Etnocentrismo


¿Por qué se tiende a atribuir en exclusiva una virtud, sea de la naturaleza que sea, a las personas que pertenecen a una entidad en particular, la que sea, lo que conlleva negar o, en el mejor caso, dudar que esa misma virtud la puedan poseer las personas de cualquier otra entidad diferente a la que se pertenece?

En algunos medios cristianos se manifiesta este tipo de etnocentrismo ad nauseam, sin pudor, sin ética, con una convicción insultante. Se quiere significar con este tipo de manifestaciones, a raíz de algún comportamiento elogioso, que este es exclusivo de creyentes cristianos. Así, en cualquier noticia digna de encomio por una acción concreta se suele hacer hincapié en esta identidad religiosa del o la protagonista.

Este etnocentrismo, de estrechez mental, poco leído, refugiado en páramos con vallas altas, ignora que la “buena gente” se encuentra en cualquier rincón del planeta, no importa cuál sea su credo o religión. Ignora que la bondad y el altruismo innatos no necesita de creencias particulares para desarrollarse. Desgraciadamente, la historia nos enseña que precisamente las creencias cristianas se han usado como santo y seña para torturar, ensañarse y matar en el nombre de Dios (el dios de sus creencias).

Este etnocentrismo, enraizado hasta la médula por el adoctrinamiento, está presente en el vocabulario y en los gestos de la gente de iglesia. Términos tan coloquiales como “los del mundo”, “los no creyentes”, “los inconversos”, etc., forman parte del argot común para referirse a quienquiera que no pertenezca a “la comunidad” (la comunidad cristiana). En el caso de los cristianos Evangélicos, aunque el credo del vulgo –¡y no tan del vulgo!– católico sea prácticamente el mismo (salvo algunos dogmas), los epítetos también se aplican a ellos. Por supuesto este acervo común tiene como fundamento el lenguaje bíblico mismo, solo que en los textos sagrados tienen un contexto diferente al nuestro y, por lo tanto, una explicación (que no se ofrece).

Jesús de Nazaret dejó muy clara esta verdad universal: “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”. Este “buen fruto” del que hablaba el galileo es un signo del “reinado de Dios” que anduvo predicando, y que tantos problemas le acarrearon: acabó ajusticiado en una cruz. Pero estos “signos” los podemos observar en gestos sencillos en las personas de todas las culturas, de todas las religiones, de todas las etnias… Por ello, ese etnocentrismo ad nauseam está fuera de lugar, es poco atrayente, es insultante, insolidario, delata mucha soberbia espiritual.

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño