La salvación como oferta religiosa


Los intereses religiosos, de todos los signos, se han llevado las manos a la cabeza al conocer que en la agenda del Gobierno de Pedro Sánchez está el propósito de la laicidad integral del Estado español, lo que significa excluir del currículo docente las clases de religión como asignatura evaluable, en principio. De esto hablaremos en otra ocasión. En esta edición aunamos tres artículos que tienen una afinidad ideológico-religiosa cuyo trasfondo es el corazón mismo de las religiones: la salvación (Una iglesia entre el pueblo, Jorge A. Montejo; anti-Razón, Paul Kurtz; y “salvación cristiana”, Vicent Ayel).

Enfrente de la salvación que ofertan las religiones –que es el quid de las clases de religión– se encuentra el humanismo filosófico. Paul Kurtz, profesor emérito de filosofía de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo (EE.UU.), fundador del Concilio para el Humanismo secular y ex-editor en jefe de la revista escéptica Free Inquiry, dice que “los humanistas han estado comprometidos con las proposiciones de que los seres humanos son capaces de racionalidad y que deberían utilizar su inteligencia crítica para entender la naturaleza y resolver los problemas humanos”; pero, a continuación, se pregunta: “¿Puede un humanismo secular basado en la razón y dedicado a valores humanos prevalecer aún?”. Kurtz reconoce que su confianza fue sacudida durante su propia investigación en los años 70 en el sentido de que “el pensamiento mágico” (la religión) desaparecería cuando el humanismo secular tomara su lugar.

El “problema –dice Kurtz– es que la mayoría de individuos nacen en una tradición religiosa”. Es decir, las creencias, más que una elección personal consciente, forman parte principalmente de nuestra etnicidad y nuestra filiación familiar. Dependiendo de dónde nacemos, y de la familia religiosa a la que pertenecemos, así serán nuestras creencias. Ante esta realidad socio-religiosa, el profesor emérito de filosofía se pregunta con no poca perplejidad, ¿por qué la gente acepta creencias en las cuales hay poca o ninguna evidencia o evidencia de lo contrario? La perplejidad es mayor cuando vemos que hay gentes dispuestas no solo a dar la vida por defender su fe, sino a quitar la vida a otros por ella. El fanatismo, que empieza en el adoctrinamiento, puede alcanzar esas cotas.

El humanismo es una filosofía de vida que pone al ser humano en el centro de todas las cosas como un ideal y una meta que beneficia a todos por igual creando un estado de relación fraternal positivo (este parecer ser el eje sobre el que giraba el “reinado de Dios” que predicó Jesús de Nazaret, humanista por lo tanto, y sobre el que se basa la Teología de la Liberación de la que habla Montejo). Se creía que bajo este manto de fraternidad e igualdad humanista se eliminarían las religiones con sus mitos y creencias ingenuas; pero, para sorpresa de librepensadores como Kurtz, está ocurriendo lo contrario, cada día surgen más movimientos religiosos, y algunos grupos, como los neopentecostales, crecen como setas, lo que significa que el homo religiosus no es un mito, es antropológicamente una realidad.

En este plano estrictamente religioso el proselitismo está asegurado, el cual resulta escandaloso cuando ocurre entre denominaciones cristianas. Toda una ingente de agencias con la misma oferta de la que sienten tener el monopolio: ¡la salvación! Una “salvación” espiritualista para obtener el cielo (en el caso de las religiones monoteístas) a cambio de la pertenencia y la sumisión a la “familia” espiritual de acogida y, sobre todo, al líder, o líderes, que los guían. Ante el espectáculo que ofrecen las religiones salvacionistas no es de extrañar que el humanismo grite el “no me quiero salvar”, de una canción de Victor Manuel: ¡Déjame en paz!

Emilio Lospitao