Evangelio


Semánticamente, “evangelio” significa “buena noticia”; la que proclamó Jesús de Nazaret: el reinado de Dios. La única crisis que puede originar esta buena noticia es la que advierte el oyente por las consecuencias de la misma. Una sentida advertencia que implica siempre un cambio de actitud hacia la otredad, el prójimo. Un caso paradigmático de este cambio se encuentra en el relato de Zaqueo en Lucas 19. Muchos evangelistas modernos deberían aprender de la pedagogía de Jesús según este relato. El “reinado de Dios” que proclamó Jesús iba aparejado incuestionablemente a la ética; de ahí la interpelación de Mateo 25: “porque tuve hambre y me disteis de comer…”. De los evangelios se deduce que la “buena noticia” del Galileo no tenía nada que ver con alguna religión instituida o por instituir, esta le condenó y le crucificó. La “buena noticia” (evangelio) apuntaba a un estilo de vida que cambiaría (metanoia) primero a la persona; como consecuencia, a la familia; y, finalmente, a la sociedad misma y a los pueblos (¡el reinado de Dios!). Cualquier otra cosa, en el mejor de los casos, es una simple religión. Quizás tenía razón el sacerdote y teólogo francés Alfred Firmin Loisy (1857-1940) cuando afirmó que “Jesús anunció el reino de Dios y luego vino la Iglesia”; una iglesia que se constituiría en mediadora y administradora única de los bienes celestiales (la Iglesia católica le declaró hereje por dicha afirmación y por reivindicar la humanidad del Nazareno).

A esta única “buena noticia” (evangelio) de Jesús, se han ido añadiendo experiencias religiosas fundamentadas en tradiciones, creencias, emocionalidad… gracias a la credulidad e ignorancia del vulgo. En las últimas décadas gracias también a líderes religiosos fraudulentos so pretexto de cadenas de oración, vigilias en pro de promesas que nunca se cumplen. La naturaleza humana está sedienta de trascendencia y cree encontrarla en la religión, cualquier religión. Los oportunistas lo saben y le tienden la mano con sus ofertas. Peor todavía: estos creen que sus ofertas son veraces y no caen en la cuenta, a veces, del ridículo que hacen cuando arrastran a los crédulos a seguir sus sugerencias en casos puntuales en los que el temor, el miedo o la supersticción son protagonistas. Lo vemos en casos dramáticos como el reciente del niño Julen en Totalán (Málaga – España) donde, después de casi dos semanas de haber caído el niño en un pozo de 25 cm de diámetro y a más de 80 m de profundidad, un conocido pastor evangélico promovió una vigilia animando a los padres y demás presentes del pueblo a confiar en Dios (se supone que por el rescate exitoso del niño vivo). Este tipo de vigilia es muy común en el mundo religioso. Después, ante la fatal realidad, estos líderes religiosos desaparecen. Nada que ver con la experiencia testimonial de Jesús de Nazaret en el Huerto de los Olivos que, al ver cómo sucedían los acontecimientos, afrontó la realidad que se le avecinaba.

¿Qué hemos hecho por el camino para que las palabras “heréticas” de Loisy nos suenen verosímiles? Obviamente, el “reinado de Dios” que proclamó Jesús era –y es– utópico. Si fuera realizable, y siendo un proyecto divino, ¿no viviríamos en un mundo nuevo después de dos mil años? El “ya pero todavía no” de la teología, ¿es una simple consolación ante la pesimista realidad del día a día, o es el acicate de toda utopía que sirve para caminar, como alguien dijo?

¡Si Jesús levantara la cabeza!

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño