Educación, religión y laicismo


España quizá sea el único país de la UE que cuente con un rosario de Leyes de Educación que se han ido sucediendo según el signo político del partido que ha logrado acceder al Gobierno. En total, hasta la fecha, han sido siete las Leyes de Educación que hemos sufrido en el corto periodo de la democracia: la LOECE (1980), la LODE (1985), la LOGSE (1990), la LOEG (1995), la LOCE (2002), la LOE (2006), LOMCE (2013). Y ahora lo que venga…

El escritor y profesor Arístides Mínguez Baños publicaba el 5 de diciembre del año pasado un crítico artículo en la sección La cueva del fauno (zendalibros.com) con el título “Tenéis la educación que merecéis”. El autor se despacha a gusto poniendo el dedo en la llaga de la realidad que caracteriza la educación en España.

Por su parte, el sacerdote católico Evaristo Villar (“La religión en la escuela pública en España” – exodo.org), desarrolla un sintético y acertado análisis de la enseñanza de la religión en la escuela pública en España al amparo de los Acuerdos firmados por el Estado español y la Santa Sede en 1979 ante el nuevo estatus político aconfesional. Acuerdos que, para muchos especialistas, son anticonstitucionales.

El meollo de la cuestión, que nos ha traído a la situación de este rosario de Leyes de Educación, no es otro que la enseñanza de la religión confesional en la escuela pública. El sistema francés de educación es declaradamente laico de principio a fin de la educación pública. En una democracia, donde existe libertad de religión y de conciencia, la religión confesional, la que sea, se debe enseñar en el ámbito estrictamente religioso (el templo) y en el hogar según la ideología y las creencias de los padres. Los impuestos que pagan los ateos, los agnósticos o los escépticos no deben ser utilizados para pagar a profesores de una religión confesional particular en la escuela pública, precisamente porque es pública, es decir, de todos y pagada por todos. Para lo otro, para la religión confesional, está la educación privada. Pagar con el dinero de todos los contribuyentes a profesores de religiones confesionales, cualquiera que sea la confesión, es un auténtico aquelarre de gasto público que un país moderno y democrático no debe permitir. La educación pública, por lo tanto, debe ser esencialmente laica para defender la pluralidad.

Otra cosa es la enseñanza de la historia de la religión en la escuela pública como parte de la formación académica formal (y evaluable). A este respecto, cita como anécdota Evaristo Villar la respuesta que el socialista francés Jean Jaurés dio a su hijo cuando este le pedía un justificante para eximirle de la clase de religión: “Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás… Tengo empeño decidido en que tu educación y tu instrucción sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión… Porque la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización… No es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión” (citado por Rafael Díaz-Salazar, España laica, pp. 25-26).

¿Religión confesional obligatoria en la escuela pública? ¡No, gracias!

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño