¿Quién es mi madre y mis hermanos? Marcos 3:31-35


Normalmente, el primer – a veces, el único– recurso exegético que se suele usar ante este relato es el espiritual, el teológico: la familia de Dios. Quizás porque se va al grano. Sin embargo, este episodio cuenta con un contexto social y político, que es el que debieron percibir los oyentes de Jesús. En este contexto las palabras de Jesús debieron sonar como una provocación. No era la primera vez que Jesús provocaba a las gentes. En Nazaret la provocación fue tal que sus paisanos intentaron despeñarle (Lucas 4:25-28). En la parábola con la cual enseñó que el “prójimo” era cualquiera que tuviera necesidad de ayuda, el personaje que respondió según esa pauta fue un “samaritano”, un histórico rival de los judíos (Lucas 10:25-37). En nuestro relato, el texto no dice que la gente se escandalizara. Somos nosotros los que debemos conocer las implicaciones de las palabras de Jesús.

En la época de Jesús, tanto en el mundo judío como en el mundo greco-romano, la sociedad estaba organizada por unos “códigos domésticos” muy diferentes a los de nuestra sociedad occidental del siglo XXI. Aquellos códigos domésticos dirimían tres relaciones específicas: las relaciones marido-mujer, padre-hijos y amo-esclavos. En las tres relaciones era el patriarca (el paterfamilias, varón y libre) de quien dependía todo. La esposa (o esposas), los hijos, los esclavos y demás subalternos le debían absoluta obediencia. En las Pastorales, 1-2 Timoteo y Tito, se enfatizan las reglas de estos códigos (cf. Colosenses 3:18-22). 

Nuestro relato es muy coloquial. Jesús está enseñando rodeado de un amplio auditorio en la vía pública. Sus familiares se acercaron con el propósito de, en principio, hablar con él; pero en una situación muy parecida, Marcos dice que “los suyos” (o sea, su familia) vinieron a por él “porque decían: Está fuera de sí” (Marcos 3:20-21). Este relato está en el mismo contexto del texto que estamos usando como referencia en esta reflexión. Es decir, algunas enseñanzas de Jesús eran tan provocadoras que incluso sus familiares se sintieron “deshonrados” ante el vulgo y, especialmente, ante su entorno más próximo. ¿Por qué se sintieron así? Porque Jesús, con esas declaraciones, estaba cuestionando un código doméstico muy arraigado. El colmo de este cuestionamiento fue su afirmación: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lucas 8:21); “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, e hijos, y hermanos, y hermanas… no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Esto significaba, si fuera necesario, el enfrentamiento con el paterfamilias: “he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra la madre…” (Mateo 10:34 sig.). Es decir, Jesús estaba cuestionando los códigos domésticos de la época.

El cristianismo primitivo luego tuvo que ir haciendo arreglos, aceptando dichos códigos, pero la radicalidad de Jesús abrió una manera nueva de entender el mundo que, hasta cierto punto, las primeras comunidades cristianas intentaron introducir, por cierto, sin éxito.

Emilio Lospitao

Autor: E.Lospitao

Hobby, la pintura

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