He aquí tantos años te sirvo… Lucas 15,11-32


La parábola del “Hijo Pródigo” es una de las más conocidas y, quizás, de la que más se ha predicado, normalmente como tema de evangelización. Como tema evangelístico, el protagonista que se realza es el “hijo» que exigió la parte que le correspondía de la herencia, se marchó de casa, malgastó el dinero viviendo perdidamente y, frustrado, regresó a casa de nuevo. Visto así, este «hijo» es el personaje principal. Pero una lectura atenta del relato, en su contexto inmediato, nos sugiere que no es así. Esta parábola forma parte de un trío que tienen como común denominador la misericordia de Dios. Las otras son: la «oveja perdida» y la “moneda perdida» (Lucas 15:1-8). La parábola que nos concierne, como todas las parábolas en general, tiene una lección principal que, en este caso, no es la vuelta de dicho “hijo», sino la actitud del hermano mayor como contraste de la actitud del padre cuando el «hijo» dilapidador regresó. 

Este trío de parábolas está motivado, según Lucas, por la murmuración de los fariseos y los escribas: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:2).

Entonces Jesús les refirió esta parábola… (la de la oveja perdida). Lucas, intencionadamente, aglutina tres parábolas que tienen la misma enseñanza, independientemente de que Jesús las hubiera enseñado en la misma ocasión. (Recuerde el lector la libertad que los evangelistas se toman a la hora de gestionar su trabajo literario).

Trasfondo literario y teológico de la parábola 

Trasfondo literario

El trasfondo literario de la parábola del «Hijo Pródigo» es doble: por un lado, tiene que ver con el cuándo se escribió; y, por otro, con el motivo de por qué se escribió. El cuándo (años 70-90) tiene como escenario temporal el periodo en el que las comunidades cristianas estaban madurando en el contexto dialéctico entre judíos que habían aceptado el evangelio (judeocristianos) y judíos que no habían aceptado el mensaje, especialmente fariseos y escribas. El motivo de por qué se escribió tiene como contexto la catequesis, la instrucción apologética de los convertidos a la nueva fe. Había que ofrecer material didáctico para que los “creyentes” estuvieran preparados para dar cuenta de la fe que habían aceptado (1 Pedro 3:15). Los escribas y los fariseos eran maestros teológicamente muy competentes.

Trasfondo teológico 

El trasfondo teológico de la parábola del “Hijo Pródigo» está condicionado por el formalismo religioso y teológico farisaico.

Por un lado, el fariseísmo se caracterizaba por el formalismo y el legalismo con que interpretaba la Ley. Marcos deja esta pincelada: “Porque los fariseos y demás judíos, siguiendo la tradición de los antepasados, no comen sin antes haberse lavado las manos cuidadosamente. Así, cuando vuelven del mercado, no comen si antes no se lavan. Y guardan también otras muchas costumbres rituales, tales como lavar las copas, las ollas, las vasijas metálicas y hasta las camas…” (Marcos 7:3-4). Por otro lado, este formalismo les conducía en la praxis a una clara auto justificación. Jesús ridiculizó esta auto justificación farisaica en otra parábola: la de la oración del publicano y del fariseo. Lucas comienza esta parábola diciendo: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros…” (Lucas 18:9-14). Esta parábola, pues, iba dirigida a los fariseos. En la comunidad de Lucas se enseñaba esta parábola. La oración del fariseo refleja la jactancia de la auto justificación: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros…”. El publicano, sin embargo, se limitaba a decir: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Pero el veredicto de Jesús fue que“éste descendió a su casa justificado antes que el otro”.

Objetivo de la parábola 

La parábola del «Hijo Pródigo» fue una crítica a la doctrina farisaica de la auto justificación de aquella época y lo es también de la nuestra.

“Un hombre tenía dos hijos…”. A partir de este comienzo de la parábola, el autor continúa relatando la aventura del hijo menor, que exige la parte de la herencia que le corresponde, que abandona el hogar, que malgasta la herencia hasta llegar a la indigencia y que, por último, recapacita y vuelve arrepentido a casa. Lo narrado hasta este punto es sólo una introducción para llegar al asunto importante de la parábola, que es la actitud tan diferente del padre de la del hermano mayor: El padre (que representa a Dios), profundamente conmovido, le recibe y le agasaja con una fiesta; el hermano mayor (que representa a los fariseos), contrariado, reprocha al padre que le reciba así, y le dice: “He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás…” (Lucas 15:29).

Esta declaración del hermano mayor es una evocación de la oración del fariseo: “Ayuno dos veces por semana y pago al templo la décima parte de todas mis ganancias…”; es decir, ¡merezco, por lo tanto, ser reconocido! “[Pero tú] nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos”.

En las tres parábolas, Lucas pone de relieve el amor y la misericordia de Dios, la esencia y el núcleo del «reino de Dios» que Jesús predicaba, la «buena noticia», el evangelio: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7). “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15:10). “Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado” (Lucas 15:32).

Emilio Lospitao

Autor: E.Lospitao

Hobby, la pintura

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