que nos crea. Inventamos un Dios para así, ahora, ser mejores y darnos una vida mayor en la que nos contamos que dicho ideal es real. El símbolo pues opera para crear realidad. Esta operatividad del símbolo se debe a la seducción de la belleza, el amor que despierta y a la indefinición e incertidumbre que nos dejan en libertad. Siempre al borde del abismo, de la provocación a afirmar o negar pero solo cabe el agnosticismo del amor que es el estadio último de la conciencia antes de chocar con su limitación. El amor y el simbolismo son “madres sin padre”, es decir confianza y acción sin razón suficiente. Libertad enamorada. En este sentido teísmo y ateísmo son igualmente pretenciosos.

Nosotros creamos al Dios que nos crea en un círculo virtuoso en el que no sabiendo quién o qué es eso que nombramos, puede convertirse sin embargo, en lo más real de la vida que nos está continuamente creando y humanizando. Se convierte así en algo real, no físico, pero con más presencia que otra muchas cosas que consideramos muy reales a la par que desapercibidas como es a veces la injusticia. Lo que no vale es poner apodos a lo que no tiene nombre

Lamentablemente sin embargo la acepción generalizada de este término es la peyorativa de un Theos citada al principio. Suscita abandono y en mí una crítica severa que raya en rechazo a la religión.

TONY BRUN

Con las siguientes palabras propuestas por el compañero José Arregi, y acordadas en grupo, nos introducíamos a dialogar y debatir al respecto del tema “Dios” y también comentar sobre preguntas y posibles respuestas más concretas y opcionales pero también abiertas a nuevas respuestas:

Dios (en sus diversas formas lingüísticas) es un término equívoco, quizás el más equívoco de todo el diccionario. Con el mismo término se dicen cosas muy distintas y contradictorias. De modo que afirmaciones tales como “Dios existe” o “Dios no existe”, “Creer en Dios” o “No creer en Dios”… no tienen un sentido lógicamente rigurosos sin antes aclarar a qué nos referimos con el término Dios. Este equívoco ha acompañado al uso del término o sus

equivalentes desde su origen. El equívoco del término Dios (o de sus equivalentes) se proyecta inevitablemente sobre todos derivados de él: teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo… Ello no vuelve inútil, sino más necesario, debatir sobre Dios.”

Ante esta introducción yo me preguntaba: “¿Cuáles ejemplos podríamos mencionar de “las cosas contradictorias” que se dicen con el término Dios? El modo como está planteado este párrafo deja la impresión que habría un modo de usar el término Dios que no sería contradictorio o equívoco.

Si es un término equívoco (esto es contradictorio, y todos los sinónimos p.e. impreciso, ambiguo, confuso, dudoso, oscuro, sospechoso, reticente, anfibología, tergiversación, dilogía, doble sentido, retruécano, confusión, equivocación, error), su uso ¿no conduciría siempre a la equivocación y al error? ¿O es que hay un modo en que el término Dios se salva de la equivocación y el error? Si lo hubiera, ¿cuál sería ese modo?”

Algunas de estas preguntas, quisiera ampliar ahora con comentarios abiertos a más diálogos.

1. ¿Qué entiendes por Dios?…

Se proponían 3 opciones como respuestas posibles pero no únicas: 1) Un mero constructo mental/cultural humano.
2) La Realidad fontal, el Ser o el Fondo de cuanto es.
3) Todo en todo y Nada de nada.

Me adhiero a la respuesta 1) pues todo lo que se dijo o se diga sobre “Dios”, siempre es un humano que lo dice.

Las otras opciones #2 y #3 (y otras semejantes) aunque loables no son más que conjeturas. Son también constructos mentales místico filosóficas y teológicas llamando “Dios” a aquello que todavía ignoramos para desde allí impregnarlo todos los espacios del conocimiento y la ignorancia humana redundando en metáforas para intentar explicarse. Cuando ya más nada cabe, la misma y equívoca palabra “Dios” es una metáfora del Misterio. Las metáforas son buenas y son un recurso del lenguaje para ayudar a entender, pero a veces interfieren y acaban confundiendo. “No ganamos nada etiquetando nuestra ignorancia con la palabra Dios” (Jerry Allen Coyne, genetista estadounidense).

No hay ninguna evidencia sólida y seria que apoye llamar “Dios” a alguna “cosa”, “fenómeno emergente” o “algo” o “alguien”. Por supuesto, podemos conjeturar y usar la palabra“ dios”para todo y para cualquier cosa. Y aquí quiero citar al premio Nóbel de Física (y ateo) Steven Weinberg: “Algunas personas tienen una idea de Dios tan amplia y flexible que resulta inevitable que se topen con él dondequiera que miren. Uno ha escuchado “Dios es el Todo”, o que “Dios es nuestra mejor naturaleza” o que “Dios es el Universo”. [y yo agregaría “Energía originaria, Vacío cuántico, el puro Ser, Aliento originario, Misterio absoluto, Comunión, Llama de bondad” y muchas otras metáforas más]. Y dice Weinberg: “Por supuesto, como ocurre con cualquier palabra, podemos darle a la palabra “Dios” cuantos significados queramos. Si usted quiere decir que “Dios es energía” entonces lo podrá encontrar en un trozo de carbón”. (Weinberg, S. El sueño de una teoría final: la búsqueda de las leyes fundamentales de la naturaleza (Barcelona: Crítica, 2010)

Tal vez lo que Weinberg quiere decir es que deberíamos usar la palabra “Dios” de la manera en que la gente habitualmente la ha entendido. Muy pocas veces, Einstein invocaba la palabra “Dios” (no fue el único científico que lo hizo) pero eso llevó a desafortunados malentendidos y equívocos.

Más modernamente científicos como astrónomos, físicos y biólogos se abstienen se usar la palabra “Dios” aún metafórica o panenteísticamente, pues tal uso tiene una capacidad probada para confundir, pues para la inmensa mayoría de la población global “Dios” es algo o alguien sobrenatural, y esto es una confusión perniciosa.

Citando a Einstein: “Sentir que detrás de cualquier cosa que pueda ser experimentada existe algo que nuestra mente no puede captar, cuya belleza y sublimidad nos alcanza solo indirectamente…”Nosotros podemos adherirnos al sentimiento de estas palabras. No es difícil sentir el entusiasmo cuasimístico ante las emergencias maravillosas del universo macro que nos rodea y micro que nos habita. Al investigar los orígenes y complejísimos desarrollos de la realidad del universo y la vida no podemos menos que maravillarnos en la contemplación y en el conocimiento que nos ofrece. Pero nada más. No es necesario que la ignorancia sea recompensada con explicaciones sobrenaturales o místicas, las cuales aunque no se identifican plenamente con la ciencia, ni tampoco la contradicen, se esfuerzan por extrapolar sus evidencias yendo más allá de ellas, cayendo irremediablemente en lo acientífico. En lo personal, prefiero siempre el asombro de la comprensión que el asombro de la ignorancia.

Además “no captar” no tiene necesariamente que significar “imposible de captar por siempre jamás”. Hay muchas cosas que hace siglos no captábamos y no faltaban teístas, místicos, y hasta científicos religiosos que colocaban al “Misterio Dios” en aquellos “vacíos” y desde aquellos “vacíos” encontrarlo en todos los fenómenos y formas emergentes.

Que la realidad es autocreativa e imprevisible, lo sabemos; y también sabemos que es y será inevitablemente entrópica. Nos asombra las formas complejas en que la realidad se desarrolla, y más aún nos maravillamos cuando en niveles superiores de complejidad, surge algo nuevo, inesperado e impredecible. Pero llamar “Dios” a esta creatividad, es antojadizo e inútil y puede ser engañoso. (Trivers, Robert: La insensatez de los necios. La lógica del engaño y el autoengaño en la vida humana. Katz Editores: Buenos Aires 2013)

Pese a todo, algunos científicos aún persisten en llamarlo así. “Este proceso creativo de emergencia – sostiene el biólogo Stuart Kauffman – es tan asombroso, tan abrumador, tan digno de asombro, gratitud y respeto, que para muchos de nosotros es Dios suficiente. Dios, un Dios plenamente natural, es la creatividad misma del universo».

El Dios metafórico o el Dios panenteísta y poético al que algunos científicos aluden – es verdad – está a años luz del Dios Ente y Creador espiritual al que es muy conveniente adorar. Pero, la mayoría creyente de la población global es incapaz de distinguir entre uno y otro. Tal vez el mundo fuera mejor con esa confianza y reverencia panenteísta loablemente más sutil y matizada. Pero la melancólica verdad es que esa clase de creencia o sentimiento místico – “…uno de los grandes retazos que sobreviven y prosiguen existencia propia tras el estallido de la religión” escribió Alfredo Fierro ( http://www.alfredofierro.es/la-religion-en-fragmentos/) es, en números, realmente insignificante.

2. ¿Por qué existe lo que existe?
– Dios es la “energía originaria”
– Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital
– La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué

BERTA MUÑOZ

Pues la verdad es que yo no sé por qué existe lo que existe y ni siquiera sé si necesita un por qué para existir puesto que todo lo inmenso, lo inconmensurable o lo indecible, como el Ser, la Verdad, el Bien, la Belleza, la Creatividad… son porque son y creo que ni necesitan una causa ni tampoco ser efecto de ninguna causa…

Sólo puedo decir que a mí me asombra este Misterio que a veces soy capaz de vislumbrar e intuir y me ensancha el alma, es decir, cuando ese vislumbre emerge, me siento expandida, unida y hermanada con todas las cosas, me lleno de comprensión, de compasión y de cuidado por la Vida y por todo lo que me rodea. Soy más humana. Yo experimento que es una Presencia. A veces siento que es esa nueva experiencia de Dios no teísta ni externa ni como ente aparte pero, tan profunda y tan íntima, que por eso me gusta decir que “somos de familia divina”, porque intuyo que esa Energía de infinita creatividad, que se da incesante y amorosamente, es el Dios al que sigo invocando tantas veces… No sé si me confundo y sigo evocando al Dios personal que siempre estuvo en mi vida o es ese Ser verdadero que soy, que somos… No lo sé… aunque la verdad es que, en estos momentos, acepto mi duda e incluso mi posible experiencia ambivalente, porque ya no me dejo alienar por ese dios externo a mí, todopoderoso, al que me encomendaba, que veía y juzgaba todo lo que hacía y que premiaba o castigaba. Ya de todo ese lastre me he liberado y asumo mi responsabilidad de Ser y de dejar que mi Ser auténtico emerja al servicio de la Vida.

Me gusta verme y experimentarme como un instrumento de esa orquesta de la Vida que toca una melodía divina. Lo vivo como momentos de “inspiración”, por así decir, en los que, sin saber cómo, me conecto con la Vida y fluye una energía limpia, no contaminada egoicamente que incluso a mí misma me sorprende, y que me conecta y me une muy profundamente con los demás. Lo distingo muy bien de cuando actúo desde mi mente egoica, juzgadora e individualista porque siento que, en esos momentos estoy fuera de mi Ser, de la Presencia que verdaderamente soy. Cuando me doy cuenta que estoy actuando desde el ego, lo vivo como una traición a mí misma, a mi verdadero Ser, y lo que doy es producto de mi ego, con lo cual es ilusorio o fraudulento. De ahí que, para mí, tenga un profundo sentido la práctica del silencio para poder entrar en el Misterio del Ser, de la Creatividad originante o del Aliento vital.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA,
No sé por qué existe lo que existe, como todo tendrá una causa, pero si podría ponerle a Dios el nombre de Misterio del ser, Vida o sustento fontal de la vida, creatividad, Energía creativa y cooperativa, Amor fundante…Aun sabiendo que son nombres inadecuados.

GERARDO GONZÁLEZ

“Dios es el nombre del Misterio del ser y de la creatividad o del Aliento vital”. Pienso que todo misterio lo es para alguien que no logra descifrar plenamente algo que intenta conocer. Sólo hay misterio para un cognoscente frustrado o atemorizado. Pienso igualmente que Misterio adquiere sentido en el paradigma patriarcal y en el contexto de la teología negativa, en los que todo intento o pretensión de conocer algún atributo divino atenta contra la brecha ontológica radical que se supone separa al creador de la creatura, al “soberano” del “súbdito”. Por otra parte, la referencia al “Aliento vital” nos retrotrae nuevamente a la antigüedad remota y el relato del Génesis en el que Dios, habiendo modelado el cuerpo de Adán en greda, le infunde vida al insuflar su aliento por las narices. La creencia que los humanos estamos ‘animados’ por un ‘alma’ inmortal de origen divino sigue siendo una creencia compartida por multitud de creyentes por miles de años, creencia difícil (o más bien imposible) de compatibilizar con el avance en las ciencias de la vida.

“La pregunta no tiene sentido: el mundo es sin por qué.” Sólo nos consta que somos los humanos los únicos seres pensantes capaces de conferir sentido individual y colectivo a nuestro actuar. Y eso en la Tierra, nuestro minúsculo habitáculo. La pregunta original misma es de una pretensión aterradora.

JOSÉ ARREGI

Sin duda, el universo existe por algo. La cuestión es si ese algo es una causa “externa” o si el universo es eterno y autocreador.

Hace tres años se publicó en Francia un best-seller, ya traducido al español: Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución (Editorial Funambulista, 2023). Se presenta como la única respuesta racional posible a un dilema aparentemente simple y claro: “O el universo fue creado por Dios” o “el universo es exclusivamente material”. Un planteamiento más que problemático, pues el libro no examina críticamente dos cuestiones previas fundamentales y absolutamente ligadas entre sí: qué significa Dios y qué significa materia. Los autores vienen a decir: “El universo no pudo crearse a sí mismo, luego lo creó ‘dios’ ”. Es un argumento basado en dos presupuestos sin justificación alguna: un concepto “materialista” de materia que necesariamente ha debido ser creada desde fuera, y un concepto “teísta” de un dios ente metafísico y creador extrínseco. Es excesivamente simplista tanto desde un punto de vista científico como teológico.

En efecto, en lo que se refiere a la materia, solo conocemos el 4% de la materia- energía de este universo nacido del Big Bang, que no sabemos de dónde ni por qué se produjo, pero no de la nada ni por la intervención de un dios ente metafísico exterior. Cuanto más conozcamos la materia-energía de este universo, más sabremos sobre el cómo y el porqué del Big Bang, y tal vez algún día sabremos si este universo nació de otro, y aquel de otro y así sucesivamente sin fin. En cualquier caso, por lo que sabemos, el universo/multiverso es holístico; un todo formado de partes que son también un todo formado de partes y así indefinidamente. Un universo enteramente interrelacionado y autocreativo. La materia-energía originaria no sería, pues, “materialista”, inerte, contrapuesta a “espíritu”, sino dinamismo, relación, información, potencialidad, creatividad, y transcendería nuestras categorías de espacio-tiempo. La realidad “originaria” es tal vez un “Vacío cargado de información” y de potencialidad (B. Besret).

En cuanto a Dios, un ente metafísico infinito y eterno, creador de un universo espacio-temporal finito, es un postulado que la ciencia no puede ni afirmar ni negar, ni verificar ni falsar, como “demostró” Kant. Por ello, el científico podrá formular dos preguntas, las más simples e ingenuas, a la persona que cree en “dios”: 1) ¿Cómo sabes que existe? 2) Y si existe, ¿qué o quién lo creó? Desde un punto de vista teológico, Dios no es respuesta a ninguna pregunta, sino la metáfora de todas las preguntas; no es causa explicativa de nada, sino el nombre metafórico del misterio que hace ser todo eternamente desde el corazón de todo cuanto es.

Me parece coherente con la física afirmar que el universo/multiverso es transespacial u transtemporal y autocreativo. Y me parece coherente con muchas tradiciones filosóficas y teológicas místicas, afirmar que “Dios” es el alma o el respiro del mundo o la creatividad que hace que todo se haga o se cree por sí mismo, que todo sea creatura y creador, tanto para sí mismo como para todos los seres. La creatividad no es anterior ni exterior a ninguna forma emergente del universo, sino simultánea y recíproca a las formas (energía, campo, onda, partícula, átomo, molécula, órgano, organismo, planeta…). Se puede decir que creamos la creatividad que nos crea. El Maestro Eckhart repite una y otra vez que “engendramos a Dios”.

SANTIAGO VILLAMAYOR

No lo sé. “Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía.” (J.L. Borges). Conjeturo que es más irracional que no haya nada que el hecho de que haya algo. Dado que pensamos y la identidad entre el pensar y el ser, hay algo porque hay pensamiento y hay pensamiento porque hay realidad. La hipótesis que mejor me explica esta cuestión procede dela ciencia: las teorías científicas del Bigbang, la evolución, la mecánica cuántica, el emergentismo, etc. Ya no presupongo ningún Ser Superior, creador increado. La clásica pregunta de la filosofía (Leibniz) ¿Por qué hay algo y no nada? está todavía por contestar. Lo mismo que porqué hay amor y no solo odio o indiferencia. Prefiero ya declararme incompetente, agnóstico y afásico. Y considerar la pregunta de modo positivo, el no saber o agnosticismo es fuente, permite, un mayor desarrollo de la bondad y de la belleza como ocurre en los ciegos que desarrollan más otros sentidos porque no ven. (“fideísmo débil”)

TONY BRUN

En principio la pregunta (¿Por qué existe lo que existe?) me es confusa. ¿Se pregunta por el sentido de lo que existe? O simplemente del ¿por qué algo existe? Pienso que se pregunta por lo segundo. Es decir, del ¿por qué algo existe? Entonces, en general y sobre todo en el reino macroscópico, si algo o alguna cosa o fenómeno existe, es porque hubo razones o causas explicables que derivaron en su existencia. Es decir se podría explicar razonablemente su existencia. No obstante, con el descubrimiento del mundo cuántico no siempre es posible encontrar una explicación tan determinista y causal de los procesos que gobiernan el reino de lo microscópico. Pero aun así, todavía podemos hablar de una “causalidad probable” en el sentido que dada una causa se pueden prever, con cierta probabilidad, determinados efectos fenómenos. (Ver: http://asagrayandcharlesdarwin.com/vi-chance-causality-evolution.html#_ftn87 ).

En todo caso, ya no tenemos necesidad de recurrir a las creencias religiosas o místicas cuando nos vemos enfrentados a preguntas tales como: ¿por qué existe la vida?, ¿por qué razón existimos?, ¿qué es universo?

Si se quiso preguntar por el sentido de la existencia de algo, ¿se debería usar “para qué?” En todo caso, el sentido o significado de la existencia de algo, siempre lo damos nosotr@s, Homo Sapiens. No hay un propósito ni en la naturaleza ni en el universo

3. ¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”,

“Nosotros”?– Dios no es menos que Tú, Yo, Nosotros

– Son elucubraciones vacías y engañosas
– Son formas antropomórficas de decir la Realidad 

BERTA MUÑOZ


Yo veo y siento que Dios es en todos y en todas las cosas. 

A estas alturas de la vida, me da igual llamarlo Dios o no, porque sé que es una Presencia, una Realidad Fontal, como dice José, que es el Fondo que alienta las infinitas formas en las que se manifiesta la biodiversidad y el cosmos o el universo y la Realidad de la Vida en sus expresiones más auténticas y sencillas que nos rodean… Es la incesante Creatividad que se expresa y se da y se da gratuitamente y ahí es donde veo que es una Creatividad de Amor infinito e incondicional. El gran psicólogo humanista Carl Rogers, atestiguaba que en todos los seres humanos que había tratado, incluso los más enfermos, perdidos o perversos, en lo más profundo de su ser, siempre había encontrado una presencia, una huella del amor. En esta misma línea, la eminente bióloga Lynn Margulis llegó a contraargumentar la teoría de Darwin sobre el dominio y la supervivencia de los más fuertes… Ella decía que “no es más fuerte el que lucha y vence sino el que coopera”…

El Amor originario que se da a sí mismo incesantemente se expresa en una realidad polimórfica e interrelacionada. Nadie se salva solo, decía Jesús, quien vivió esa experiencia de unidad y anheló que así la percibiéramos y la viviéramos todos. No obstante, comprendo que decir que somos Amor en nuestro Ser esencial es difícil de aceptar ante la existencia del mal. Hoy día, cuando vemos a nuestro alrededor y a nuestro mundo plagado de violencia, de guerras, de genocidios como el de Gaza, de terrorismos, de tráfico de armas y de múltiples formas de esclavitud de seres humanos, de violaciones masivas de los derechos humanos, de violencia y exclusión de las mujeres, cuando vemos atrocidades cometidas por fundamentalismos religiosos, el capitalismo depredador y ecocida, etc., etc… nos escandalizamos y rechazamos aceptar y experimentar que estamos hechos de Amor y por Amor.

Pero no podemos olvidar el gran error en el proceso de individuación de la especie humana cuando, en la etapa de desarrollo de la consciencia del yo, como paso a la autoconsciencia y a la experiencia de libertad, se sobredimensionó el yo de tal manera que nos llevó a construirnos un personaje, una máscara llamada “ego”, con la que nos hemos identificado como si de nuestra identidad se tratase, de modo que nos ha roto la percepción de la unidad esencial entre todos y en todo, para acabar viendo y viviendo al otro y a lo otro como un “otro u otra ajeno a mí” y, por lo tanto, como una amenaza o un enemigo potencial a dominar o combatir y… de esos barros tenemos estos lodos… que impiden que la Presencia, es decir, nuestro Ser Esencial de Amor,

nuestro Yo profundo, se manifieste de manera transparente, limpiamente sin interferencias egoicas. Claudio Naranjo decía que vivimos con “ceguera del Ser”, y eso nos produce una terrible frustración e infelicidad porque nos sumerge en las aguas turbias y oscuras de la “añoranza del Ser” que realmente somos, añoranza que intentamos llenar con las más inverosímiles formas de poder, de prestigio, fama, de consumo, de idolatrías, de adicciones… es decir, con todas las formas posibles de autoengaño y enajenación. De ahí, repito una vez más, la necesidad del silencio del ego, para que el Ser, Dios o como se le quiera llamar, aflore en ti, en mí y en todo lo que existe. Esa es mi esperanza en un mundo mejor posible.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Para mí sin duda son formas antropomórficas que hemos usado porque el Amor lo tenemos identificado con las “personas”, quizás sería bueno no seguir usándolas porque remiten a un “Ente” a una realidad dual, que está ahí ante mí. Pero también entiendo que son maneras de “tuificar” la Realidad, la Vida y yo sí turifico la vida, me dejo asombrar, me admiro, aprendo de las realidades vivas, “hablo” con las flores, las olas, los animales… Eso no supone que las considere “personas”, son vida de alguna manera “sagrada”. Fácilmente en toda la realidad conecto con la Fuente de la vida.

GERARDO GONZÁLEZ

Desde un punto de vista ontológico “todo lo que existe puede existir”. Los humanos somos personas interactivas, conscientes de sí mismas, que piensan, razonan, conversan, persiguen objetivos etc.; por lo tanto pueden existir otros seres que también sean y actúen como personas. El problema es que los humanos lo somos gracias a que tenemos todo un equipamiento orgánico –incluido por cierto nuestro cerebro—que nos permite serlo. Para los antiguos esto no era problema porque creían que éramos “persona” porque poseíamos un “alma” de naturaleza espiritual que nos permite serlo. No se trataba de que Dios fuera como los humanos –antropomorfo–, sino que Dios nos hubiera creado parcialmente espirituales, “a su imagen y semejanza”. Pero en el paradigma moderno, que cuestiona y supera el dualismo materia-espíritu, no hay espacio para entes espirituales que sean “persona”, como el dios, los ángeles y las almas humanas en que creen las y los cristianos.

JOSÉ ARREGI

¿Se podría afirmar que Dios es “yo”, “tú”, “nosotros”?, es decir, ¿Dios es personal? La primera cuestión es qué significa “persona”. Si se entiende el término en el sentido en que lo definió Boecio (s. V-VI), “substancia individual de naturaleza racional” (rationalis naturae individua substantia), Dios no puede ser persona, un sujeto racional, centro autoconsciente individual distinto de otro centro autoconsciente individual, un Supersujeto absoluto o, lo que es lo mismo, un Superindividuo absoluto, distinto de otros sujetos individuales. Es la imagen que subyace a todos los teísmos, y de manera especial a los monoteísmos..

Pero al rehusar esa imagen que llamamos “personal” de Dios, de ninguna manera quiero afirmar que Dios como realidad fontal sea “algo impersonal”. No puedo pensar que el fondo de la realidad que somos sea menos que eso que consideramos lo personal y lo humano en su hondura: conciencia, interioridad abierta, relación, empatía, respeto, cuidado, comunión, amor… Podríamos decir que la hondura de la realidad, el aliento vital infinito o la relación absoluta de todo lo que existe es más que personal, “suprapersonal” (así enseñaron Tillich, Schillebeeckx, Küng, Panikkar…).

¿Cabe decir que la realidad fontal es un yo o que es un tú? Cabe decirlo, ¿por qué no?, pero no que sea un yo frente a un tú, ni un tú frente a un yo, sino el yo profundo de todo yo y el tú profundo de todo tú. Mejor, tal vez: el yo profundo que late en el fondo de toda forma, y el tú profundo que emerge en lo más profundo de todo yo y de todo ser –humano, ave, árbol, fuente, átomo, partícula… y firmamento sin fin–. Así lo han vivido y dicho las poetisas y los poetas, las místicas y místicos de todas las tradiciones sapienciales profundas, religiosas o no, teístas o no teístas.

SANTIAGO VILLAMAYOR

¿“Yo”, “Tú”, “Nosotros”?…,las tres determinaciones son formas antropomórficas de decir la Realidad. Toda concreción sobre Dios es inútil como digo en la primera cuestión, una simbolización que no puede designar, una aproximación y una blasfemia a la vez. Se pretende atribuir a Dios la condición personal por expresar la realidad de mayor rango pero nada concreto lo puede encarnar

Decir que Dios es Padre, Madre, Fondo, Nosotros, Realidad, Incondicionalidad, Persona, etc. no es relevante sino el modo como se dice (El significado es el uso…Wittgenstein): la consistencia o condición categórica con que se afirma, si es suave metáfora que catapulta al ánimo, a la acción y a la mística o es una definición doctrinal, rigurosa que encorseta y se apropia de Dios. Tanto en un paradigma de Revelación como en otro posteísta.

Hablemos mejor de los horizontes de la perpleja existencia humana, de sus deseos vehementes de un ente supremo, de su tendencia al reduccionismo, a la futilidad de lo cotidiano, del pisoteo de lo más sagrado, etc. y allí abramos todas las refutaciones y ventanas de nueva luz pero no nos echemos al vacío poniendo por debajo una tensa sábana que nos recoja. Solo asomémonos, para comprender que la habitación del vivir no es ciega. Pero no digamos que la luz viene de este patio interior o de esas vistas del exterior como si hubiéramos comprado ya el piso de la verdad cierta.

TONY BRUN

¿Se podría afirmar que Dios es “Yo”, “Tú”, “Nosotros”? “Afirmar ”contiene entre sus sinónimos “aseveración, confirmación, prueba”. ¿Qué se puede “probar” sobre Dios en cualquiera de sus interpretaciones?

4. ¿Tiene sentido la oración en cualquiera de sus formas?
– Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz.- Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.- Decir a fondo la vida y todo lo real – en forma de acción de gracias, llanto, súplica… – es humano y transformador.

BERTA MUÑOZ.

La primera de las opciones de respuesta, “Ninguna forma de oración tiene sentido ni es eficaz”, me parece una temeridad porque sabemos tan poco del Misterio de la Vida, que casi me resulta arrogante realizar esa afirmación tan rotunda.

Creo que, ante la “añoranza de Ser”, la “oración” es una experiencia universal que se da como invocación o respuesta ante la inmensidad de la belleza, de experiencias de auténtico amor, de profundo dolor o de alegría sublimes que nos evocan nuestro Fondo auténtico. Por eso orar es una llamada, como un aldabonazo, capaz de abrir la puerta de acceso a nuestro Ser verdadero y más hondo, una llamada que abre a la Presencia real que somos, que nos hace más compasivos y humanos. Y eso es así porque, aunque estemos a años luz de nuestro Ser esencial, sabemos – porque es la Realidad más real que, en algún momento de nuestra vida hemos intuido y saboreado- que somos esa Presencia infinita de Amor, aunque muchas veces apenas tengamos consciencia de ello.

“Percibir en todo el Vacío, el Silencio, la Unidad… tiene sentido y resulta eficaz.” Llevo más de 20 años practicando el Silencio y el Zen. Hablo desde mi muy limitada capacidad de atención y concentración en el momento.

Practico a diario el zazen, que es una sentada en silencio, con la atención puesta en mi respiración y acompañándola de un koan. El sentido del zazen es acallar mi mente para que mi Ser Esencial aflore, es como quitarme de en medio para que Eso aparezca en mi vida diaria. Es un camino duro porque los pensamientos y sentimientos ilusorios son ilimitados, porque el ego lucha incansablemente por sobrevivir llevándonos de manera continua al pasado o al futuro porque, al vivir en el momento presente, el ego sabe que muere… Mi hábito de vivir con la mente lógica, juzgadora, parlanchina y veloz para salirse del momento presente es poderoso, por eso mi zazen es un desierto en el que me adentro cada día para intentar silenciar mi mente. Esa es mi forma de oración.

Los pocos momentos de silencio y de abismamiento que vivo son de paz, de serenidad, de amor y confianza en mi Ser esencial. Sé que ese Yo Profundo, ese Ser esencial es Uno y es el Fondo de todo y en todos, y lo sé no solo porque yo lo he vislumbrado sino porque respeto el testimonio de Jesús, de los místicos y de los maestros y maestras Zen, que me merecen confianza.

A pesar de todo, continúo practicando el zazen y el silencio porque no puedo traicionarme a mí misma, a mi Ser, a mi Fondo verdadero, que es el Fondo de todo y al que llamo Dios, aunque no lo vea.

“Decir a fondo la vida y todo lo real -en forma de acción de gracias , llanto, súplica…- es humano y transformador” Para mi es así. La acción de gracias a la Vida, al Ser que soy es algo que me sale de dentro por cosas muy sencillas: por vivir el amor, por la salud, por el bienestar material, por poder luchar para mejorar la vida de la gente, por la amistad, la familia, por tener alimento, cobijo y ropa limpia… Por la belleza de la naturaleza que me rodea, por vivir frente al mar y la montaña, por la bondad y la solidaridad de quienes comprometen su vida por mejorar la vida de los demás, sobre todo de los más excluidos…

Practico la oración “de petición”, prefiero decir “de anhelo”, responsabilizándome de generar en mi mente y en mi corazón lo que quiero para los demás. Y lo hago abismándome, silenciando mi mente egocentrada y egoinventada para que, desde mi Ser esencial, desde un estado mental de serenidad, de amor y de conexión con la Vida, pueda visualizar lo bueno que quiero para mí o para otra persona o para el mundo. Así lo vivo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Para mí durante mucho tiempo la oración ha sido un saborear textos religiosos que me conectaban y hablaban del amor incondicional de Dios, un diálogo amoroso de filiación. Tiempos de mirar a Jesús y desear vivir y ser como él , una experiencia muy rica que ha movilizado siempre lo mejor de mí.

Yo hoy no necesito llamarle oración (como experiencia relacional) sino tiempos y momentos para ampliar la consciencia de lo que soy de lo que Es , de lo que Somos. Experimento que hacer silencio, intuir, hacerme consciente de la Unidad que Somos, no sólo tiene sentido sino que es profundamente transformador y movilizador pero yo a esa práctica, en este momento de mi vida, no le llamo oración sino ampliar la consciencia de lo que soy de lo que Es.

Lo que sí practico mucho es la gratitud no sólo a las personas sino que siento mucha gratitud a la vida, me siento muy afortunada y agraciada por ella y doy gracias muchas veces. Esta práctica de mirar la vida con agradecimiento profundo me ayuda mucho en mi vida cotidiana. Eso antes yo lo llamaba oración de agradecimiento ahora es sólo vivir en el agradecimiento.

Otro tema distinto, que yo le llamo más contemplación que oración, es el de mirar al Jesús de los relatos evangélicos y dejar que esa mirada vaya iluminando mi persona, mi manera de estar en la realidad, mi modo de relacionarme con la vida, las personas, las cosas, la tierra…Para mí es muy importante dejar que esa mirada cotidiana vaya quedando grabada en mi corazón, en mis entrañas y pueda estar en la realidad reflejando ese estilo de ser, hacer, pensar, vivir.

GERARDO GONZÁLEZ

Tiene sentido para el creyente cristiano que cree en un Dios al que llama “Padre”, que sabe todopoderoso y omnisciente, la oración tiene sentido. Lo mismo podemos pensar de seguidores del Islam, el Judaísmo, el Sikhismo, la Fe Bahái y otras religiones que conciben a Dios como persona y a espiritualidades que trabajan por la vía mística la relación con lo que se presume como divino.

JOISÉ ARREGI

“Orar” tiene muchos significados, pero el término está asociado en general a la palabra dicha o hablada. Viene del latín orare que proviene de la raíz or- (hablar, llamar); su primer significado, sin connotación religiosa alguna, es hablar, decir, perorar. Orar significaría, pues, decir. ¿Decir qué y a quién? No tiene sentido decir algo para hacer peticiones, dar gracias o pedir perdón a un dios-alguien exterior.

Pero orar puede entenderse en un sentido más profundo: orar como decirse y decir la realidad a fondo.

Necesitamos decirnos, decir lo más hondo de nosotros mismos o de la realidad que nos envuelve y somos, estallando a cantar o rompiendo a llorar o sumergiéndonos en el gran silencio. El llanto y el himno, la protesta y la gratitud y la alabanza y – seres inacabados y necesitados como somos – la súplica y la petición para pedir perdón o dicha, vida o muerte… todas estas manifestaciones de nuestro ser ante el fondo de nosotros mismos y de todo tienen sentido. Nos decimos a nosotros mismos, a ese otro o a ese tú que es en el fondo cada uno para sí mismo, a todo lo otro, y a ese fondo de todo lo real que no es nada ni nadie, ni algo ni alguien, que es el alma o el corazón que late en cuanto es.

Mucho antes de que nacieran los dioses y se construyeran templos, los seres humanos ya oraban a la Tierra, los árboles y las fuentes, o al sol que amanece y se pone o a la luna y al fuego que alumbra de noche. Han orado durante miles de años ante algún dios, pero también sin dios alguno. No veo por qué no se pueda orar –decirse– con la misma emoción y hondura a, ante, en el misterioso fondo o la sagrada creatividad o Dios que no es ningún qué ni ningún quién, pero que se hace presente en todos los seres.

Me gusta pensar la realidad inabarcable como una liturgia cósmica que se extiende desde el corazón del átomo hasta el universo/multiverso sin fin; que todo se dice, todo ora, todo es como una interminable invocación; que el universo es una oración, una eterna comunión intercesora universal; y que orar es unirse a la eterna oración creadora del universo/multiverso.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Orar ya no es salir de este mundo para encontrar en un ser superior la comprensión y el bienestar definitivo; se trata más bien, y humildemente, de encontrar la dimensión profunda del propio ser. “Decir a fondo la vida”. La primera razón para orar es que la persona se siente más serena, más apropiada, más embebida de una atmósfera de ternura hacia todo, receptora de una emanación de bondad que esponja y dinamiza cuanto toca; se siente bella y animada

Socialmente no nos basta con la ética, la filosofía y la ciencia. Nos falta motivación y poética, necesitamos olvidar la incomprensión a cuestas, sumergir esa permanente inquietud ante la muerte, el dolor y los estragos de la limitación en un mar de confianza o en la paradójica y sólida tierra, esponjada por una esperanza muchas veces voladiza, líquida. Necesitamos el silencio que habla, la materia que se desnuda.

TONY BRUN.

Tiene sentido la oración… …Para quien cree y confía, tiene sentido. Igual que cuando toma un placebo creyendo que es un verdadero remedio.

5. ¿Pueden aún inspirarnos los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios?– Sí a condición de que se lean como metáforas libres
– No merece la pena volver a unos textos – Solo vale el relato científico

BERTA MUÑOZ.
Como yo creo y experimento que Dios, el Ser o la Presencia es en todas las cosas,  me gusta vivir y ver ese fondo en muchas cosas, también en textos, en testimonios, en la naturaleza, en obras de arte, como la música, por ejemplo…

Ya nada me vale como palabra de dios porque no me vale absolutizar nada que sea excluyente. Tampoco la ciencia porque esa absolutización nos ha llevado a la creación de los dogmas y de eso ya hemos salido escaldados.

Lo que sí sigue teniendo para mí un valor referencial es la vida y los relatos sobre Jesús de Nazaret. Creo que Jesús es una de las vidrieras a través de la que se me transparenta la luz del Ser esencial que somos, de la Creatividad originante y plena de Amor que es en todo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

A mí sí me inspiran algunos relatos cristianos y no cristianos llenos de sabiduría y belleza pero sabiendo que son metáforas, mitos, parábolas… que expresan profundas verdades de la vida, de la realidad que no siempre se pueden expresar de otra manera. Los leo como narración simbólica de experiencias que a otras personas les han ayudado y me ayudan a mí también.

GERARDO GONZÁLEZ

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios pueden ayudar a comprender la historia de diversos pueblos y cómo el relato religioso es usado para justificar objetivos políticos de dominación e incluso de genocidio. Sirva de ejemplo el relato de la conquista de la “tierra prometida” narrado en el libro de Josué. Cuando la ciudad de Jericó está siendo asediada, Josué dice al pueblo de Israel que la está cercando “Gritad porque Yahvé os ha entregado la ciudad” …. la que será consagrada al exterminio en honor de Yahveh …. Y el pueblo escaló sus muros y se apoderó de ella … exterminando a filo de espada a todos cuantos en la ciudad vivían, tanto hombres como mujeres, jóvenes como ancianos, e incluso el ganado…

JOSÉ ARREGI

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios, sin duda, pueden inspirarnos, a condición de que sepamos leer los relatos y entender las creencias en un registro simbólico y libre. Ningún mito tradicional anónimo, como ningún cuento de autor conocido, cuentan hechos “históricos”, sucedidos a la letra, pero en el fondo narran figuradamente nuestras experiencias humanas profundas, que siguen siendo tan actuales en la era de la inteligencia artificial como lo fueron hace miles de años, mucho antes del nacimiento de la escritura, de las religiones o de las divinidades concretas. Describen nuestros miedos y esperanzas, amores y rencores, perdón, odio y venganza, guerra y paz. Los grandes mitos reflejan al Homo Sapiens/demens inacabado que somos, en busca de una plenitud anhelada. Somos Gilgamesh el errante en busca de una inmortalidad imposible, según la epopeya escrita en Mesopotamia (Irak) hace 4000 años. Somos Odiseo o Ulises, el humano siempre en camino de retorno a su hogar. Somos Penélope, la fiel, y Antígona, víctima y heroína. Somos Prometeo el rebelde, Sísifo el abrumado, Narciso en busca de sí y del otro de sí. Nunca existieron, pero están dotados de poder inspirador o catártico.

Nada de lo que nos cuentan los dos relatos – bien distintos, por cierto – de la creación del mundo y del ser humano en los tres primeros capítulos del Génesis tiene valor científico alguno, pero son poemas llenos de belleza y de fuerza evocadora o de poder revulsivo: “En el principio”, “El espíritu aleteaba sobre las aguas”, “Dijo”, “Hágase” (a sí mismo), “Y así fue”, “Y vio que era bueno”, “Y al séptimo día descansó”, “Llenad la tierra y sometedla, dominad” (¡!), “Dios formó al ser humano de arcilla y sopló en su nariz un hálito de vida”, “Lo puso en el huerto para que lo cultivara y lo cuidara”, y dos árboles en Edén: “el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal”), “Estaban desnudos y no se avergonzaban”, “Tomó de su fruto y comió”, “Maldita sea la tierra por tu culpa”, “Con fatiga comerás sus frutos”, ”Eres polvo y al polvo volverás”. Soy Adán y Eva, Caín y Abel, Abrahán, Sara y Agar, Isaac y Jacob, el faraón y Moisés, Job y sus amigos, Jonás y Esther…, aunque nada de lo que se nos cuenta de tales personajes sea histórico. Y muy poquito de todo lo que cuentan los Evangelios, canónicos o apócrifos. Los relatos sobre el nacimiento o la resurrección de Jesús no contienen nada históricamente real, pero son (para mí) metáforas inspiradoras de lo más real y transformador. No me interesa mucho la “verdad histórica” ni la “verdad dogmática”, sino el poder inspirador capaz de alentar la vida y hacerla creadora, recreadora.

Lo mismo se aplica a todas las creencias y dogmas de cualquier religión: en su significado literal, son constructos culturales. Pero muchos términos o expresiones tradicionales de los credos, rituales, cánticos, códigos… pueden todavía ejercer su poder evocador o inspirador, más allá de su significad literal. Pueden ser “performativos”. Solo nos vale lo que nos mueve, nos conmueve y estimula, lo que transforma nuestros gustos y criterios profundos. Lo que nos inspira. Y aquello que nos resulta contrainspirador, podemos simplemente dejarlo de lado. O seguir leyéndolo como espejo catártico que nos hace tomar conciencia de nuestras sombras, o de las sombras más negras y violentas de “dios”: “Tú también eres eso”, o: “A eso llamas dios”.

Sea cual fuere el uso concreto que hagamos de los relatos, creencias y expresiones “religiosas” tradicionales acerca de “Dios”, de la vida o de la realidad en general, lo que está claro es que no solo vivimos de ciencia, de matemáticas, de conocer el peso y la medida, la composición química del agua o el origen evolutivo del petirrojo o de la especie humana. Einstein escribió en 1931: “La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia… La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a las que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas… son esta certeza y esta emoción las que constituyen la auténtica religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, es en el que soy un hombre profundamente religioso” (El mundo como yo lo veo).

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Los relatos y las creencias religiosas antiguas acerca de Dios inspiran a condición de que se lean como metáforas libres. Fiarnos más de la metáfora y del silencio activo que del literalismo, de la mucha palabrería religiosa. Podemos ejercer de espeleólogos de metáforas y encontrar vetas de esperanza, ahondar en la bondad “subyacente” expresada en las tradiciones éticas y religiosas, sus utopías y grandes textos, encontrar la consolación en la filosofía o la serenidad con la meditación, entrar en la intersubjetividad doliente, acercarse al que sufre y juntos intentar una nueva vida que, compartida, será más una canción que un valle de lágrimas. Todo relato que contribuya a eso puede inspirarnos. Sin hegemonías

TONY BRUN

Los relatos pueden ser valorados y considerados como literatura narrativa y poética, y sólo en cuanto a tales, podrían resultar en inspiración, insuflar consolación y motivación. Pero no todos los relatos, muchos también deberán ser desechados por su carácter grotesco, violento, y evocadores de la maldad. Mucha maldad ya sembraron las religiones en las mentes humanas con sus relatos y creencias sobre dioses y líderes narcisistas, autoritarios, guerreros, sanguinarios y vengativos. Las creencias religiosas antiguas sobre Dios son eso, creencias y fantasías, y muchas, realmente muchas son peligrosas. “No todos los creyentes metafísicos han sido violentos, pero diría que casi todos los perpetuadores de violencia en gran escala han sido creyentes metafísicos” (Gianni Vattimo).

6. Teísmo, ateísmo, posteísmo, transteísmo, panenteísmo, teoempantismo…:
– Con cuál de estos términos te sientes más identificad@?
– No es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz Dios (theos)

BERTA MUÑOZ.
Tal y como vengo diciendo, por mi experiencia en el Zen, me identifico más con el panenteísmo, aunque la verdad es que me incomodan las etiquetas porque mi trayectoria espiritual fluye y no sé a dónde puede llevarme la Vida. Por lo tanto, prefiero estar abierta y atenta a mi experiencia de silencio interior y a la escucha de las manifestaciones del Ser en lo que me rodea. Creo que, en ese sentido, la Vida nos cuida a través de una mayor sintonía entre “dentro y fuera”, pero sé que ha de llegar un momento en que esa sintonía llegue a desaparecer y a ser UNA, porque ya no exista ningún dentro ni fuera, sino solo Presencia.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Aunque sé que no es posible eludir el equívoco de cualquiera de dichos términos en la medida en que todos contienen la raíz “theos” y evoca una realidad en la que hoy ya no creo con el término que me siento más cómoda es con el de “Panenteismo”, para mí expresa una profunda verdad, todo es (somos) en ese Misterio y ese Misterio Es en todo.

GERARDO GONZÁLEZ

Mi identidad en este ámbito ha ido cambiando y matizándose en las últimas tres décadas, pasando de creyente cristiano tibio a agnóstico inquieto, a posteísta crítico, a post-posteista ateo, y a humanista bioecocéntrico, seguidor (a la distancia) de Jesús maestro. Me explico:

Cuando en octubre de 2015 terminé de escribir “Con la leche de mi madre: Historia de mi fe”, (El texto completo de “Con la leche de mi madre: historia de mi fe”, así como de otros escritos míos pertinentes, puede ser visto en gerardogonzalez83.academia.edu) lo hice intentando contestar la pregunta eje de mi búsqueda: “¿Creo o no creo en Dios? Y es una pregunta dirigida directamente a mi propia fe actual. Mi respuesta es un “no sé”. Pareciera que he dejado de creer en el dios de los cristianos, que es también en último término el de los musulmanes, judíos, bahais, sikhs y muchas otras religiones. Sin embargo, el admirable fenómeno de la vida, del que soy parte, no me parece que pueda ser fruto sólo del azar y del tiempo. Tiene que haber algo o alguien que lo explique. ¿Cuán algo y cuán alguien es? ¿Cuán inmanente y cuán trascendente es a mi propia existencia? ¿Cuán cercano o ajeno es a mi ir viviendo aquí y ahora? No lo sé. Sólo tengo preguntas.” Es la respuesta de un agnóstico que asume con humildad las limitaciones del pensamiento humano que va levantando dudas e incertezas a medida que busca y avanza.

La lectura crítica de Roger Lenaers (Ver nota 1) me puso en contacto con la corriente posteista de pensamiento y me motivó a profundizar en la evolución histórica del concepto de “espíritu” y la concepción dualista materia/espíritu de la realidad. Llegué así a la convicción de que en el paradigma moderno –como señalé—no hay espacio para entes de naturaleza espiritual y sí para la emergencia de organismos de complejidad estructural y funcional creciente, soportes de fenómenos tales como la ‘vida’, la ‘consciencia’ y la ‘cultura’, propuesto por el biólogo Stuart Kauffman.

Hace tres años formamos con José María Vigil, Santiago Villamayor, José Arregi y Tony Brun el grupo de reflexión autodenominado “PostLenaers”. Su propósito: profundizar en la deconstrucción del teísmo y desarrollo de una o más propuestas posteístas. En años recientes el grupo se ha diversificado con la incorporación de Elsa Támez, Emma Martínez y Berta Muñoz. El diálogo ha sido enriquecedor, pero nada fácil por provenir de búsquedas existenciales distintas y aún en curso.

Para algunos en el grupo la deconstrucción del teísmo no cuestiona la existencia de Dios sino la validez de una particular concepción o “imagen” del mismo. Se abre ahí un abanico de posibles “nombres” para “Dios”, tales como el Inefable, el Misterio, la Realidad, el Fondo infinito de todo lo real, la Fuente Eterna e Inagotable. Para otros, entre los que me inscribo, la deconstrucción del ‘teísmo’ tiene por resultado práctico “la muerte de Dios” o, al menos, el término de su nostalgia. El tema “Dios” quedó atrás en nuestras búsquedas.

Debo confesar que a lo largo de mi vida adulta he pasado de vivir en un ‘teísmo suave’, en contacto de oración con un Dios cercano y amoroso; a un incierto posible algo/alguien que daría cuenta del prodigio de la vida en la Tierra, que podría ser un posteísmo; para aterrizar en años recientes en algo así como un ‘humanismo bio-eco- céntrico’, ocupado en avanzar como humanidad responsablemente hacia una sociedad humana global más justa, solidaria y feliz, que conviva en armonía con la comunidad de vida y con el planeta Tierra que nos cobija a todos. Mi preocupación no es ya entender el cosmos o teorizar sobre lo que acepto como misterioso para mí, sino que está acotada al ámbito de las certezas, al aquí ahora y en las próximas décadas, el mundo de mis hijos y de mis nietos. ¿Cómo darle sentido desde un protagonismo humano responsable?

JOSÉ ARREGI

El equívoco del término Dios se proyecta inevitablemente sobre todos los términos señalados en la pregunta, en la medida en que contienen la raíz theos (Dios). Si se entiende Theos o Dios como ente supremo exterior, no soy teísta, sino posteísta y ateo. Pero no me considero ni posteísta ni como ateo si con Theos o Dios nos referimos al misterio indecible de lo real, el fondo fontal o el aliento que habita y mueve cuanto es; en este caso me consideraría teísta, aunque no lo puedo decir así porque, en su uso común, este término se refiere hoy a la entidad metafísica suprema en la que no creo.
De todos modos, para expresar que ya no “creemos” en un dios-ente supremo, prefiero el término transteísmo al término posteísmo. Posteísmo me sugiere una frontera entre un antes y un después, entre la creencia y la no creencia, entre la práctica y la no práctica de ritos teístas o entre el uso y el no uso de oraciones teístas o del término Dios. Y creo que se ha de relativizar esa frontera. Lo importante no es mantener o abandonar una determinada creencia o práctica ritual teísta, sino ir más allá tanto de la creencia como de la no-creencia, tanto de la práctica ritual como de su abandono, tanto del uso de oraciones teístas o del término Theos/Dios como de su no uso. Lo importante es vivir en camino, tránsito, transición, sin aferrarse a ninguna forma y sin convertir su abandono en una especie de nueva ortodoxia.

Me reconozco en la tradición del panenteísmo (“todo en Dios”, del griego pan en theó): “En El vivimos, nos movemos y somos” (Hechos de los Apóstoles 17,27). Pero la expresión podría sugerir que Dios es “algo” en lo que somos, y preferiría un neologismo como teoenpantismo (“Dios en todo”, del griego theos en pantí): Dios no es algo ni alguien, ni la suma de todas las partes, sino el alma de todo o el todo emergente que es más que la suma de todas las partes.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Me siento creyente, persona esperanzada que no cree estar en el mejor de los mundos posibles pero intenta hacerlo viable, haya o no haya Dios. Ha debido contribuir a ello la intensa formación religiosa recibida. Si no, no lo plantearía así. Es decir, el teísmo que ahora denosto es el causante del agnosticismo creyente en que me encuentro.

Renuncio catalogarme en un movimiento. Más bien constato una indefinición, un agnosticismo activo o in-amorado que no quiere ir más allá del anhelo que con vehemencia pone una figura en el horizonte.

Mi casa interior es como una sala que se abre por un gran vano, un hueco en el blanco muro del fondo de la sala, o sea, de la vida. Enorme para lo que es una ventana y pequeño para el valor de una vida; diminuto para lo que es el cielo que deja ver y la inmensidad de nuestra mirada. Abandono cualquier figura de lo absoluto como algo permanente y concreto y sigo en el insistente deseo de salir por el hueco del ventanal, o pre-verdad. No puedo cruzar el ventanal, lo traspaso como mucho con los ojos y la esperanza, con verdades y falsedades intermitentes sostenidas por un anhelo que no nos abandona.

TONY BRUN.

Me inclino hacia el ateísmo, que en su sentido estrictamente etimológico derivado del griego antiguo, el prefijo “a” (= α alfa privativa) significa “sin” o “no” para expresar ausencia o negación. Y θεός que significa “Dios”.

Ateo (ἂθεος) significa simplemente “no-dios o sin-dios”, y lo aplico en respuesta a cualquiera de las afirmaciones o interpretaciones teológicas que se hagan de “Dios”.

Ahora bien, ya que la raíz theos impregna de equívoco todos estos términos mencionados, quizás pueda escapar un poco del equívoco (y a la trampa semántica) y también pueda aplicarme el término “escéptico” (= el que examina).

7. ¿Puede aún valer el uso del término Dios?– En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios
– Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice
– Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso

BERTA MUÑOZ.

Creo sinceramente que el término Dios es inherente a la condición humana y a todas las culturas en tanto que producciones humanas. Por lo tanto, yo me inclino por un uso del término honesto, validado por una experiencia de vida que se expresa con amor, con respeto a la Vida en sus infinitas manifestaciones, con paz, creatividad, solidaridad y amor.

No me siento autorizada para hacer ninguna recomendación al respecto porque entiendo que, si el término Dios no se usa en vano o de manera fraudulenta o prostituida por el poder, la dominación o la manipulación… , su utilización merece mi respeto, aunque yo, por mi experiencia, prefiera hablar de “Presencia”. Pero, al mismo tiempo, he de reconocer y aceptar que el término Dios sigue estando en mi vida como una exclamación de gozo y agradecimiento o como una apelación a la Vida, a la Presencia, en momentos de necesidad. Realmente, así lo vivo yo.

EMMA MARTÍNEZ OCAÑA

Yo creo que sí es y puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Depende del contenido que las personas con las que estoy están dando a ese término…Yo intento nombrar a Dios con otros nombres como Presencia, Fuente de Amor, de Vida, Aliento vital, Energía creativa…

Para muchas personas “Dios” sigue siendo inspiración para amar, luchar por los últimos, es dador de sentido, de alegría y confianza… y eso es para mí lo realmente valioso.

Pero yo personalmente depende de las personas a las que me dirijo lo utilizo o no. Eso sí, si utilizo el término Dios, intento clarificar que no me refiero a un Ente que está fuera, arriba, que ha creado todo lo que existe, que nos vigila, premia, castiga, interviene, elije, envió a Jesús a morir…

GERARDO GONZÁLEZ

La apuesta por un Humanismo Bío-eco-céntrico es aterrizada, pragmática, inclusiva. Puede encantar tanto a agnósticos y ateos, como a creyentes de diversas religiones y corrientes espirituales, porque se inspira en valores compartidos y moviliza en torno a acciones colaborativas. Quienes creen en Dios hablarán de Dios; un buen ejemplo es el Papa Francisco y su encíclica ‘Laudato si. Quienes no, probablemente no lo harán. En mi caso particular de ateo seguidor de Jesús maestro, no necesito hablar de Dios para aportar su legado ético y valórico.

JOSÉ ARREGI

P. Tillich propuso dejar de utilizar el término durante 100 años. R. Panikkar fue más lejos, propuso abandonarlo durante varios siglos. Pero, de hecho, ellos mismos lo siguieron utilizando. No defiendo ni su uso ni su abandono indiscriminado. Personalmente, sigo diciendo “Dios”, y ello por varias razones que son importantes para mí:

1) Porque la palabra Dios existe en todos los diccionarios para decir algo real e incluso lo más real, con toda su equivocidad. No quiero renegar sin más de un término tan omnipresente.
2) Porque forma parte inseparable de mi propia historia personal, de mis raíces y entrañas, para lo mejor y también para lo peor, y no quiero renegar de nada de mi historia, sino asumirla críticamente.

3) Porque cualquier circunloquio (misterio, presencia, fondo de lo real, realidad fontal, aliento vital…) no sería menos equívoco.

Un día cercano desaparecerá la figura de “Dios” y se olvidará el nombre, pero hoy todavía, en transición, no renuncio a utilizarlo a veces, según dónde y ante quién me halle. Y sin pretender que todo el mundo le dé el mismo sentido. En cualquier caso, de utilizarla, solo la puedo utilizar en un nuevo paradigma: en el paradigma lingüístico, filosófico, científico, teológico definido por Kant, Feuerbach, Marx, Freud, Galileo, Einstein… Vea cada una, cada uno, si el uso del término “Dios” le resulta inspirador y le parece oportuno para liberar, abrir a lo Real, hacerlo ser.

SANTIAGO VILLAMAYOR.

Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Por evitar extrañezas a las nuevas generaciones estoy de acuerdo no “en promover la restricción de su uso”, pero sí de una paulatina moratoria y cambio hacia otras metáforas Yo a veces uso la metáfora de “laguna interior del buen querer” “ el sentimiento de divinidad o dignidad”, “la buena y bella razón” (antes Espíritu Santo), la “co-razón universal” (Ortiz Osés), “cualidad humana profunda” (Corbí), el “fondo de nuestro ser” (Tillich)… lo “absoluto terrenal” (Gauchet). Pero en la vida cotidiana y el pueblo hay otras como “eso que nace y sale” en forma de cuidado, protesta, liberación. En otras circunstancias vale más un silencio cautelar y una denuncia de manipulación

TONY BRUN.

Nuevamente se asignaron tres opciones (entre otras posibles) como respuestas. Respondo a cada una de estas.

En ningún caso, pues los errores y perjuicios “teístas” son inherentes al término Dios. La mayoría global de religiosos son “teístas” (de uno o muchos dioses), por lo que, los errores y prejuicios, supersticiones y fantasías son inherentes al término Dios en esa mayoría global. 

Puede seguir valiendo según dónde, cuándo, con quién y cómo se utilice. Pudiera ser así. Pero será siempre confuso y causante de confusión y por esto siempre necesarias más explicaciones, y metáforas casi sin fin, o nuevas conjeturas, más especulaciones, etc. etc. 

Es deseable promover la desaparición o la máxima restricción de su uso. Deseable sí, pero con toda probabilidad sea imposible, aunque cada vez importa menos. 

PEQUEÑO RESUMEN O RESPUESTAS MAS FRECUENTES U ORIGINALES

1. DIOS

Es un constructo pero no “mero” 

No entiendo nada en absoluto 

Misterio sublime 

No al Dios bíblico, hay que crear uno nuevo 

Es una discusión bizantina, entre teólogos aburridos 

Si o no, es indiferente. Lo importante si es espíritu o no 

Para mí Dios es el TODO, el que da sentido, la respuesta completa, TODO Y NADA 

De Dios no se debería decir nada 

¿Dios? ¿Qué Dios? 

En lo que creo es en una especie de comunicación de sentimientos entre nosotros 

Todo lo que expresemos será nuestra construcción mental. 

Las metáforas no pasan de ser eso: metáforas. 

Una manera que ahora ya nos parece “deformada” de entender el Misterio. 

2. POR QUÉ LO QUE EXISTE 

No lo sabemos, misterio 

Porque la nada es una nada positiva, impulso vital 

La ciencia intenta decirlo 

Se le puede dar cualquier nombre al principio creador 

Un desarrollo evolutivo hacia la perfección (Lenaers), ¿por qué terminará en
la entropía? 

3. ¿DIOS PERSONAL? 

No; es una determinación antropomórfica 

Es relación 

Un Padre amoroso, es muy positivo para el ser humano …..pero nos reduce
más aún al infantilismo perpetuo. 


4. ORACIÓN: 

Valida, pero no la de petición 

Nadie la escucha 

Sí como expresión de agradecimiento y otros sentimientos, reflexión honda, 

La oración activa es un placebo; en el silencio, el vacío, o la nada positiva vale 

La forma de oración de Jesús tiene sentido, otras neandertales, no 

Decir a fondo la vida y todo lo real pudiera ser humano y transformador 

No, en las formas tradicionales. Tal vez tendría que aprender a meditar al
estilo de los orientales. 

Me quedo con la idea del obispo Spong: Orar es ser, vivir, amar. 

5. LAS CREENCIAS ANTIGUAS 

Validas como metáforas libres, igual que otras 

Los relatos de Jesús , importantes 

«Alegorías poéticas», válidas si no han perdido su poesía, 

Las religiones son “calorías vacías” 

Desfiguran a Jesús de Nazaret 

6. ¿TEÍSMO, PANTEÍSMO…? 

En general agnósticos 

La etiqueta no tiene importancia 

Panenteismo 

7. USO DEL TÉRMINO DIOS 

Según dónde, cuándo, con quiénes 

Dios como Theos, ya no 

Mejor moratoria y moderación o silencio 

Ahora me inspira más el relato científico 

Menos, hasta que en nuestra “trastienda” se borre lo erróneo de ese término 

Fuente: Santiago Villamayor Lloro / academia.edu

Recentrando el papel futuro de la religión: humanizar la Humanidad. El papel de la religión en la sociedad futura va a ser netamente espiritual


Introducción 

El llamado paradigma pos-religional fue propuesto por la Comisión Teológica Internacional de la EATWOT, Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo, hace algunos años, y fue debatida públicamente por primera vez en el IV Simpósio Internacional de Teologia e Ciências da Religião – Religão e Cultura: Memórias e Perspectivas, de la Pontificia Universidad Católica de Minas (2011) en Belo Horizonte. 

Sus ponencias, diálogo, y otros estudios que se sumaron al debate, fueron debidamente recogidos por la revista teológica de la EATWOT (2012), VOICES of the Third World, en su número monográfico de enero de 2012. En dicho número se recogía también una exposición de los elementos principales de esta propuesta de paradigma que necesitaban ulterior profundización, así como una amplia sugerencia de temas propuestos pautas, tanto para un desarrollo teórico del discernimiento al que se convocaba, cuanto como sugerencias dirigidas a la práctica de un acompañamiento del «tránsito» hacia esa futura sociedad posreligional, en el que quizá ya estemos, aun antes de que decidamos aceptar o no la propuesta. 

El tiempo ha pasado rápidamente, y la recepción de la propuesta ha sido – como se adivinaba– lenta, pero convincente. De hecho, no ha encontrado enemigos mayores, y no pocos sectores académicos la han acogido, la estudian, y la utilizan en sus aulas, y son incontables los grupos de base que la han tomado como material de estudio y de formación. 

Ha parecido que era ya la hora de realizar un nuevo abordaje a la propuesta, convocando ahora a figuras mayores que se han destacado en diferentes continentes por su acogida de la propuesta, o por propuestas similares, abriéndonos a la vez y haciéndonos eco de propuestas o planteamientos semejantes que se dan en otras geografías religiosas no occidentales. La revista Horizonte ha acogido generosamente la propuesta de realizar un número especial sobre el tema, que se va a constituir a partir de ahora en un material de estudio de referencia obligada. 

Este articulo quiere ser simplemente una respuesta más a la propuesta, entre tantas otras, centrada esta vez en el aspecto positivo y de futuro que la propuesta pos-religional tiene, por más que, a algunos pueda sonarles a un vaticinio del fin de la religiosidad… No es ése el pensamiento de quienes formularon la propuesta. Al contrario: bien entendida, la propuesta es un llamado a profundizar en la religiosidad–espiritualidad humana, porque en la concentración en el servicio radicalmente renovado a esa espiritualidad o profundidad humana –como diremos– está el tal vez único futuro posible de las religiones. La propuesta pos- religional no es un llamado al desánimo, o a la preparación del final próximo de las religiones, sino el llamado a concentrarnos en el papel futuro de la religión, que no puede ser más urgente y bienhechor: «Humanizar la Humanidad». 

1 Partiendo de la realidad 

Fieles al método latinoamericano, comenzaremos nuestra reflexión tomando pie en algunos aspectos de la realidad que nos parecen estar muy relacionados con el objetivo de nuestro estudio. 

• El multisecular proceso de la modernidad secularizante. Sea éste el primer aspecto de la realidad a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre el papel de la religión en la sociedad del futuro. Porque parece que ese futuro va a ser plenamente profano y secular. Son ya casi tres siglos que llevamos en la historia de Occidente con un proceso ininterrumpido y creciente de secularización. De un mundo globalmente religioso, naturalmente religioso y profundamente religioso, estamos pasando a un mundo secular. Algo está pasando en el corazón del ser humano, que desarrolla una nueva sensibilidad según la cual nuestros contemporáneos buscan la validez de las cosas en sí mismas, en el mundo, al margen o más allá de los valores religiosos o sagrados de los que fueron invariablemente revestidos tradicionalmente. Nuestros antepasados «primitivos» veían toda su vida como una ocasión del encuentro con lo sagrado y la transcendencia; hoy día el ser humano moderno parece sentir con prevalencia y en algunos contextos casi con exclusividad el valor secular de las cosas en sí mismas, en el seculum. “Lo sagrado y lo profano [secular] constituyen dos modalidades de ser en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el ser humano a lo largo de su historia” (ELIADE, 1965, p. 18). 

El fenómeno de la secularización, denostado primero, revalorizado después1, y hoy sentido como proceso en marcha inconcluso, que va a profundizarse mucho más al desembocar en un proceso todavía más amplio y profundo (pos-religional), no puede sino vaticinar la urgente necesidad de confrontar las religiones con su propio futuro ante este nuevo ambiente cultural. Las religiones necesitan estar dispuestas a reconfigurar los conceptos de religión, religiosidad, espiritualidad… así como a re-imaginar su función en el nuevo contexto. Fueron concebidas en un mundo no sólo religioso sino pan-religioso, y religiocéntrico, llevan esta huella original en sus genes. En el nuevo marco de la secularidad recuperada, reconvertidas, se entenderán a sí mismas posiblemente de otro modo y tendrán una función probablemente diferente. 

• El nuevo fenómeno de los «sin religión» (IBGE, 2012; PEW FORUM. 2012). El mundo humano ha sido siempre religioso. Se puede decir que el ateísmo es una «novedad histórica» reciente. Todavía a principios del siglo XX, el grupo de los no creyentes o ateos no pasaba del 0’3% de la población mundial, pero durante el siglo XX ha sido el grupo religioso que más creció2. Estimaciones últimas (PEW FORUM, 2012) cifran ese segmento de población en el 16’3% de la población mundial, el tercer grupo «religioso», por detrás del primero (los cristianos, 31’5%) y del segundo (el Islam, 23’2%). 

En Brasil el IBGE, sobre los datos de 2014 ha arrojado unos datos semejantes: “os sem religião são o terceiro maior grupo do cenário religioso brasileiro: 8,04% da população brasileira se declara sem religião, o que corresponde, em termos absolutos, a 15.335.510 indivíduos. Além disso, os dados revelam que os sem religião não param de crescer e apresentam uma média de crescimento continuamente superior à da população brasileira (IBGE, 2014)”3. Aunque el nombre que les es dado por el IBGE («los sin religión») no resulta adecuado ni veraz4, al IBGE le asiste toda la razón al detectar en este nuevo colectivo socioestadístico el carácter de abanderado de la transformación religiosa actual. 

En EEUU, el PEW Forum (2012), reconocido think tank en materia de socio- estadística religiosa, detecta el mayor colectivo religioso en EEUU, precisamente, en los ex-católicos, los 30 millones de adultos estadounidenses educados como católicos, que en la actualidad se declaran no pertenecientes a la Iglesia católica. 

La relación, comparación y contraposición entre religión y espiritualidad, antes casi desconocida, se presenta hoy día cada vez más frecuente y abiertamente. Antiguamente se suponía que la religión era un cuerpo de doctrinas y conocimientos transmitidos directamente por Dios a nuestros ancestros, y que sólo ella era la identidad capaz de convalidar las prácticas personales de acceso a Dios (O’MURCHU, 1997, p. 77-78). Hoy día, por muchas partes cunde la opinión contraria a la tradicional: es la espiritualidad del ser humano la que creó las religiones, no la religión la que otorga al ser humano la posibilidad de la espiritualidad. 

• Declaración de modestia epistemológica. No es nuestra pretensión afirmar que la crisis religiosa que estos elementos que acabamos de aludir evocan sean lo único que ocurre en la sociedad. Otras muchas cosas pasan, algunas de las cuales son incluso contrarias. En media humanidad la religión languidece, y en la otra media la religión está en efervescencia… Hay datos tan diferentes y hasta contradictorios que todos los diagnósticos son posibles5. Nadie tiene un diagnóstico incontrovertible de lo que pasa en la realidad religiosa de nuestra sociedad mundial actual, porque no es «una» realidad religiosa, sino muchas, y muy diferentes. Al enfocarnos sobre un aspecto de la realidad, al elegir esos datos, nosotros nos guiamos por un criterio cualitativo-kairótico-evolutivo: no es el mero peso demográfico de las opciones religiosas lo que las avala, sino un elemento más bien cualitativo; no nos fijamos sólo en los elementos que están presentes en el escenario, sino en los que llevan el protagonismo y el liderazgo en la trama de la acción. Cuando en los siglos XII/XIII comenzó un tímido pero pujante desarrollo de los burgos en el mundo feudal, no era fácil pensar que aquel insignificante movimiento social –cuantitativamente mínimo– surgía con capacidad de asumir la guía de la evolución histórica, estando llamado a desarrollarse y a superar y poner fin globalmente a la sociedad feudal occidental en un futuro próximo. Cuando aparecieron las primeras agrupaciones o falansterios del socialismo utópico, nadie podía pensar que esas pequeñas células eran las portadoras de la guía del desarrollo de un poderoso movimiento socialista… Todavía hay mucha resistencia al pensamiento evolucionista – todavía medio EEUU no cree en la evolución, y está aferrado al fundamentalismo…– pero la nueva visión pan-evolutiva no cesa de confirmarse y extenderse; tiene el kairós de su parte, sin que importe que el cronos se le demore. Muchos movimientos tradicionales religiosos todavía ocupan gran parte del escenario religioso actual, están y van a estar todavía ahí tal vez por bastante tiempo, pero su tiempo-kairós se les ha acabado; les queda todavía un tiempo-cronos adicional, residual, pero la iniciativa histórica migró a otros lares y no cesa de actuar y crecer. 

Valga esta reflexión para declarar que no consideramos que los aspectos de la realidad que destaca el paradigma pos-religional sean los únicos, pero que abrigamos la sospecha vehemente de que son los portadores de una novedad histórica empujada fuertemente por un nuevo kairós. Elaboramos esta reflexión desde una actitud tan convencida y arriesgada como epistemológicamente humilde y abierta a otras percepciones. 

2 Juzgar

2.1 La actual transformación a la luz de las ciencias de la religión 

Para juzgar esta realidad echamos mano de una herramienta interpretativa, el llamado paradigma pos-religional (EATWOT, 2012, p. 275-288), a la luz de las ciencias de la religión. Estando ampliamente documentado en internet, no vamos a desarrollar aquí su descripción; vamos simplemente a tratar evocar esquemáticamente su intuición nuclear, introduciéndola en la argumentación que queremos presentar. 

La (hipó)tesis central del paradigma pos-religional se basa en la percepción/interpretación del fin del tiempo llamado «religional», es decir, de la «época agraria o neolítica», que ha sido la que, dentro de la evolución de nuestra especie, ha propiciado la aparición de las «religiones» (obviamente, y es preciso que lo recordemos, no de la religiosidad, que es coetánea con el homo sapiens desde su surgimiento). 

El paradigma pos-religional cree que podemos constatar un cambio radical de época en el aspecto religioso dentro del proceso de evolución bio-antrópico, que veríamos reflejado en los siguientes rasgos: 

• Ha llegado el final de la era de la sumisión. Las edades del esclavismo y el feudalismo se acabaron. La revolución moderna nos pasó a la era de la emancipación, característica, casi sinónima, de la modernidad. El ser humano moderno tiene una sensibilidad que ya no acepta espontáneamente y sin dificultad la sumisión existencial. Le cuesta considerarse destinado a «alabar, servir y reverenciar a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su ánima»6, como un esclavo ante su Señor: este lenguaje ya no es moderno7. Llevamos ya varios siglos atravesando este proceso de emancipación. El ser humano moderno actual es culturalmente consciente de su valor y dignidad, tiene una nueva autoestima, y ya no es capaz de aceptar una religiosidad que siga estando basada en el «desprecio de la criatura» y en el sometimiento total ante una supuesta divinidad todopoderosa8, en una «ontología del señorío»9, de la sumisión. No acepta una religión que, como han hecho las religiones subsiguientes a la revolución agraria, «le ponga de rodillas»10, existencialmente hablando. 

– La «fe», como obsequium rationabile, sacrificium rationis, o el creer lo que no se ve, no es ya viable para el ser humano moderno actual: éste siente que incurriría en una actitud indigna de sí mismo si se plegara a unas tales exigencias de sumisión, y que sería también indigno de la humanidad un dios que le pidiera una tal sumisión existencial11. Las religiones que sigan manteniendo la sumisión existencial como la actitud central exigida al ser humano no van a ser viables en el inmediato futuro en los sectores socioculturales que hayan asumido esta transformación fundamental de la modernidad. La emergencia de la conciencia de ser sujeto, portador de una dignidad y detentador de unos derechos, la emancipación de las subjetividades, la conciencia del derecho a decidir, a decidir sobre lo que le hace bien y cómo relacionarse con lo espiritual, sin sentirse sometido obligatoria y ciegamente a lo que decidan unas mediaciones y unos mediadores religiosas. Las personas quieren ser y se sienten sujetos adultos y quieren decidir sobre su vida, no pueden aceptar que han venido para seguir un guión ya trazado, para obedecer a una autoridad humana considerada sagrada, para una prueba de sumisión (CÉSPEDES, 2015, p. 253-278). 

Las mismas religiosas estadounidenses, agrupadas en la LCWR, mujeres bien preparadas, maduras y muy conscientes de sí, han podido decir: “Ya no somos niñas; y seguir actuando como si lo fuéramos priva al mundo y a las siguientes generaciones de nuestra aportación”. Debemos dar testimonio de lo que sabemos (SCHRECK, 2014). 

• El final de la sumisión se refiere también a la sumisión hacia el pasado. En las religiones agrarias pesa mucho, por su propia naturaleza, la fuerza de la tradición, la sabiduría heredada del pasado, los sistemas religiosos que elaboraron nuestros ancestros y que han dirigido la vida de generaciones y generaciones, como una norma suprema, sagrada, divina, inmutable, inapelable… Hoy el ser humano, con todo el respeto para con su propia historia, no se siente encadenado al pasado. Ha perdido su ingenuidad respecto a ese pasado. Ha descubierto de un modo «científico» el carácter construido de las tradiciones, de los mitos religiosos y de los sistemas de creencias y doctrinas de las religiones. 

– Tras un primer momento de «decepción» ingenua, se ha producido una revalorización de este patrimonio simbólico que está a la base de las religiones, pero re-considerado ahora (con una «segunda ingenuidad») y recibido con una diferente libertad de espíritu: el ser humano moderno actual no se siente encadenado al pasado, ni se cree condenado a tener que repetirlo, ni a tener que continuar asumiendo las fórmulas morales y/o «dogmáticas» de que se dotaron nuestros ancestros; nosotros tenemos el derecho y el deber de decidir sobre el sentido de nuestra vida, así como sobre nuestra moral y nuestra vía de espiritualidad.12 

• Estamos también en el final de la edad de la «heteronomía», la edad de la ley venida de fuera, de otro mundo, de arriba, de un «segundo piso» que nos sobrevuela por las alturas de este mundo, y de vez en cuando deja caer un conocimiento que los humanos necesitamos para conducir nuestras vidas… Al ser humano moderno actual le resulta totalmente inaceptable, por incomprensible o ininteligible, la «hetero-nomía»: este mundo, este cosmos, este mismo ser humano, tiene la norma en sí mismo, y no está dependiendo de una norma que venga de fuera, o de arriba13. 

– Las religiones agrarias nacieron, se desarrollaron y se han mantenido milenariamente en este esquema dualista de los dos pisos. Para ellas, el segundo piso, concebido como por encima de éste, viene a ser considerado el mundo verdaderamente real, y eterno (frente a este mundo de abajo, que viene a ser considerado como una ilusión, pasajera). Dado que ese mundo superior acapara y encierra todos los valores, nuestra espiritualidad no puede ser más que la participación en ese mundo superior divino. 

• Estamos asistiendo al final de la epistemología mítica, la forma de pensar que aceptaba la validez de los mitos como forma de conocimiento, sagrado en su naturaleza, venido de los dioses, con un valor «descriptivo» de la realidad que narran o elaboran… El «gran mecanismo epistemológico» que hemos puesto en marcha los humanos para dar validez y carácter absoluto a los mitos y a sus contenidos ha sido su atribución a Dios: habrían sido por Él revelados, y serían literalmente «palabra de Dios», supremo validador del conocimiento humano. Esta atribución a Dios de nuestras elaboraciones míticas y religiosas, de nuestra moral y de nuestras formas de socialización, ha sido la forma de absolutizar y fijar nuestras formas sociales, incluidas las religiosas. 

– El ser humano moderno actual ha perdido su ingenuidad, sabe que hemos construido nuestros mitos, que los hemos atribuido a Dios, y que, al absolutizarlos de esta forma, nos hemos sometido a nuestras propias creaciones, quedando así rehenes de nosotros mismos. A la vez que valora mucho, de un modo renovado, el papel que los mitos han representado en la composición de su conciencia religiosa, el ser humano moderno no acepta ya dirigir su vida ni su moral, ni su religiosidad profunda sobre la base de los principios heredados en su tradición ancestral. Las religiones que quieran seguir jugando algún papel en la conciencia del ser humano actual sólo podrán hacerlo después de una re-conversión profunda de sus bases y sus estructuras míticas. Sin esta reconversión serán rechazadas no serán siquiera escuchadas. 

• Estamos asistiendo a la eclosión de una «conciencia científica» de la humanidad, que por primera vez en la historia nos proporciona a todos los pueblos de este planeta un mismo relato cosmológico de los orígenes cosmo-biológicos de nuestra especie. También por primera vez responde a la pregunta de quiénes somos con una respuesta amplia y en buena parte satisfactoria a la pregunta de dónde venimos. Los asuntos del sentido del cosmos y de nuestra vida, ancestralmente controlados en exclusiva por la religión y más tarde también por la especulación de la filosofía, han cambiado de hogar, y hoy se cocinan en el laboratorio de la ciencia. Seguimos agradeciendo la sabiduría y la espiritualidad que transpiran los mitos, creencias y doctrinas de las religiones sobre todos estos temas, pero para el ser humano moderno actual ya no son las palabras más válidas para desvelarnos el sentido de lo que lo que somos. Estamos en una sociedad profundamente marcada por la ciencia. La religión y la filosofía pueden ser y son tenidas en cuenta, pero sólo en un modo complementario y subsidiario. El libro de la Revelación religiosa ha dejado su puesto de primacía al «primer libro», el de «la creación», o en lenguaje secular, al libro de la realidad, accedido por la ciencia, a la que se le reconoce hoy un «valor revelatorio» (BERRY; CLARKE, 1997, p. 19ss). 

Los creyentes más avanzados están reconociendo el valor al «Primer Libro» y devolviéndole su primacía y prioridad, y, de un modo irreversible, se sienten profundamente comprometidos con esta edad científica, sintiendo a la ciencia como la base de nuestro conocimiento, la principal extensión de nuestros ojos, la fuente más fecunda de admiración y de éxtasis contemplativo… 

– Una religiosidad basada exclusivamente en el segundo libro –como lo ha sido hasta ahora, y no sólo con carácter de exclusiva, sino de primacía y contradicción– ya no es viable para los seres humanos modernos actuales. Una religión que todavía crea tener una fuente exclusiva de percepción de verdades propias (eternas, reveladas, o proclamadas dogma, o declaradas irreformables…) que entren en competencia con las verdades de las ciencias humanas, una religión que exija al ser humano creer ante todo «lo que la Santa Madre Iglesia nos propone» o lo que dicte el Magisterio –único intérprete autorizado de la Sagrada Escritura14–, con prioridad incuestionable sobre la ciencia, estará exigiendo al ser humano actual un asentimiento que éste ya no está en capacidad de otorgar. 

• Estamos asistiendo a la metamorfosis de la religiosidad por antonomasia, la de la percepción de lo sagrado… Rudolf Otto (1996) pudo estar muy acertado en su tiempo, no tan lejano, pero el acelerado proceso de secularización y la consecuente transformación de la religiosidad deja entrever que los seres humanos modernos no sienten ya «lo sagrado» en aquellos términos de tremens et fascinans… El mismo Mircea Elíade, posterior, ya intuyó que las cosas estaban dejando de ser así. 

Y no sólo lo sagrado, sino la religiosidad como tal, en todas sus dimensiones, está experimentando una verdadera «metamorfosis» (MARTÍN VELASCO, 1999). Los humanos actuales vamos accediendo a una cartografía espiritual distinta; no sentimos ni percibimos la dimensión religiosa como antaño, ni como hace sólo unas pocas décadas: la vivencia espiritual humana se está metamorfoseando, y no sabemos en qué tipo de transformación vamos a experimentar. Tal vez ya están presentes las nuevas (futuras) formas religiosas hacia las que vamos, y no sabemos reconocerlas… 

– A las religiones que tengan la flexibilidad y humildad necesaria, les tocará aceptar re-convertirse radicalmente. Deberán abandonar todo aquel bagaje «agrario y neolítico» que continúan arrastrando consigo, y acompañar la evolución espiritual del ser humano en su actual transformación, dispuestas a dejarse sorprender en el nuevo despertar espiritual, que no sabemos por dónde exactamente amanecerá. 

Sin duda, muchos otros items podrían enriquecer esta descripción de la profundidad del cambio de época que estamos atravesando. No obstante, tal vez los elencados puedan ser considerados suficientes como para confirmar la hipótesis: las religiones (agrarias o neolíticas), por la estructura propia de la religiosidad que cristalizó en ese momento de la revolución agraria, no van a poder sobrevivir a sí mismas en la nueva sociedad que va surgiendo, si no re-convierten la conciencia que tienen de sí mismas, así como los servicios que vienen prestando al ser humano. 

Ante esta descripción de la transformación actual, nos preguntamos: ¿qué va a quedar del mundo tradicional de las religiones? ¿Qué servicios religiosos prestados por las religiones, ya no van a continuar siendo viables? ¿Qué va a quedar de sus funciones, de sus modos operandi, de su propio patrimonio simbólico, y sobre todo, de sus servicios al ser humano? ¿Van a continuar siquiera siendo viables las religiones agrarias, van a ser siquiera plausibles? ¿En qué medida, en qué sentido? 

¿Qué queda? Es posible que mucha cosa va a caer, pero es posible también que tal vez queda todo lo principal, lo profundo de la religión, el servicio más nuclear y hondo a la profundidad humana. Todos aquellos otros servicios adventicios, sobrevenidos, digamos que «complementarios», que durante milenios desarrolló (servicios de creencias, de verdades reveladas, servicios de autoridad sagrada, de control moral de la sociedad…), van a quedar obsoletos. Pasó la edad de infancia (agraria) de la sociedad (también podríamos llamarla «edad de hierro planetaria», en palabras de Edgar Morin (et al., 2002), o el «estadio evolucionario bio-antrópico» anterior) y ya no van a ser necesarios ni siquiera aceptables esos servicios. Deberán las religiones desnudarse de ese gran conjunto de prestaciones que asumieron en la coyuntura de la transformación de las sociedades humanas con el surgimiento de la Revolución Agraria. 

La crisis actual de las religiones está siendo un llamado al despojo de esas tareas añadidas a la tarea esencial. Lo que las religiones habrán de hacer será volver al servicio esencial, abandonar todos aquellos servicios que hoy ya no son necesarios –ni aceptables– por el desarrollo evolutivo actual del ser humano (y de su/la noosfera) y por el replanteamiento de sus condiciones de base (epistemológicas por ejemplo). 

¿Cuál es, cuál ha sido, cuál podría seguir siendo, ese servicio esencial, nuclear, de las religiones? Obviamente, la religiosidad misma, la espiritualidad del ser humano. Es por eso que necesitamos chequear ese concepto. 

2.2 Reconceptualización de la «espiritualidad»: profundidad humana 

Queremos repensar la espiritualidad: ¿Qué sería hoy para nosotros hoy la espiritualidad? ¿Cómo lo delimitaríamos de un modo crítico, a la altura de nuestra evolución actual? 

En primer lugar se impone la necesidad de deconstruir el sentido popularmente obvio de la espiritualidad, como una realidad de fuera del mundo no-material (espiritual), como una realidad amundana, incorpórea, extracósmico… algo propio de un 2o piso, paralelo y superior al mundo real, ya sea en el modo platónico, ya sea en el aristotélico, o sea, un segundo piso metafísico. En la línea de la búsqueda que estamos haciendo, hemos de decir que, en realidad, «la espiritualidad no es espiritual», porque tanto la palabra espiritualidad como su palabra-raíz, «espíritu», tienen un sentido profundamente equívoco, y en esa medida, inaceptable. Mejor que cambiar el significado a una palabra con tantos problemas en su sentido original, mejor es cambiar el significante mismo: buscar otras palabras; sólo cuando éstas hayan delimitado libremente y sin trabas el concepto que buscamos, sólo entonces podremos volver a utilizar las viejas palabras, reconducidas a la referencia segura del nuevo significado. 

En segundo lugar, recordemos lo que se suele decir sobre el de religión: que no tenemos ningún concepto comúnmente aceptado del mismo. Después de tanta tradición de estudio sobre la religión, ocurre que todavía las ciencias de la religión no hay consenso sobre cuál es la esencia de la religión; cada escuela tiene su enfoque y utiliza el concepto haciendo una acotación de su preferencia dentro de ese ampo inmenso que consideramos que es la religión, una vivencia tan inasible, tan profunda e íntima, que no hemos encontrado todavía la forma de reducirla a conceptos «claros y distintos».15 

Con la tradicionalmente llamada espiritualidad ocurre otro tanto: son infinitas las concepciones diferentes que de ella se tienen; resulta imposible delimitar el concepto de un único modo convincentemente. Todos los conceptos-delimitaciones que cada escuela quiera establecer vienen a resultar indiscutibles (serán más o menos prácticos, pero no más o menos verdaderos; también aquí, de nomínibus non est quaestio). 

Nosotros desearíamos referirnos a una conceptualización amplia de espiritualidad, lo más amplia posible, que no cayera en una parcialidad de escuela. Para nosotros, espiritualidad es, en algún sentido, lo más hondo de nosotros mismos, aquello que nos hace ser lo que somos, aquello que nos hace humanos, la misma especificidad humana… Y nos hacen humanos todos, todos los «niveles» de nuestro ser complejo, por supuesto; pero hay unas dimensiones, las más profundas, que nos son características como humanos, nos son propias, y que se ubican en el nivel más profundo de nuestra humanidad y de sus necesidades más profundas.16 

• Karen Armstrong habla de que ya desde nuestro origen como especie nos hemos caracterizado por una «necesidad de poner nuestra vida en contextos más amplios» (ARMSTRONG, 2005, p. 12). No nos bastaba la vida diaria, la rutina del día a día, las necesidades básicas y no tan básicas…; somos unos sujetos que necesitamos sabernos con sentido, enmarcados por un contexto más amplio de sentido, y/o de amor y de fruición, y para encontrar ese sentido es para lo que muchas veces sentimos urgencia de acudir a nuestra soledad, crear un ambiente de silencio exterior (y mental) para escuchar esa palabra y ese sentimiento de sentido en nuestra profundidad, en lo más profundo de nosotros mismos. 

• Los sabios aztecas respondieron a las preguntas que les hicieron los Doce Apóstoles de México: «Es por los dioses por lo que se vive»17… Los dioses, los mitos religiosos… son corporificaciones y expresiones de esas fuerzas generadoras de sentido, de espíritu, de vida… que hacen vivir al ser humano; no son algo que está fuera, ni siquiera en un segundo piso, sino algo que le hace vivir desde lo profundo. Dioses para vivir, mitos para sentir expresadamente el sentido de nuestro ser, creencias para fungir como mojones y coordenadas profundas para nuestra vida18. 

• Víctor Frankl (2000; 1979) habla de que tener/sentir un sentido es la necesidad más fundamental y más profunda del ser humano. Hasta el punto de que si no es satisfecha esa necesidad, la vida se hace intolerable: una vida sin sentido es una vida sin esperanza, desesperada. Por eso es por lo que si el ser humano no descubre un sentido para su vida, se lo inventa, lo genera, aunque sea por la vía imaginativa y mítica. Sin ese sentido profundo, sin esa profundidad, ese ser humano no sería viable. El «sentido» de la propia vida fungiría como el espíritu, el aliento, el ánimus, la ruah que animaría, habitaría e infundiría vida y re-crearía continuamente esa vida humana. Esa sería su espiritualidad, su mismo sentido profundo, su profundidad. 

• Tillich (1968), para referirse a la religión como la «dimensión de profundidad», distinguía entre lo superficial y lo profundo, los niveles de la superficie –niveles superficiales de distintos ámbitos de nuestra vida, en los que «siempre tenemos algo que decir o algo que hacer», según unos baremos ya establecidos por la familia, la sociedad, las costumbres, la cultura –, y los niveles de la profundidad personal, aquella zona en donde nadie, ni ninguna norma o costumbre nos cohíbe, allí donde estamos nosotros solos ante el silencio y la verdad, donde no caben máscaras ni fórmulas hechas, o respuestas de cortesía ya elaboradas y establecidas socialmente, porque nuestro corazón profundo se siente «absolutamente concernido» y nos exige ver, aceptar, contemplar el Misterio y entregarnos a él. Ahí, en ese silencio interior e íntimo es donde se ubican las grandes cavernas del corazón, nuestras profundas querencias y carencias, lo que nos mueve, lo que nos apasiona, lo que nos hace sentirnos ligados a la vida, a la esperanza, a la utopía… Ésa es nuestra «profundidad, lo más profundo del ser humano. Y eso es lo que, antiguamente, con una visión dualista, metafísica y menos antropológica, estuvimos expresando con la palabra: espiritualidad, nuestro propio espíritu, una fuerza interior inasible que se apodera de nosotros, nos arrolla, nos transforma y nos hace realizar maravillas de las que nunca habríamos podido pensar que fuésemos capaces. Al recordar y re-utilizar ahora esta vieja palabra, espiritualidad, sólo queremos reconducir y vincular todas aquellas vivencias que evocaba, hacia un nuevo significante, más propio y más adecuado, libre de todos los dualismos y otras connotaciones a que se ha visto asociada tradicionalmente. 

La espiritualidad sería nuestra misma humanidad, su funcionamiento más íntimo y característico como seres humanos, su dimensión profunda, ese nuestro característico y caracterizante ser humanos. Espiritualidad significaría humanidad, la profundidad de nuestra humanidad personal, el conjunto de nuestras vivencias humanas más profundas y vivificantes. 

Como ya hemos recordado, «profundidad» llamaba Tillich (1952, p. 56ss) a la religión, «aquello que me concierne absolutamente» (ultimate concern), la lucha y la pasión con que me debato19 en mi profundidad personal, en un sentido semejante al de la espiritualidad. Marià Corbí da a la espiritualidad una nueva denominación: la «cualidad humana profunda»; y en un sentido más práctico, habla también del «cultivo de la calidad humana» como el ejercicio o cultivo de (las capacidades implicadas en) la cualidad humana profunda (CORBÍ, 2007).20 

No estamos pues por las definiciones o conceptuaciones restringidas de la espiritualidad, propias de las diferentes escuelas de espiritualidad, para cada una de las cuales existe un analogatum princeps una forma o una expresión concreta de esta profundidad a la que se la identifica por antonomasia con la espiritualidad: en la tradición cristiana mayoritaria ha sido la gracia santificante, el culto, la vida interior… o –en un plano ético– el amor, la moral, o la lucha por la justicia; la oración-meditación en las tradiciones orientales; la mística-éxtasis entre los cultivadores de la mística, los «estados modificados de conciencia» en las corrientes espirituales más a interioristas, o el «conocimiento silencioso» en determinadas corrientes orientales… y así en cada escuela o corriente espiritual. 

Ciertamente, todas éstas que acabamos de enumerar, son dimensiones concretas, realidades, o fenómenos «espirituales»… que expresan profundidad humana, pero no dan cuenta de la profundidad global de la persona, la más honda; son realidades de espiritualidad, pero no son «la» espiritualidad de la persona, que siempre es mucho más amplia. Hablando con un distanciamiento critico y universalista, la espiritualidad debemos ubicarla en un plano antropológicamente más profundo21 y nada particular; en un campo que podríamos llamar simplemente 2.3 Elementos de la Espiritualidad-Profundidad humana 

Llegados a este punto, y para ser más concretos, hagamos un elenco de los principales elementos y vivencias que creemos que pueden ser localizados en este nivel de la profundidad o espiritualidad humana. Queremos ubicarnos –lo volveremos a explicitar– en una visión no religiosista, netamente humana, por encima de escuelas (con ello no negamos la legitimidad de las afirmaciones particulares de cada escuela, sino que las integramos en un conjunto más amplio, integrador y basalmente antropológico). Veamos23: 

[Definición: espiritualidad como profundidad] 

Así pues, digamos que, para nosotros, la «profundidad» humana (espiritualidad) es/implica/abarca: 

• la necesidad ya citada que experimentamos de «ponernos en contextos más amplios»: el sentido-explicación de la realidad y de la vida, la necesidad de saber (o de imaginar que sabemos) qué somos, de dónde venimos… La necesidad de ser curiosos, de preguntarnos, de admirar… es una necesidad de conexión, de no vivir aislados, de incorporar nuestro ser a un relato [story, cosmovisión] mayor… 

• la necesidad que experimentamos también de un sentido interior cordial (las «grandes cavernas del corazón»: saber que esto tiene sentido, que no es absurdo, que la realidad es acogedora, no inhóspita, y que mi vida cumple un destino, es objeto de una vocación, se sabe a sí misma dotada de sentido 

• una necesidad, en definitiva, de amar y ser amado [como seres simbióticos que somos], una necesidad de amor, y muchas veces «un amor a lo divino»: introducir nuestra vida en un circuito dinámico de relaciones amorosas a vueltas con Dios, un «amor a lo divino» (que mi amado es para mí y yo soy para mi amado, santa Teresa). O sea, necesidad de amor, pero no sólo de amor humano, sino de amor en su más alta amplitud y su más honda profundidad… 

• la necesidad que experimentamos de saciar nuestro sentido fruitivo (principalmente en el campo religioso): la estética, el ritual, el canto, la poesía, el amar y el ser amados… Los actos de culto, por ejemplo, ponen en juego principalmente dimensiones estéticas… poéticas, de belleza, a través de la música, el canto, los rituales… elementos mediante los que también nos experimentamos (fruimos) nuestra ligación identitaria con nuestros ancestros sagrados o simplemente la tradición a la que sentimos que pertenecemos… Sumergirnos en una experiencia religiosa de estas características tiene mucho de sentido, sentido fruitivo y gratificante en este caso, y de sentido identitario. 

• la experiencia de Dios ordinaria, la experiencia de lo sagrado, la presencia del misterio, la amistad con el amigo del alma, la vida interior, el «tratar de amistad con Dios» 

• la experiencia mística (experiencia extraordinaria de Dios): estados especiales o modificados de conciencia, contemplación, arrobamiento, trances, éxtasis… sean por la vía del conocimiento silencioso… o por la vida de la aplicación positiva de metodologías propias para propiciar o provocar tales estados modificados de conciencia… (técnicas de sabiduría espiritual, por el control de la respiración, los métodos de oración, la técnica de la meditación… o mediante bebidas espiritosas o sicotrópicas, drogas que ya tomaban en los cultos de nuestros ancestros, o en los templos de los cultos mistéricos del helenismo, o que se siguen tomando, en religiones afroamericanas por ejemplo, para provocar experiencias de trance religioso…). 

• la superación de la angustia que experimentamos ante la muerte24. Más: el miedo a la condenación, a la condenación eterna, que configuraron profundamente el ambiente cultural espiritual de toda una época (DELUMEUAU, 2009), felizmente ya superada. 

Todas estas dimensiones forman parte del «pozo espiritual» (GUTIÉRREZ, 1984) del ser humano (del «gran hondón del alma», profundidad)… de su humanidad profunda. Y es a esta humanidad profunda, a este conjunto de dimensiones y de necesidades profundas del ser humano a lo que estuvimos llamando tradicionalmente «espiritualidad». Se llamó entonces así porque, en una mentalidad dualista, se creyó que lo que «inspiraba» al ser humano, lo que lo «animaba», dándole energía y solidez, no podía ser sino algo distinto y superior, algo «no material ni carnal» (dimensiones a las que se opone el espíritu), algo «espiritual», que ya no sería de este mundo cósmico, sino algo perteneciente al mundo divino… 

Hoy sabemos que lo que hemos llamado en el pasado espiritualidad no es sino la dimensión profunda del ser humano, la zona profunda de su ser, la «dimensión profunda» (Tillich), el nivel profundo de la cualidad humana, la cualidad humana profunda… Creemos que todos estos podrían ser otros tantos nuevos nombres equivalentes de lo que estuvimos llamando espiritualidad, pero con una definición menos mítica, menos accidental y más esencial, una denominación que superaría las huellas dualistas y míticas que la palabra espiritualidad lleva en sus propios genes etimológicos. Se puede seguir utilizando la palabra, porque aún está consagrada, pero no debería hacerse sin la compañía correctora de una nueva denominación, actualizada, más «científica» (desde las ciencias sociales), más civil y nada religional: profundidad, profundidad humana, calidad humana profunda. 

En el fondo, alimentar la «profundidad humana» es lo que hicieron siempre las religiones. Y asumieron de hecho otras muchas funciones para la supervivencia de la especie. Y, mal o bien, lo consiguieron, cumplieron su papel, nos hicieron viables, y salvaron la supervivencia de muchos pueblos y de muchas culturas. Lo hicieron con los medios de que disponían – hoy inviables –, y lo hicieron en un marco de condiciones epistemológicas que hoy está desapareciendo, y ha sido sustituido por otro, muy diferente, y en muchos aspectos contrario. Por nuestra parte se tratará pues de ayudar a las religiones a asumir una transformación obligada si quieren seguir siendo funcionales a la humanidad en un nuevo estadio de su evolución bio-antrópica; se tratará de ayudarles a abandonar muchas tareas que asumieron, a asumir otras nuevas, y a re-centrarse con creatividad en cometidos esenciales que tal vez siempre ejercieron, pero de una manera diferente. 

Entonces, a esta altura, hagamos este balance: 

– ante la transformación evolucionaria bio-antrópica que está atravesando la realidad de la vida en este planeta (primera parte de nuestra exposición), 

– y asumiendo un nuevo concepto de la profundidad humana (lo que en otro tiempo se llamó espiritualidad) como la tarea fundamental de las religiones, (segunda parte) 

– ¿cuál será la misión pos-religional de las religiones? (Actuar) 

Lo visualizaremos mejor doblemente, en dos partes: qué es lo que no puede seguir (y conviene que nos dispongamos a acompañar en su gradual abandono), y qué es lo que puede y debe continuar y desarrollarse (y debemos acompañar una etapa de tránsito, ayudando a las religiones a recentrarse en ello, a reconvertirse a sí mismas a un nuevo papel). 

Veamos pues qué tareas, funciones, servicios… hicieron las religiones en el tiempo agrario –que ya no tendrán cabida en esta nueva etapa evolucionaria–, y qué tareas, funciones, servicios –tradicionales o por crear– van a ser los principales, los que deben recentrar el servicio humanizador de las «religiones». 

Entramos pues con ello en la parte del ACTUAR, según nuestro método latinoamericano. 

3 Actuar. El futuro de la religiosidad y de las religiones


3.1 Deconstruir la religión agraria en el tiempo pos-neolítico 

A lo largo de los diferentes estadios del desarrollo de la evolución de nuestra especie, la vida nos (auto)dotó de los recursos que necesitábamos para sobrevivir. Con el surgimiento del período agrario o neolítico, las religiones fueron uno de ellos, que nos sirvió para vivir en sociedad urbana agrícola, dar cohesión y organizacionabilidad a las sociedades, potenció nuestro sentido de pertenencia, dio fuerza del derecho que posibilitó la convivencia, el sentido moral que la potenció… Gracias a ellas se pudo organizar la fuerza de trabajo para producir excedentes y organizar los primeros imperios, agrícolas… 

Pero decimos que ahora que el tiempo agrario neolítico25 toca a su fin, atravesamos «un nuevo tiempo axial»26, en el que el ser humano, su cultura y su epistemología están sufriendo una profunda mutación. A las religiones no les va a caber ya ejercer papeles que ejercieron tradicionalmente, que sirvieron en su momento para vehicular su servicio a la humanidad, pero que hoy, en el nuevo ciclo bio-antrópico que se va abriendo paso, han desaparecido, o, simplemente, se han tornado inviables. ¿Cuáles son concretamente esas tareas que ya no van a continuar siendo posibles a las religiones agrarias en un tiempo post-agrario? Las religiones ya no van a poder… 

a) metafísica 

– seguir fundamentándose en la metafísica, estando ya en un mundo y una cultura pos-metafísicos; (CUPITT, 1997)27 

– continuar siendo las abogadas de un «segundo piso», un mundo celeste o divino, paralelo al terrestre y humano, considerando nuestro mundo humano como supervisado por fuerzas divinas que intervienen milagrosamente en el curso de las realidades terrestres o incluso en la psique o en el espíritu del ser humano28. 

– continuar considerando Dios y el teísmo como la clave de la bóveda del firmamento religioso, como el alfa y la omega de toda la realidad.29 

– continuar exhibiendo un ardiente deseo por lo sobre-natural, lo espiritual, lo a- mundano (fuga mundi), a la vez que un desprecio por lo natural, lo terrestre, la carne, la materia (contemptus mundi)… 

– predicar la maldad de «el mundo» (considerado por el catecismo romano clásico como uno de los tres «enemigos del alma»), el «pecado original» omnicontaminante, vehiculado por la sexualidad humana según san Agustín… 

– controlar la conducta del ser humano prometiéndole un cielo pos-mortal en premio a sus buenas acciones, y amenazándole con «un infierno eterno para los pecadores»30, utilizando la prioridad suprema del otro mundo para inculcar una vida moral que mire siempre para el cielo y menosprecie «los bienes perecederos de este mundo»31. 

– continuar insistiendo en la transcendencia absoluta de lo divino, una «transcendencia» extra-cósmica, que haría de Dios un ente extra-mundano, habitante de otro piso de la realidad32. 

b) sumisión 

– someter al ser humano y ponerlo de rodillas, apelando a la supuesta voluntad de un Dios celeste que lo pide ante todo es la «fe», el «sacrificio de la razón», el obsequium rationabile, el «creer» en él ciegamente, sin pruebas ni razones (fe es creer lo que no se ve); 

– continuar siendo educadoras de la sumisión, predicadoras de todas las virtudes negativas (fe, obediencia, resignación, mortificación, ágere contra, ascética…) 

– permitirse continuar fundamentándose sobre «creencias», heredadas de un brumoso pasado perdido en el origen de los tiempos, creencias de aceptación obligatoria, sin demostración, por «fe»… 

– vehicular sus principios sobre la base de relatos míticos ancestrales, reclamando para ellos el carácter absoluto por haber sido revelados por Dios («palabra de Dios, textos sagrados», tradiciones magisteriales…); 

c) epistemología 

– considerarse las «depositarias de la verdad», casi siempre «depositarias únicas» de la misma, una verdad exclusiva en cada caso, absoluta e indubitable, por revelada… 

– considerarse las intérpretes únicas autorizadas de la revelación, de un modo por tanto absoluto, inapelable, que exige sumisión ciega en conciencia; 

– creer en la existencia de una verdad única absoluta, respaldada por una objetividad real, ubicada en un mundo transcendente, un respaldo real objetivo que nos permite sabernos en la verdad como adaequatio res et intellectus… Pensar que se está en la verdad porque lo que pensamos está respaldado por una realidad objetiva de la que nuestro pensamiento es copia fiel… 

– concepción mágica o premoderna de la revelación (TORRES QUEIRUGA, 1987), como una condescendencia o un don que el mundo superior del segundo piso hace sobre nuestro mundo compartiéndonos un poco del conocimiento superior de que allí se goza, que nosotros necesitaremos para la consecución de nuestra salvación… 

– ponerse por encima de la ciencia, creyendo saber o tener la verdad, por encima de la ciencia… 

– querer seguir siendo controladoras del pensamiento de la sociedad, imponiendo o simplemente añorando una sociedad confesional, totalizante, de cristiandad o de la sharia, por ejemplo, donde la ley religiosa sea ley social y obligue a toda la sociedad, sin dejar margen para el pluralismo ni la laicidad… 

– seguir funcionando como una Inquisición y continuar queriendo controlando el pensamiento de sus adherentes, amenazando e imponiendo penas de prohibición de libertad (de pensamiento, de expresión, de enseñanza, de publicación…). 

– ser «religiones de verdades»33, con un conjunto de verdades tenido por oficial y por exigible, de obligada fe, a todos los creyentes, con su doctrina, sus dogmas… en una amalgama de posiciones filosóficas sobre diferentes temas: mundo, creación, divinidad, ser humano, futuro… 

– religión con verdades, dogmas, doctrina, teología y filosofía perennes, consideradas universalmente válidas para todas las culturas… practicando y justificando la imposición cultural, el avasallamiento de los pueblos y las culturas. 

– dejar de pensar, ya para siempre, que se dispone de un poder lugarteniente de la «verdad revelada», el único que puede interpretarla autorizadamente, y que puede además encontrar nuevas verdades, declararlas dogmas34 –de obligado acatamiento–, irreformables35, y hacerlo con fórmulas que han de mantenerse en el tiempo porque su inspiración divina las colocaría por encima de los cambios culturales o los debates humanos y las haría definitivas, eternas36. 

d) pluralismo 

– exclusivismo: pensar que una religión sea «la única verdadera» (todavía en nuestro siglo XXI hay religiones –o sectores de algunas religiones– que se tienen por tales, en una actitud realmente exclusivista, que persigue a quienes no se adhieren, y que pretende crear sociedades confesionales). 

– inclusivismo: no será posible continuar con la posición del inclusivismo, por cuanto no deja de ser un exclusivismo disimulado o atemperado; no será posible continuar predicando que la única religión que tiene la plenitud de la salvación es la nuestra, o que las demás están en «situación salvífica gravemente deficitaria»37. Mientras nos mantengamos en el inclusivismo, no nos será posible un verdadero diálogo religioso, sino sólo un diálogo cultural38. 

– no podrán mantener inmutada, por mucho tiempo, su concepción de la misión, construida sobre la visión exclusivista ya periclitada; la misión proselitista no tiene ya mucho futuro; 

– no serán aceptables por la sociedad futura aquellas religiones sin visión macroecuménica39; 

e) poder político 

– no podrán volver a tiempos pasados queriendo justificando el poder, el poder estatal propio, los Estados Pontificios, los Estados Islámicos, los Sacros Imperios, el reparto de tierras y sus riquezas a los príncipes cristianos, las guerras cruzadas para arrebatar a los musulmanes su posesión de Palestina, considerada ofensiva del honor de Dios, la conquista y la sumisión de pueblos enteros y sus territorios con la sola justificación de la extensión de la Sancta Fé Catholica, el rechazo del Risorgimento italiano y del derecho de Italia a ser un país… 

f) oikocentrismo 

– continuar manteniendo la desacralización creacional del mundo al declararlo «no divino» por medio del mito-principio de la creación… 

– continuar inculcando al ser humano su carácter principal de ser «sobre-natural», no surgido de abajo sino venido de arriba, no descendiente de esta tierra y de la evolución biológica, sino venido directamente de Dios (venido de afuera, por la creación exclusiva de Dios en el día 6o de la creación); 

– continuar manteniendo al ser humano de espaldas a la naturaleza, mediante una religión en la que no tiene presencia la naturaleza: ni en la biblia, ni en el credo, ni en los mandamientos, ni en los sacramentos, la liturgia, la eucaristía… 

– continuar siendo «la religión más antropocéntrica del mundo» (WHITE, 1967, p. 1203-1207), y lavarse las manos frente a los destrozos que el antropocentrismo de la tradición judeocristiana ha producido a través de los medios modernos de la expansión territorial del capitalismo occidental; 

– continuar sin desmontar el «especismo» que conlleva el cristianismo, que sólo recientemente hemos sido capaces de percibir; 

– continuar sin releer todo su capital simbólico desde la perspectiva de la ecología profunda… 

g) teísmo 

– continuar siendo las propagadoras por excelencia del teísmo, habiendo considerado como primer paso de la religiosidad lo que simplemente es un modelo de «imaginar» a Dios… 

– no esforzarse por dar a los no creyentes la buena noticia del carácter de «modelo» (no absoluto por tanto) que el teísmo tiene; continuar combatiendo al ateísmo (posteísmo) si esforzarse por reconocer la verdad que encierra. 

De todos estos temas no se trataría sólo de ir púdicamente olvidándonos de ellos, abandonándolos por desuso, sin demasiado ruido… sino de denunciarlos y combatirlos, no sólo por su carácter obsoleto sino sobre todo por su carácter dañino… 

3.2 Humanizar la humanidad, la nueva entidad/tarea religiosa, ya no religional 

Si hablamos de «profundidad humana» o cualidad humana como la nueva denominación de lo que habíamos venido llamando espiritualidad, es claro que estamos hablando entonces de una espiritualidad no religiosa, simplemente humana, propia del ser humano en cuanto tal, antes de cualquier adhesión religiosa confesional. 

El ser humano, obviamente, no está al servicio de las instituciones religiosas, ni de los sistemas religiosos, sino al contrario. Esto supuesto, ¿cuál sería el papel de una religión que llegara a captar esta nueva perspectiva de la espiritualidad como «profundidad» humana, a cuyo servicio debiera de estar? Creemos que una religión dispuesta a ponerse al servicio del ser humano, al servicio de su humanización profunda, debería proponerse, como religión, tareas como las siguientes: 

a) Emancipación 

– poner al ser humano de pie, levantándolo de la posición de arrodillado en la que lo ha tenido siempre puesto la religión agraria: alimentar la conciencia de su valor, liberarlo de la culpa y de todas las virtudes negativas (sumisión, obediencia, resignación, amor a la cruz, mortificación…). No considerar ya, como «principio y fundamento», la sumisión inherente al ser «criado para servir, alabar y reverencias a Dios nuestro Señor, para mediante ello salvar su ánima…»; 

– proclamar al ser humano moderno que Dios «no juega al escondite»; que no le pide «creer en él», como la gran prueba, ni le prohíbe dudar bajo pena de incurrir en un pecado contra la fe… 

– proclamar que la fe no es la virtud máxima, que la profundidad humana religiosa no se basa en creer, en aceptar lo que no se ve, ni en dar adhesión obligada a un sistema de creencias milenario y deudor de un sistema cultural limitado y con graves fallas epistemológicos de fondo… 

– proclamarle que la sumisión obligada a una divinidad extracósmica no es el resumen de sus deberes ni la esencia de su dimensión religiosa… 

– Proclamar la desabsolutización del teísmo: si en los milenios pasados se creyó que el teísmo era la primera condición, sine qua non, dar ahora la buena nueva de que puede ser no teísta, no creer en theos, y vivir en un amor apasionado con la Realidad profunda, entendida como Dios en un modo nuevo (KEARNEY, 2010). El teísmo es solamente un modelo concreto –entre otros– de representación del Misterio. 

– Propiciar la reconciliación con las diversas corrientes del humanismo que se ha declarado ateo ante la intemperancia del teísmo metafísico proclamado por el cristianismo histórico40. 

– Proclamar con humildad la desabsolutización de la religión misma. Los sistemas religiosos llamados comúnmente «religiones» son construcciones humanas propias del tiempo agrario, con características deudoras de ese estadio concreto de la historia de la humanidad, construcciones que quedan obsoletas cuando se acaba esa edad y accedemos a un nuevo modelo de humanidad, y con ello a una nueva manera de ser profundamente humanos… Estamos en ese trance, y estamos llamados a vivirlo con conciencia y con libertad (CORBÍ, 1996). 

b) Oikocéntrico 

– devolver al ser humano a su re-encuentro con la naturaleza, en un sentido incluso sagrado: el primer libro… Homecoming, la vuelta a casa, el retorno al hogar, a nuestro oikos, a nuestra placenta natural-espiritual41. Volver allí de donde equivocadamente nos separamos42. Más que ciudadanos del cielo, sentirnos hijos de la Tierra, con una fuerte vivencia de pertenencia al Universo, nuestro hogar (CAPRA, 1991). 

– Proclamar la buena noticia de la libertad: la creatividad (R)evolucionaria de la vida pasa ahora por el filum humano; le toca a este filum hacer su aportación propia con un esfuerzo de indagación y co-creatividad… (no precisamente con la sumisión y la repetición). 

– Proclamar el «valor revelatorio (BERRY; SWIMME, 1994)»43 que la ciencia en general y específicamente la nueva cosmología tienen. Reconocer que la mayor fuente actual de renovación humana profunda es el propio nuevo relato cosmológico, the new story, el relato que nos dice lo que «somos» al decirnos «de dónde venimos»… 

– reconocer la prioridad teológica y epistemológica del «primer libro», sobre el «segundo libro»44 (San Agustín); reconocer con santo Tomás que Dios se manifiesta también por la naturaleza, y que el conocimiento (o desconocimiento) del mundo condiciona el conocimiento de Dios45… 

– Proclamar la buena noticia de la espiritualidad de la materia46, la bondad del mundo (ya no enemigo del «alma») y todas sus dimensiones: la corporalidad (ya no el ágere contra, la mortificación…), la sexualidad (ya no considerada como pecado ex toto genere suo, sino como un regalo de energía y de felicidad)… De nuevo, homecoming: reconciliar al ser humano con el mundo, con la materia (O’MURCHU, 2013), con el cosmos, con la corporalidad, con la sexualidad, con la Vida, con Gaia47… 

– Proclamar el fin de todos los dualismos: cuerpo/alma, cielo/tierra, materia/espíritu… Abrirnos al holismo… 

c) Epistemología 

– Liberar al ser humano de la epistemología a la que lo sometió la religión agraria: no hay una verdad objetiva con fórmulas a las que «adecuar su intelecto». No hay una «voluntad de Dios» escrita en tablas de piedra, sino un Misterio Co- creador (sin alteridad respecto a nosotros, y sin teísmo) desde el que nos sentimos poderosamente atraídos a unirnos activa y creativamente a su co- creatividad… 

– Abandonar el viejo concepto de una «verdad revelada fija y eterna»: no fue una revelación desde fuera, sino una muy reveladora creación de nuestros mayores en la fe, que sirvió en su momento, y todavía hoy nos inspira, pero que no puede atarnos, ni eximirnos de nuestro deber de búsqueda y de nuestra obligación de dar hoy nuestra propia respuesta en la historia… 

– no se trata de creer… se trata de sentir, vibrar, de crear, y comulgar. Y eso no se puede conseguir sin indagación personal y sin optar, por nosotros mismos, arriesgándonos, no ya sometiéndonos ciegamente. 

– ayudar a aceptar la incertidumbre, aceptar la realidad que hoy nos enseña la ciencia física, la imposibilidad de encontrar una respuesta «objetiva» o independiente de nosotros mismos… aceptar vivir sin verdades dogmáticas pensadas como descripciones de una realidad objetiva48… 

– volver a proponer la «re–recepción»49 que Schillebeeckx propuso, que continúa pendiente, pero ahora con un alcance y una urgencia mucho mayores… 

– reconocer que la religión no tiene «la verdad», y que ni siquiera debe contener verdades; que no debe ser una «religión de verdades», y que fue un error fatal y una increíble arrogancia epistemológica el pensar que los jerarcas cristianos podían encontrar y proclamar dogmas, votando en sus debates conciliares, o por decisiones autocráticas del pontífice máximo… proclamando por decisión suya dogmas como afirmaciones prácticamente reveladas que a partir de entonces podía imponer en nombre de Dios… Nunca más. 

– reconocer, junto con la prioridad del «primer libro», el «valor revelatorio» que las ciencias de la Naturaleza tienen para nosotros, y colocar y re-comprender en ese nuevo marco la revelación que recibimos en la historia, condicionada por nuestra ignorancia y nuestros errores sobre el mundo. Dar gracias extasiadamente (DOWD, 2005) por la Realidad inabarcable que nos permiten contemplar. 

– que fue un error cultural-epistemológico pensar en la objetividad absoluta de la verdad, ignorando su carácter subjetivo, su carácter elaborado, sus mediaciones lingüísticas y culturales, su historicidad y su carácter de modelaciones propias de este ser viviente que es el ser humano y para su supervivencia… 

– Una vez desabsolutizadas todas las religiones (no existe «la religión verdadera»), valorarlas a todas («todas son verdaderas»), con mesura y prudencia («todas son falsas»), y predisponer al ser humano a aprender de todas las religiones50 (escrituras, sabiduría, métodos técnicas…). Todo el patrimonio de las religiones nos pertenece a todos. Religiones están despatrimonializadas, son patrimonio de toda la humanidad). 

– Poner a las religiones en alianza para salvar nuestra supervivencia, para salvar el planeta, para salvar la vida en esta Tierra51… 

– Librar a las religiones de su pasión proselitista: aceptar el valor de todas las tradiciones, y dejar que sea la calidad de la profundidad humana la que vaya evolucionando de un modo que no podemos prever ni condicionar, en principio. Firmar un acuerdo macroecuménico: no hacer proselitismo entre las religiones ni ante el ateísmo consciente; tratar de ayudar simplemente a que las personas se realicen plenamente en su dimensión profunda, tomando sus propias decisiones. 

Conclusión 

No es cierto que el paradigma pos-religional sostenga que las religiones vayan a desparecer; eso es sólo el equivoco en que cae quien lo percibe superficialmente, o con prejuicios, o sin escuchar sus matizadas razones. Las religiones pueden continuar, deberían continuar, pero ello sólo podrá ser al precio de transformarse, abandonando sus prácticas «religionales»52. Muchas de las tareas que asumieron cuasi-constitutivamente en el período agrario, habrán de abandonarlas. Las religiones deberán concentrarse en la tarea esencial, que no variará: ayudar al ser humano a sobrevivir siendo cada vez más humano. Y esa tarea, aunque es la de siempre, podrá expresarse, en un gran despliegue creativo de posibilidades, como acabamos de hacer. 

Aunque, por su falta de reacción ante el desafío, de hecho están retrocediendo y muriendo –las estadísticas cuantitativas y cualitativas lo testimonian–, abrigamos la esperanza de, más pronto que tarde, las religiones van a echar mano de su potencial de sintonía con la Vida y van a reconvertirse, llenas de jovialidad53. 

Las crisis han sido parteras en la historia que han forzado y hecho posible la aparición de lo nuevo. La gran crisis actual de las religiones está forzando a las religiones a reencontrarse a sí mismas, abandonando muchas tareas que tuvieron que asumir en el período agrario y que ya no tienen sentido por el cambio radical del contexto (social, económico, cultural, evolutivo, epistemológico, filosófico, axiológico…), y, paralelamente, redescubriéndose a sí mismas, descubriendo con gozo que su vocación profunda («humanizar la humanidad») sigue siendo posible, y aun más urgente en esta nueva etapa evolutivo-bio-antrópica. Esa vocación profunda, ahora abrazada sin distracciones ni rémoras, entra dentro de lo que siempre se llamó la espiritualidad. El único futuro posible de las religiones en el tiempo pos-religional pasa por recentrarse en esta su vocación profunda de siempre: cultivar la profundidad de la humanidad, humanizar la humanizar, lo que inmemorialmente hemos llamado –con un nombre, tan añorado cuanto necesitado de superación– la espiritualidad. 

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Notas:

1 A secularização vai tornando-se complexa ao longo do tempo e, após mais de quatro séculos, já não admite uma intepretação unívoca. […] Se impõe à consciência a existência de uma positividade muito presente nesse processo de secularização. Trata-se de um fenômeno não apenas negativo – como foi considerado durante algum tempo, muito especialmente por parte do pensamento cristão – mas que, pelo contrário, apresenta fazes de visibilidade que desafiam a fé, a religião e a teologia de maneira fecunda e vital. (BINGEMER; ANDRADE, 2012, p. 107-108). 

2 En 1900 los no creyentes eran un 0’2% de la población mundial (3 millones de una población de 1619 millones), y en 2000 eran 12’7% (778 de 6055), DAMEN, 2003. Cfr también DAMEN, 2011. 

3 De 1950 a 2010 verifica-se que a média de crescimento dos sem religião é continuamente superior à da população brasileira em todos os decênios. Por isso, embora se ateste no Censo 2010 uma queda em pontos percentuais, os sem religião prosseguem em ritmo ascendente (VIEIRA, 2015, p. 606).
4 No son sin religión, sino no afiliados o des-afiliados a las instituciones religiosas, pero de ninguna manera podemos pensarlos como personas no «religiosas» en el sentido de portadoras de una profundidad «espiritual», ni siquiera en el caso de los ateos. 

5 La situación es tan compleja que parecen existir datos que apoyen los diagnósticos más contradictorios. De ahí que no falten razones, al menos aparentes, para toda suerte de interpretaciones y pronósticos sobre el futuro del cristianismo (MARTÍN VELASCO, 1999, p. 127). 

6 El dicho es de Ignacio de Loyola, en su «Principio y Fundamento», pero es, sobre todo, el símbolo de una sensibilidad espiritual premoderna (en este punto, aunque Ignacio tuviera otros rasgos claramente modernos. 

7 Ildefonso Navarro se pregunta por la actualidad de la tradición espiritual y educativa de la Compañía de Jesús: esta tradición tiene raíces marcadas profundamente por un tipo de religiosidad que ya no responde a la situación presente y, al mismo tiempo, tiene una espiritualidad con elementos profundamente actuales. (NAVARRO, 2015, p. 617-618)
8 Señor, soy tu esclavo, e hijo de tu esclava, reza con toda naturalidad el salmo, n. 116, 16. 

9 La expresión es de Marià Corbí (2007, p. 126). Expresa muy bellamente un rasgo mayor del pensamiento filosófico y religioso de la edad agraria, que ha durado hasta hoy.
10 Esta expresión podría convertirse en otra metáfora de la edad agraria: lo que las religiones agrarias han hecho ha sido poner al ser humano «de rodillas», pidiéndole en ante todo la sumisión, la obediencia, la humillación. Es algo que ya no va a ser posible en con el final de la edad agraria, con el advenimiento de la sociedad moderna. 

11 Recordemos que la palabra Islam significa precisamente sumisión… Esta centralidad de la sumisión no es propia sólo del cristianismo, sino de no pocas religiones. 

12 Ha llegado el momento de sobrepasar el exclusivismo religioso y la discriminación. Los ríos deben de fluir y las personas religiosas madurar, de otro modo, se estancan. Tenemos que ser creadores de la historia, no sus víctimas. No nacimos para vivir dentro de límites estrechos. Tenemos que replantear nuestros problemas en este nuevo contexto de mucha gente de otras fes (SESHAGIRI RAO, 2010, p. 152). 

13 Roger Lenaers, en uno de sus libros más emblemáticos, ha hecho de la «heteronomía» la categoría clave para presentar el desafío mayor de la modernidad a la religión. (LENAERS, 2008). 

14 Pero el encargo de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente […] que por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo […] la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca lo que propone que se debe creer como divinamente revelado. (IGLESIA CATÓLICA, 1965, DV, n. 10). 

15 Religion is one thing to the anthropologist, another to the sociologist, another to the Psychologist (and again another to the next Psychologist!), another to the Marxist, another to the mystic, another to the Zen Buddhist, and yet another to the Jew or Christian. As a result there is a great variety of Religions theories of the nature of religion. There is, consequently, no universally definition of Religion, and quite possibly there never will be! (CRAWFORD, 2002, p. 3). 

16 En nuestro libro de Espiritualidad de la liberación (19 ediciones diferentes, disponible en la red en servicioskoinonia.org), dedicamos toda una primera parte del libro (un tercio de su extensión total) a establecer el concepto amplio de espiritualidad; sólo después, y dentro de ese amplio concepto, concretábamos los rasgos de la espiritualidad concreta a la que queríamos referirnos, la de la liberación. La edición princeps fue la de Managua. (CASALDÁLIGA; VIGIL, 1992). Para esa primera parte del libro, p 21-44. 

17 Vosotros decís que nosotros no conocemos al Señor que está cerca y con nosotros, a aquel de quien son los cielos y la tierra. Decís que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es ésta, la que habláis. Por ella estamos perturbados, por ella estamos molestos. Porque nuestros progenitores no solían hablar así. Ellos nos dieron sus normas de vida. Honraban a los dioses. Nos enseñaron todos los modos de honrar a los dioses. Era doctrina de nuestros mayores que es por los dioses por quienes se vive. Y ahora, ¿destruiremos nuestra antigua regla de vida? Es ya bastante que hayamos sido derrotados, que se nos haya impedido nuestro gobierno. ¡Déjennos pues ya morir, porque ya nuestros dioses han muerto! (LEÓN PORTILLA, 1994, p. 21ss). 

18 Al igual que la ciencia y la tecnología, la mitología no consiste en desentenderse de este mundo, sino en capacitarnos para vivir de forma más plena en él. (ARMSTRONG, 2005, p. 13). Lo mismo podríamos decir de la religión en general: no sería un «instrumento» creado sin referencia al mundo, sino para vivir en él, sólo que la forma finalmente elaborada para vivir en él puede haberse encontrado en una filosofía o sabiduría que evada al ser humano de este mundo, o le haga negarlo, o despreciarlo. La intención primera radicaría en la Vida misma, que procura su sobrevivencia. 

19 Para Tillich el ser de la persona se siente espiritualmente acosado por la nada, por el no ser, en un frente triple: la angustia del sino, que en términos absolutos es la muerte; la angustia de la vaciedad, que en términos absolutos es el absurdo; y la angustia de la culpa, que en términos absolutos es la condenación. En este contexto, espiritualidad es aquello que nos hace ser, que da profundidad a nuestro ser humanos, que nos hace vivir con ternura y con pasión, nos da coraje para vivir a pesar de todas las amenazas, y nos hace ser capaces de vivir-crear sentido. 

20 Y de un modo más elaborado, en La sabiduría de nuestros antepasados para sociedades en tránsito. Principios de epistemología axiológica 2 (CORBÍ, 2013).
21 Jon Sobrino se refiere también a la que llama «espiritualidad fundamental», anterior a la espiritualidad cristiana: la llamamos, en su conjunto, la espiritualidad fundamental, porque atañe a todo ser humano, y a todo cristiano por ser humano». Está constituida por «actos de espíritu que de una u otra forma, por acción u omisión, realiza todo ser humano (“OBRINO, 1990, p. 458). Nuestro libro de espiritualidad de la liberación (CASALDÁLIGA; VIGIL, 1992) dedica toda una parte a la E1, la «espiritualidad simplemente humana», propia de todo ser humano; la espiritualidad cristiana no tendrá otra esencia; será exactamente lo mismo, simplemente revestido de y expresado en categorías cristianas. 

22 «Espiritualidad civil» la ha llamado Carlos CABARRÚS en su Lección inaugural del curso 2014 en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala, el 12 de febrero de 2014.
23 He tratado incursionado en un tema conexo con este (VIGIL, 2005, p. 107-210). 

24 Siguiendo principalmente a Freud, John Shelby Spong ve en el esfuerzo humano de superación de esta angustia el origen de la religión (SPONG, 2001, p. 57-44), cap. III: «Autoconsciência e teísmo: irmãos siameses do teísmo». 

25 Es un supuesto implicado en la interpretación del paradigma pos-religional del que partimos.
26 Es otra manera de interpretar el mismo cambio epocal. He profundizado sobre «un nuevo tiempo axial» en el capítulo de mi libro Teología del Pluralismo Religioso (VIGIL, 2008, p. 259-278).
27 Véase su capítulo 8: The End of Dogmatic Metaphysics. Su colaboración en este mismo número de HORIZONTE insiste: I am a secular Christian, a person committed to the critical way of thinking and a person therefore for whom there is only one world, and it is this world; only one life, and it is this life (CUPITT, 2015, p. 542). La religión debe afrontar el carácter pos-metafísico de la cultura actual. 

28 Es conocido el grito de Nietzsche acusando al cristianismo de ser «platonismo para las masas», en el prólogo de Más allá del bien y del mal (1951). Nietzsche consideraba a Platón como un cristiano antes de Cristo. Cf. SOUZA, 2009, p. 7).
29 Aunque el tema tiene raíces muy antiguo en la historia de la religión, se observa en los últimos tiempos un clamor muy claro por su superación. John Shelby Spong se ha convertido en un abanderado actual del posteísmo con la proclamación de sus 12 tesis como el llamado a una Nueva Reforma. Véase también SPONG, 2011. En este mismo número de Horizonte acoge una nueva presentación que el obispo hace expresamente para esta revista sobre el paradigma pos-religional (SPONG, 2015, p. 112-162). 

30 A nivel de propuestas teológicas prácticas, no en el nivel académico o del laboratorio teológico sino de la pastoral y de la lectura accesible al pueblo de Dios, llama la atención la propuesta pionera de John Shelby SPONG, Vida Eterna. Más allá de premios y castigos, más allá de cielo e infierno, más allá de las religiones, 2014.
31 Un lugar muy apropiado para verificar este desprecio de este mundo en razón del mundo superior es la Liturgia de las Horas (ESGLÉSIA CATÓLICA, 1996). Citemos solamente el himno de vísperas del común de mártir: «Porque reputando llenos de hiel los goces de este mundo, y los dulces atractivos de los placeres, alcanzó los gozos celestiales». O el himno de laudes del común de confesor pontífice: «Por haber despreciado en su corazón los bienes los bienes perecederos de este mundo, goza ahora, entre los ángeles, del premio de la eternidad». 

32 En sus ensayos, el ya citado Thomas Berry habla de «reconocer la legitimidad de la noción de trascendencia, pero menciona el daño concreto que ha producido. Esta noción filosófica o teológica de trascendencia divina ha hecho daño, particularmente al desligarnos de la comunión con la tierra». «Nuestro excesivo énfasis en la trascendencia nos está llevando a destruir el planeta» (BERRY; CLARKE, 1997, p. 46 y 34). 

33 Gandhi declaraba: «Por suerte o por desgracia, el hinduismo no tiene ningún credo oficial. Si se me pidiera definir el credo hindú, diría simplemente: buscar la verdad por medios no violentos. Un hombre puede incluso no creer en Dios y considerarse hindú. El hinduismo es, en consecuencia, la más tolerante de las religiones. Su credo lo abarca todo». Young India, 24 de abril de 1924. (GANDHI et al, 2006, p. 15). 

34 Los dogmas son «veritas revelata ab Ecclesia proposita»: BECKER, 1973, p. 31.
35 «Las fórmulas dogmáticas están tan íntimamente unidas a su contenido, que cualquier cambio esconde o provoca una alteración en el contenido mismo» (PABLO VI, 1967, 5 de julio). Más aún: «Las fórmulas mismas, en las que la doctrina ha sido ponderada y autorizadamente definida, no se pueden abandonar. En este punto, el Magisterio de la Iglesia no transige» (PABLO VI, 1968, 4 de diciembre). Véase también Pío XII, Humani Géneris, AAS vol. 42, p. 565-567, 1950.
36 Algunos textos pueden parecernos sencillamente increíbles: «Porque por esas fórmulas de que se sirve la Iglesia para proponer los dogmas de fe, se expresan en conceptos que no están ligados a una determinada forma de cultura humana, ni a una determinada fase de progreso científico, ni a una u otra escuela teológica; sino que manifiestan… la experiencia universal y necesaria. Por eso resultan acomodadas a todos los hombres de todos los tiempos» (PABLO VI, Mysterium Fidei, 1965; PABLO VI, AAS vol. 57, p. 758, 1965). Más concretamente: «lo que durante siglos ha constituido el consentimiento común de los doctores católicos para obtener alguna inteligencia del dogma… se apoya en principios y nociones deducidos del conocimiento verdadero de los seres creados; y al deducirlo le ha iluminado a la mente, como una estrella, por medio de la Iglesia, la verdad divinamente revelada» (PÍO XII, Humani Generis, AAS vol. 42, p. 566, 1950). En resumen: «El mensaje y la doctrina se deben mantener… in suo dumtaxat genere, in eodem scilicet dogmate, eodem sensu eademque sententia»… (DE ALDAMA, 1973, p. 189).
37 CONGREGACION PARA A LA DOCTRINA DE LA FÉ: Declaración Dóminus Iesus, del cardenal Josef Ratzinger, 2005, n 22.
38 Un dialogo interreligioso nel senso stretto della parola non è possibile, mentre urge tanto più il dialogo interculturale che approfondisce le conseguenze culturali della decisione religiosa di fondo. Mentre su quest’ultima un vero dialogo non è possibile senza mettere fra parentesi la propria fede, occorre affrontare nel confronto pubblico le conseguenze culturali delle decisioni religiose di fondo. Cfr BENEDICTO XVI, 2008. 

39 Sobre el macroecumenismo, el texto de referencia continúa siendo CASALDÁLIGA; VIGIL, 1992, p. 218-226. 

40 Una propuesta que consideramos verdaderamente lúcida y abierta es la de Roger Lenaers, en su reciente libro Aunque no haya un dios ahí arriba, cuyo capítulo último propone El no-teísmo, como el último paso hacia el que caminamos. (LENAERS, 2013, p 195-209).
41 cCf. O’MURCHU, 2011. El autor nos hace caer en la cuenta de que nuestra «historia sagrada» no es la historia de los patriarcas de Israel, ni la historia de los tres mil últimos años, sino la historia misma del cosmos y de la vida, los 13.730 millones de años, y especialmente los 3.000 millones de años del surgimiento y desarrollo de la vida en este planeta. 

42 Es una pregunta que actualmente cautiva y se repite cada día más: ¿Dónde fue que nos equivocamos, que perdimos el rumbo y nos fuimos por el equivocado modo de vida que nos ha llevado a la situación actual? Véase por ejemplo O’MURCHU, 2000.
43 First edition con un capítulo llamativo a este respecto: The Modern Revelation. 

44 Cf. DE LUBAC, 1952, p. 220-221. Fue ya san Agustín quien reconoció que Dios ha escrito dos libros, no uno…
45 «Un error sobre el mundo redunda en un error sobre Dios»: (TOMÁS de Aquino, Summa Contra Gentiles, 1,2, c.3). También: «Una concepción equivocada acerca de las criaturas las creaturas lleva a un falso conocimiento de Dios» (TOMÁS de Aquino, Summa Contra Gentiles, II, 10). Véase: VIGIL, 2014, p. 137-146.
46 ¡La santa materia!, decía Teilhard de Chardin (TEILLARD DE CHARDIN, 2002) Original (póstumo): Le coeur de la matière, 1976. Véase al respecto: BOFF, La materia no existe!, 2010.
47 Johana Maci se ha significado mucho en sus trabajos en esta línea inspiradora, de «Vivir como Gaia»; nuestra misión y nuestra espiritualidad debiera pretender vivir como Gaia… Tal vez su trabajo más significativo en el campo de la aplicación práctica de todo esto es MACI; BROWN, 2003. Original: Coming Back To Life. Practices to reconnect our lives, our world, 1988. 

48 Excelente la página de John Shelby Spong titulada: «Piensa diferente, acepta la incertidumbre», 2014.
49 CONGAR (1982, p. 244ss) plantea tímida pero muy razonadamente la necesidad de proceder a una re-repción de la formulación de la fe que hemos elaborado a lo largo de la historia. Cuarenta años después, y con tantos nuevos paradigmas en curso, su propuesta parece aún mucho más tímida. Sería necesaria una re-recepción y una re-creación mucho más radicales. 

50 Uno debiera ser capaz de sacar provecho de cada Escritura. Debiéramos estar agradecidos unos a otros por todas las Escrituras del mundo. Cada una de ellas es como un árbol fértil cargado de flores y frutos. No debieran ser manipuladas por motivos egoístas e individualistas. Ninguna escritura debiera usarse para infravalorar las otras. (SESHAGIRI RAO, 2010, p. 154).
51 Vergonzantemente, en esta hora de emergencia planetaria, la preocupación y las propuestas para salvar la vida del planeta y de la humanidad están siendo promovidas por instancias no religiosas del mundo; las religiones parecen más preocupadas por otro mundo… 

52 En el caso del cristianismo Lenaers afirma que, en realidad, el cristianismo originalmente no es una religión, y que, por eso, basta que vuelva a sus orígenes. Cfr. su texto en esta misma revista (LENAERS, 2015, p. 163-192). También Pierre Simón Arnold: «EL cristianismo no es una religión, sino un humanismo supra religioso», cfr.ARNOLD GULKERS, 2015, p. 78-111).
53 Traté de profundizar en este desafío y esta esperanza em (VIGIL, 2013, p. 39-50. 

*José María Vigil

Doctor en Educación, énfasis en nuevos paradigmas (Universidade La Salle de San José, Costa Rica), post-doctorado en Ciências da Religião (PUC Minas). Estudió Teología en Salamanca y Roma, y Psicología en Salamanca, Madrid y Managua. País de origen: Nicarágua. 

Original:

Horizonte, Belo Horizonte, vol. 13, no. 37, p. 319-359, Enero/Marzo 2015 – ISSN 2175-5841 

Fuente: academia.edu