«Hablamos donde la Biblia habla…»


I. INTRODUCCIÓN
«Hablar donde la Biblia habla…» es el eslogan del frontispicio ideológico de las Iglesias de Cristo del Movimiento de Restauración (idcMR). Podemos leerlo en la abundante literatura existente, en las páginas webs de dichas Iglesias de Cristo, además de oírlo desde los púlpitos un domingo sí y otro también. El eslogan en sí mismo ya es una afirmación anticipada de la interpretación literal que se hace de la Biblia. Así lo confirma la exégesis de los textos bíblicos que encontramos en la literatura de las idcMR. La hermenéutica literalista es coherente con el eslogan y este con dicha hermenéutica. La triple “ventaja” de la exégesis literalista es que, primero, es más económico intelectualmente hablando (no necesita investigar); segundo, no exige pensar (solo leer); y, tercero, no arriesga nada… ¡O mucho! (piense el lector en la obcecación de los religiosos en el caso Galileo). 

1. Contexto del eslogan 

El eslogan tiene un contexto histórico: la diversidad de denominaciones cristianas en el Nuevo Mundo, que no era otra que la que existía en el Viejo Mundo (Europa). Con la emigración continuada desde la vieja Europa al nuevo continente recién descubierto, se hizo presente el mismo conglomerado religioso, confuso por su misma naturaleza. Todas las denominaciones religiosas contaban con sus propias tradiciones y estatutos además de la Biblia. Los padres del Movimiento de Restauración  (Campbell, Stone…), disidentes de la Iglesia Presbiteriana, cuestionaron dichas tradiciones y estatutos conminando a todos los líderes de las demás denominaciones a remitirse solo y exclusivamente al Nuevo Testamento respecto a la organización de la iglesia, el culto, la eclesiología, etc. De ahí el eslogan “hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla”. Es decir, el órdago consistía en que abandonaran las tradiciones y los estatutos particulares de sus respectivas Iglesias y se limitaran solo a las enseñanzas del Nuevo Testamento. Este es el contexto histórico del eslogan y en ese contexto se ha de entender. Decir, además –y esto es muy importante–, que en aquella época, tanto unos como otros creían en la “infalibilidad” e “inerrancia” de la Biblia, aun cuando el “liberalismo teológico”, y las ciencias bíblicas modernas, ya habían iniciado su desarrollo amparados por la Ilustración. 

Desde el siglo XVII venían sucediendo cambios profundos en la Ciencia, la Filosofía y la Política, dejando obsoleto el antiguo paradigma precientífico anterior a Copérnico y Galileo (siglo XVI). Esta obsolescencia alcanzó también a la valoración y el concepto que se tenía de la Biblia como libro religioso, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II (mediados del siglo XX). Los conceptos “infalible” e “inerrante” hoy se han relegado a un grupo cada vez más minoritario en el mundo religioso, especialmente en Norteamérica, donde nació el Fundamentalismo. 

2. “Infalibilidad” e “inerrancia”: un poco de historia 

Independientemente de la interpretación que se haga de algunos textos bíblicos referente a estos dos conceptos, dicha interpretación tiene su propia historia, de la cual aquí dejamos una brevísima semblanza. 

Filón de Alejandría (15 aC – 50 dC), filósofo judío y embajador del judaísmo en el mundo griego, sentó el mejor precedente para la posteridad de la “inspiración” de la Biblia hebrea (que luego se atribuyó a las escrituras cristianas). Filón decía: 

“El hombre que profetiza se ve obligado a pronunciar palabras cuyo alcance desborda todos los límites terrenos: el órgano, la boca, la lengua y hasta la inteligencia; es humano, pero su resonancia es sobrehumana…”(Vida de Moisés, 1, 274). Filón extendía este carácter sobrenatural a los traductores de la Septuaginta (traducción de los libros sagrados judíos al griego a mediados del siglo III aC). “Los traductores, según escribe Filón, “actuaron cada uno bajo el dictado de un invisible inspirador”; por eso dice que hay que llamarlos “no ya traductores, sino hierofantes y profetas, ya que se les concedió, gracias a la pureza de su inteligencia, marchar al mismo paso que el espíritu más puro de todos, Moisés” (Vida de Moisés, 11, 37 y 41. Antonio M. Artola y José Manuel Sánchez Caro, “Biblia y palabra de Dios”, Verbo Divino ).

Dieciocho siglos después –este concepto se mantuvo intacto durante ese tiempo– el Concilio Vaticano I, como reacción al liberalismo teológico en boga, en la sesión III del día 24 de abril de 1870, se ocupó en la definición del origen divino de las Escrituras en la siguiente manera: 

“Dichos libros del AT y del NT íntegros con todas sus partes, como se describen en el decreto del mismo Concilio [de Trento]… deben ser recibidos por sagrados y canónicos. La Iglesia los tiene por sagrados y canónicos no porque, habiendo sido escritos por la sola industria humana, hayan sido después aprobados por su autoridad, ni sólo porque contengan la revelación sin error, sino porque, habiendo sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales han sido entregados a la misma Iglesia…” (Antonio M. Artola y José Manuel Sánchez Caro, “Biblia y palabra de Dios”, Verbo Divino – Pag. 165). 

Sin embargo, casi un siglo después, durante el Concilio Vaticano II (1965), se enfrentaron dos concepciones antagónicas sobre la verdad de la Biblia. Por una parte, una mentalidad anclada en la doctrina clásica sobre la inerrancia se empeñaba en que el Concilio se pronunciara sobre la total exclusión de error en la Biblia. Por otra, se iba abriendo camino una corriente nueva que enfocaba la cuestión desde un punto de vista nuevo: el de la verdad de salvación. La primera actuaba bajo los imperativos inconscientes de una concepción griega de la verdad. La segunda pretendía salvar los escollos de una comprensión rígida de la inerrancia. Lo que se debatía en el fondo era el modelo de verdad por el que optaba la Iglesia para explicar la Palabra de Dios. (Antonio M. Artola y José Manuel Sánchez Caro, “Biblia y palabra de Dios”, Verbo Divino- Pag. 228). 

En el documento Dei Verbum (uno de los 16 documentos del Concilio Vaticano II), referente a la Biblia, se dice: 

“Naturalmente, el Espíritu no se hace responsable de todo lo escrito por el hagiógrafo; como dice la misma constitución DV (Dei Verbum), ese aliento o presencia del Espíritu se encuentra en aquella «verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (DV 11). No se trata, pues, de verdades del orden histórico o científico, sino de las relativas a la salvación del hombre…” (DV 12). 

Esta evolución de criterios en la Iglesia Católica Romana (ICR) se debió a los conocimientos científicos y filosóficos que estaban poniendo en evidencia la debilidad del dogma de la “infalibilidad” y la “inerrancia” de la Escritura. 

Reacción del Protestantismo en EE.UU. 

Sin embargo, ante el mismo fenómeno cultural, en el que la ICR reconoció que no podía seguir insistiendo en la “inerrancia” de la Biblia, los líderes protestantes (en los Estados Unidos) re- accionaron de forma distinta. Estos se afianzaron más en dicha “inerrancia”. 

A principio del siglo XX un grupo de líderes cristianos estadounidenses proclamaron cinco fundamentos que consideraban imprescindibles para la fe cristiana. Pues bien, uno de ellos consistía precisamente en el carácter “infalible” e “inerrante” de la Biblia. 

Se acuñó el término “fundamentalismo” derivado de estos cinco “fundamentos”. Este Fundamentalismo, pues, nace como reacción al deísmo liberal que encontró el caldo de cultivo en la Ilustración. La mayoría de los Evangélicos (incluidos los de las Iglesias de Cristo), sobre todo los de fuera de Norteamérica, ignoran cuál es la cuna de su teología literalista, la cual ha ejercido –y sigue ejerciendo– una gran influencia en Latinoamérica y algunos países de Europa, particularmente España, a través de las misiones estadounidenses, el apoyo económico recibido y la literatura procedente de allí. Sobra decir que la antítesis del “fundamentalismo” es el “liberalismo”, que apuesta por una apertura hacia los nuevos conocimientos filosóficos y científicos. 

3. El estatismo de nuestros exégetas 

No obstante de las sugerencias que pone sobre la mesa la nueva hermenéutica (empujada y alumbrada por dichos conocimientos científicos y filosóficos), nuestros exégetas del MR, fundamentalistas, sienten un profundo recelo hacia dicha hermenéutica (herramienta multidisciplinar imprescindible hoy en la exégesis bíblica). Sienten recelo de esta hermenéutica porque esta exige precisamente estudiar y pensar; es decir, investigar; y la investigación supone discernir, ponderar, cotejar, decidir…, con los riesgos que ello conlleva; ciertamente es más fácil pontificar: así dice la Biblia. Pero es la investigación la que ofrece la información que subyace en el texto, ¡pero que no está en el texto! Y esta información evidencia que, a veces, no todo es lo que parece en la Biblia. Y el hecho de que no todo sea lo que parece en la Biblia, supone para nuestros exégetas literalistas una profunda inseguridad. Por eso, el exégeta con una mínima formación teológica, después de citar “lo que dice” la Biblia, se preguntará por qué la Biblia dice “eso”. Ofrecer la respuesta adecuada a ese “por qué” es la misión de la hermenéutica. Pero la información (y la formación) en este quehacer hermenéutico no se encuentra en las páginas de la Biblia (sola), sino en los libros de diversas disciplinas (historia, antropología cultural…). 

II. SINSENTIDOS DEL LITERALISMO 

El literalismo, por su simpleza, parece ofrecer, sobre todo, seguridad: ¡la Biblia dice así!. Pero, como ya hemos apuntado más arriba, no todo en la Biblia es lo que parece. Luego el literalismo, sin más, lleva a complejas conclusiones reconocidas hoy como obsoletas cuando no contradictorias y engañosas. Por eso la exégesis correcta necesita de una hermenéutica interdisciplinar. Veamos algunos sinsentidos de la interpretación literalista (¡Hablar donde la Biblia habla…!): 

EN PRIMER LUGAR, por ejemplo, los textos que usamos para restaurar “la Iglesia del Nuevo Testamento” tienen un carácter esencialmente teológico, hablan de una “Iglesia” abstracta, teórica, invisible; no tiene nada que ver con las iglesias históricas, que eran diversas y plurales. Por lo tanto, desde un punto de vista eclesiológico, la heterogeneidad del cristianismo primitivo hace imposible “restaurar” una supuesta “Iglesia del Nuevo Testamento”. Este deseo de los padres del MR era mera ingenuidad (comprensible por la falta de información histórico-crítica del cristianismo primitivo). El sinsentido de esta idea radica precisamente en el intento de restaurar una Iglesia única que nunca existió históricamente hablando (ver “La Iglesia primitiva” en Renovación nº 98 – octubre 2021). La idea de “restaurar” la Iglesia fundada en el año 33 dC. es un galimatías. Es un galimatías por tres razones: a) La iglesia local primitiva, de Jerusalén, continuó observando las costumbres judías de la Ley; b) Pero el MR hace una distinción enfática entre las Escrituras hebreas y las cristianas (Antiguo y Nuevo Testamento), cosa que aquellos cristianos no hicieron, obviamente. Primero porque no existía ningún “nuevo testamento” literario todavía, por lo tanto, la única Escritura que tenían era la Biblia hebrea, y no encontraron ningún problema en continuar con sus preceptos (no importa cuáles sí y cuáles no); y c) Tras el nacimiento del cristianismo gentil en Antioquía, que no observaba la Ley (salvo algunos preceptos impuestos por los judeocristianos de Jerusalén), no hubo nunca una Iglesia homogénea hasta la Gran Iglesia de siglos posteriores (la Iglesia constantiniana). Es decir, no tenemos ninguna iglesia modelo “primitiva” e histórica desde la cual “restaurar” nada. Solo tenemos textos teologizados de esa presunta Iglesia. En cualquier caso se trataría de “restaurar” una iglesia que cuadrara con el perfil de las iglesias gentiles, es decir, las iglesias paulinas, cuyo modelo sería la iglesia de Antioquia de Siria. Así pues, tenemos dos opciones, restaurar la iglesia “primitiva” de Jerusalén (judaica), o restaurar la iglesia de Antioquia de Siria (gentil). Son los dos modelos de iglesias que encontramos en el Nuevo Testamento, y legítimos los dos. 

EN SEGUNDO LUGAR, el literalismo (hablar donde la Biblia habla…) conlleva otorgar vigencia a instituciones socio-políticas de la época del Nuevo Testamento hoy obsoletas (esclavitud, patria potestad absoluta, sumisión de la mujer al varón, etc.). De esta sumisión de la mujer al varón deviene la cuestionable interpretación de que la mujer ni siquiera puede orar en la iglesia y mucho menos desarrollar algún tipo de liderazgo. Los hermanos y hermanas hispanoamericanos (y estadounidenses), pertenecientes a Iglesias de Cristo, que han llegado a España por la inmigración o de vacaciones, entraban en shock cuando veían que en la Iglesia de Cristo de Madrid (¡la iglesia más retro de España, por otro lado!) las mujeres oraban en el culto y participaban en él (¡ciertamente, algo se había evolucionado en esta iglesia desde sus comienzos, pero algunos hemos pagado un alto precio por propiciar y promocionar dicha evolución!). Pero también hemos observado que algunos de esos hermanos y hermanas abandonaron el culto, por sus prejuicios, en cuanto vieron participar a la mujer en el culto. Prejuicios abonados por la interpretación literalista de la Escritura que secundan los códigos domésticos sobre “la mujer, los niños y los esclavos” (Colosenses 3:18-4:1; Efesios 5:21-6:9; etc.) de los cuales venían hablando los filósofos en el mundo griego desde la época de Platón (siglo IV aC.). Es decir, los escritores del Nuevo Testamento simplemente evocaron dichos códigos sociales y mundanos de la época (ver “La iglesia nació en la casa” en: https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/01/la-casa-iglesia1.pdf). Algunos líderes del otro lado del “Charco” piensan que investigar en los libros que no sean de la Biblia es “filosofía del mundo”, y además se enorgullecen de pensar así (!). En España algunos también piensan igual. 

EN TERCER LUGAR, este literalismo, al margen de cualquier principio hermenéutico, desnaturaliza el texto bíblico y el pensamiento de su autor, que escribía para personas que vivían en un contexto social, familiar y religioso distinto al nuestro, como son los casos de la sumisión de la mujer, la esclavitud, etc. Una exégesis literalista de 1Cor 11:2-15 (ver “Señal de autoridad” en: https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/01/senal-de-autoridad.pdf) nos llevaría a la conclusión de que la mujer debe cubrirse la cabeza con un velo. Por no citar la patria potestad absoluta desde la cual el paterfamilias formalizaba el matrimonio de los hijos (especialmente de las hijas), sin contar con su consentimiento cuando estos aún eran púberes; o ungir con aceite a los enfermos para sanarlos, como sugiere Santiago 5:14. Pero la historia y la antropología cultural (¡la hermenéutica!) nos explica por qué era común la práctica de ungir con aceite a los enfermos en Oriente Medio en la época del Nuevo Testamento, y por qué la mujer vivía bajo la tutela del varón de por vida. En la práctica, ciertamente, estos líderes del MR no son tan “literalistas” cuando les interesa, y hacen caso omiso de ciertos textos, como el que habla de ungir con aceite a los enfermos para su curación. Y me pregunto por qué, pues ¿no es este texto “Palabra de Dios” también? ¿Será porque sienten miedo de hacer el ridículo presentarse en un hospital con un tarro de aceite para ungir al enfermo, y que les expulsen del hospital? ¡Me supongo que estos exégetas literalistas tampoco formalizan el casamiento de sus hijas púberes (1Cor. 7:37-38) ni imponen el uso del velo a sus mujeres (1Cor 11:6)! 

EN CUARTO LUGAR, la afirmación del sistema heliocéntrico por parte de Galileo Galilei fue un hito singular en la historia del conocimiento humano que separó para siempre dos cosmovisiones distintas, dos maneras de entender y percibir la realidad del cosmos. Es significativo que la idea de una Tierra esférica apareciera por primera vez en textos griegos (Platón, Aristóteles…) que contrasta con las opiniones de algunos personajes prominentes cristianos (San Agustín, s. IV, y otros), que se burlaban de estas ideas griegas. 

La retórica de Eclesiastés 3:21: “¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?” está expresada desde la cosmogonía de un mundo precientífico, pero carece de sentido desde el paradigma de la ciencia moderna. No existe ningún “arriba” ni ningún “abajo” donde pueda “subir” o “descender” ningún “espíritu”. Este es un lenguaje figurado mítico. Textos como: “el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero” (Josué 10:12-19), o que “hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás” (2 Reyes 20:1-11), o que “un gran pez tragó a Jonás, y estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches” (Jonás 1:17), comprometen los conocimientos científicos que tenemos de las leyes del universo y de la física. Y no vale apelar a un Dios-todopoderoso-que-está-en-los-cielos, o la recurrente frase de que “para Dios nada es imposible”. Un Dios-supermán que detiene el giro de la Tierra sobre su eje casi un día entero para aniquilar a un puñado de vidas humanas y, además, invierte dicho giro diez grados en la sombra de un reloj de sol para confirmar la sanidad ofrecida por la palabra de su profeta, no ayuda mucho a la evangelización de nuestra sociedad ilustrada y moderna. ¿Cómo midió el tiempo, en el primer caso, si se detuvo el movimiento de la Tierra y este movimiento es precisamente uno de los valores que permite medirlo? A nuestro exégeta ni siquiera se le pasa por la cabeza si eso que dicen los textos citados es coherente, si tiene algún otro sentido o simplemente si eso fue así. Para la exégesis literalista no existen géneros literarios, relatos pedagógicos, comprensiones teológicas de la época que sirvan de contexto al relato bíblico: ¡Es así porque así lo dice literalmente la Biblia! ¡Hablar donde la Biblia habla! 

III. BIBLIA Y HERMENÉUTICA 

Independientemente del concepto que tengamos de la “inspiración” de la Escritura, creemos que Dios, como afirma el autor de la carta a los Hebreos, ha hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres [antepasados] por los profetas y, en estos últimos días, nos ha hablado por medio del Hijo (Jesucristo). Esta afirmación del autor bíblico es una simple profesión de fe que podemos asumir como creyentes. Pero esta afirmación no puede implicar que toda la Biblia, palabra por palabra, sea “inerrante”. Una lectura crítica de los libros de la Biblia desmiente tal “inerrancia”. La historia de cómo se formó el canon, tanto de las Escrituras hebreas como de las Escrituras cristianas, cuestionan dicha “inerrancia”. Este concepto se construye a partir de silogismos y sofismas. Aun cundo aceptemos que la Biblia es la “Palabra de Dios”, no obstante, está escrita por hombres de una época concreta, de una cultura particular y de una región geográfica específica. Estos autores escribieron desde la percepción, la cultura, los conocimientos y los conceptos de sus coetáneos, es decir, desde una cosmología y una cosmogonía precientíficas. La Biblia nos informa de una verdad religiosa y salvífica, no de una “inerrancia” científica o histórica. ¿Cómo puede ser toda la Biblia “inerrante” desde el punto de vista del concepto moderno de “verdad” e “historicidad”? ¿Qué hemos aprendido de la experiencia del caso Galileo? ¿Acaso no condenó a este científico el dogma de la Biblia “infalible” e “inerrante”, según el cual la Tierra era el centro del universo, inmóvil, alrededor de la cual giraban el Sol y todos los astros? A Galileo Galilei no se le juzgó y condenó por la interpretación particular que hacían de la Biblia unos teólogos, sino por el concepto cosmológico que tenía la Teología, la Ciencia y la Filosofía de la época, que coincidía con todas las declaraciones que la Biblia hacía –y hace– al respecto. 

Cosmológicamente hablando, las afirmaciones y referencias bíblicas son falibles y erróneas. El conocimiento científico que hoy tenemos del universo desmiente los conceptos de la cosmología bíblica: la Tierra no es plana, no está quieta, no es el centro del universo, no gira el Sol alrededor de ella. Cosmogónicamente hablando, los relatos de los orígenes del Génesis no son ajenos al lenguaje mítico (el autor desmistifica los mitos de su entorno con otro mito). “Arriba” no existe ningún cielo donde esté Dios acogiendo las “almas salvadas” (Paraíso), ni “abajo” existe un “lago de azufre” donde se retuercen en agonía perpetua las “almas condenadas” (Seol). Estas figuras son prestaciones de las religiones mistéricas persa, egipcia… y se corresponden con el lenguaje mítico del cual los autores de la Biblia no eran ajenos. (Ver “El mundo simbólico de la Biblia”, en: https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2019/05/cosmogoniabiblia.pdf).

¿Qué hemos de entender entonces por “inspiración”? Cualquier cosa menos una “comunicación” verbal, palabra por palabra. El literalismo no tiene ninguna consistencia, aunque para algunos exégetas les sea imprescindible para poder afirmar: ¡Así dice Dios! 

IV. BIBLIA Y EXÉGESIS 

La exégesis literalista, en la que se empeñan las idcMR, se pierde en un callejón sin salida. Se obstinan inútilmente en la semántica del texto al margen del contexto socio-cultural (¡hermenéutica!). Algunos exégetas de las Iglesias de Cristo no dudan en exhibir el análisis gramatical de una oración del texto griego para confirmar una proposición particular. El análisis gramatical, por ejemplo, que conmina a que sea el hombre, y no la mujer, quien dirija la oración pública en la asamblea, porque el texto dice explícita y textualmente: “quiero, pues, que los hombres [andras=varones] oren en todo lugar…” (1Tim 2:8 -VRV60). Y así un largo etcétera. Obviamente, toda exégesis bíblica, en principio, no puede abstraerse de este tipo de análisis, pero cuando dicha exégesis se hace subestimando el más elemental principio hermenéutico, el resultado puede ser una proposición anacrónica y obsoleta, como ocurre con el tema de la mujer en las Iglesias de Cristo. El análisis gramatical en la exégesis bíblica es válida e imprescindible, pero, como las llaves, con la misma no puedes abrir todas las cerraduras. Cada cerradura (proposición bíblica) necesita su propia llave (hermenéutica) por muy complicada y laboriosa que sea esta tarea. Evocamos de nuevo el texto de 1Cor 11:2-15, donde, desde ese análisis literal, la mujer debería cubrirse con un velo (ver: https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/01/senal-de-autoridad.pdf). 

V. LO QUE DEBERÍAMOS QUERER DECIR 

Independientemente del contexto en que surge nuestro eslogan, lo que deberíamos querer decir con el mismo, pero no sabemos (o no queremos) decirlo, es lo siguiente. 

Deberíamos querer decir que aceptamos solo la Biblia como autoridad última en cuestiones de fe y prácticas religiosas. Si fuera esto lo que queremos decir, el eslogan no es una originalidad de los padres del MR. Este concepto ya fue el estandarte de todos los reformadores, empezando por Prisciliano, obispo de Ávila (España s. IV), que apelaba a la Escritura para volver al cristianismo primitivo. Y continuando con los protagonistas de la Reforma del siglo XVI: Zuinglio en Zúrich, Calvino en Ginebra, Knox en Escocia, Lutero en Alemania… Lutero apeló a la Biblia en su defensa en la Dieta de Worms (Alemania, 1521) ante la presencia de Carlos V, quien la presidió. Lutero dijo que no abjuraría de sus 95 tesis “a menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras”. Y, como contrapunto a la autoridad del Papa y de los Concilios, decretó la autoridad única de la Biblia (Sola Scriptura). 

Fue también la Biblia la base de los movimientos cristianos disidentes de estas Iglesias históricas, que no encontraban en ellas sus exigencias espirituales. Así surgieron los Metodistas, los Anabaptistas, etc. Salvo los “Mormones” y los “Adventistas del Séptimo Día”, que tienen además de la Biblia el “Libro de Mormón” y los “Escritos de la Sra. Elena G. de White”, respectivamente, todos los movimientos y sectas cristianos dicen fundamentarse en la Biblia. No obstante, a los padres del MR les pareció insuficiente que usaran la Biblia como guía de su fe si junto a ella apelaban a sus tradiciones o estatutos anexos. 

VI. CONCLUSIÓN 

En cualquier caso, a dos siglos de distancia en el tiempo, decir hoy que nosotros “hablamos donde la Biblia habla y callamos donde la Biblia calla” es todo un esperpento porque nuestras enseñanzas se fundamentan en la Biblia “según la entendieron los padres del MR”. Así que, igual que todas las denominaciones cristianas, seguimos la Biblia y la tradición que los padres del MR nos legaron. Y, ahora, el MR en España ¡sus propios estatutos también! 

Tal es así, que cuestionar los principios o las enseñanzas del MR se considera inapropiado, y llegar a conclusiones diferentes es apartarse de la “verdad”, o sea, una herejía. Esta es la perspectiva teológica que los “grandes líderes” tienen como responsabilidad guardar (¿porque en ello le va la nómina?). Y con dicha perspectiva amordazan a cualquiera que piense distinto, porque es inasumible cualquier revisión que ponga en duda la irrevocable verdad a la que llegaron los padres del MR. Es decir, hoy, los vigilantes de la ortodoxia tienen por misión guardar los valores “tradicionales” del Movimiento de Restauración. Esta dinámica irresoluble abre las puertas del sectarismo como en cualquiera otra denominación en la que es imposible la autocrítica y la dialéctica filosófica. El hecho de que algunos hayamos tenido que “ir por lo libre”, después de dimitir de nuestro ministerio en el seno de una iglesia local, es una señal inequívoca de que nos hallamos en una organización religiosa de pensamiento único donde la discrepancia y la pluralidad es puesta en cuarentena indefinida. 

El eslogan “hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla” requiere de una profunda revisión. Con algunos tópicos ya hemos comenzado (los instrumentos de música – ver https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/01/instrumentos.pdf).

Para una visión teológica más amplia de las idcMR, ver “12 tópicos de las Iglesias de Cristo revisados” en: https://revistarenovacion.wordpress.com/wp-content/uploads/2021/09/12topicosrevisados-1.pdf