La larga sombra del fundamentalismo


Dice Leonardo Boff, teólogo, filósofo, profesor y ecologista brasileño, que “el fundamentalismo no es una doctrina en sí, sino una actitud y una forma de vivir la doctrina… imagina que su punto de vista es el único válido, está condenado a ser intolerante… conduce al desprecio, a la discriminación y a la violencia religiosa o política” (http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=668). El término “fundamentalismo” no es patrimonio del mundo religioso, está presente en cualquier esfera de la vida, sea intelectual, científica o moral; como dice Boff, es una “actitud” humana frente a lo que le rodea. Históricamente, el fundamentalismo religioso representado por las iglesias evangélicas en España es una importación del protestantismo norteamericano. Este surgió en los Estados Unidos de Norteamérica a finales del siglo XIX “cuando irrumpió la modernidad no solo en lo tecnológico, sino también en las formas democráticas de convivencia política y en la liberalización de las costumbres”, afirma el teólogo brasileño. El término fundamentalismo está unido a una colección de libros publicados por la Universidad de Princeton por los presbiterianos que llevaba por título Fundamentals. A Testimony of Truth, 1909-1915, “Los fundamentos, el testimonio de la verdad”. (Ibídem).

Este fundamentalismo no se circunscribe solo al ámbito religioso o teológico, sino que abarca lo político de forma simbiótica. El fundamentalismo es “esa forma de conservadurismo político-religioso que, en la sociedad norteamericana, ha creado un verdadero paraguas autolegitimador”. (Carlos Cañeque, Profesor titular de Ciencia Política en la UAB). En España resulta curiosa la metamorfosis que se ha producido en el protestantismo evangélico (más evangélico que protestante) desde la época de la 2ª República (incluso durante el franquismo), que se le identificaba más con la República (izquierdista) que con el nacionalcatolicismo franquista. Hoy, el mundo evangélico protestante, que es fundamentalista, arropa las políticas de derecha por la influencia de la ola que viene de los Estados Unidos de Norteamérica. Quizás porque de allí llegan también las nóminas. ¡Qué pronto ha olvidado este protestantismo evangélico que, en los últimos siglos de la historia de España, gozó de libertad religiosa solo once años precisamente al amparo de la 2ª República! (“Los protestantes españoles: La doble lucha por la libertad durante el primer franquismo – 1939-1953. (Juan B. Vilar – Universidad de Murcia).

Es interesantísimo el artículo de Jaume Triginé (que publicamos en esta edición), acerca del fundamentalismo. Triginé afirma que “la incertidumbre se extiende desde la física cuántica a las ciencias sociales, desde la economía a la moral, desde la política a la bioética. Las certezas tienen fecha de caducidad”. Y, claro, el caldo de cultivo del fundamentalismo son precisamente las certezas; las certezas que le ofrecen los textos bíblicos que se fijaron sobre papel hace más de dos milenios.

Emilio Lospitao