Hasta luego, Casaldáliga


El pasado 8 de agosto amanecimos con la noticia del fallecimiento de Pedro Casaldáliga, religioso, escritor, poeta, defensor de los desheredados… Nació el 16 de febrero de 1928 en Balsareny, Barcelona (España). En plena ebullición revolucionaria en Latinoamérica, y en la etapa más violenta de la dictadura militar en Brasil, Casaldáliga se puso del lado de los pobres, de los violentados, de las víctimas de las injustas políticas neoliberales. De fondo, el Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación.

Como obispo, Casaldáliga se convirtió en un referente para la lucha por la tierra en todo el Brasil. Articuló la defensa de los campesinos a través de varios movimientos eclesiales de toda la Amazonia, como el Consejo Indigenista Misionero y la Comisión Pastoral de la Tierra. Eso lo convirtió definitivamente en un personaje incómodo para latifundistas y paramilitares (lavanguardia.com).

Pedro Casaldáliga fue un profeta auténtico, dentro y fuera de la Iglesia, y considerado uno de los forjadores de la llamada Teología de la Liberación. La espiritualidad de la liberación que animó dicha teología, nunca se quedó en un simple discurso en el caso de Casaldáliga, sino que la hizo poesía, vida, carne, historia y conflicto en sus opciones y criterios al servicio de la gente, entendiendo que esta espiritualidad «se concentra en lo más universal, urgente y decisivo del universo humano: la realidad de los pobres y su grito por la vida, por la justicia, por la paz, por la libertad, contra la dominación y la opresión” (Casaldáliga-Vigil, 1992: 278 en: “Pedro Casaldáliga, el obispo con la mitra de paja”, Sergio Padilla Moreno).

En los entornos religiosos no han dudado llamarle profeta del siglo XX, junto con otros correligionarios suyos, algunos de ellos asesinados. A él también quisieron matarle. Ciertamente fue un profeta en el sentido estricto de esta palabra, al margen del sentido que algunos dan a este término subvirtiendo el lenguaje. Dicen sus biógrafos que, cuando fue ordenado obispo, prescindió de la mitra y el báculo, signos de autoridad del obispo en la Iglesia católica. Posiblemente consideró que dichos signos, a pesar de su legitimidad en el mundo religioso del que procedía, era un insulto al Jesús del Evangelio, laico, a quien quería servir.

Renovación rinde un homenaje a Casaldáliga In Memoriam en esta edición, y continúa dándole voz a través de otros “profetas” que siguen su forma de entender la teología, vista desde abajo, desde la mirada desesperanzada de los hambrientos, pero reivindicada por el evangelio, el reinado de Dios, que predicó Jesús de Nazaret.

Emilio Lospitao