No obstante, la Tierra ni está quieta ni es plana


Causa un profundo pudor escribir sobre este tema en el siglo XXI. Hoy solo los “frikis” conspiranoicos se atreven a afirmar que la Tierra está quieta o es plana (¡o está hueca!). Pero posiblemente no todos del 25% de los españoles que creen que el Sol gira alrededor de la Tierra sean “frikis”.[1] Al youtubers Oliver Ibáñez, que defiende la teoría de la Tierra plana [2], se suma el cantante rapero B.o.B. que “quiere enviar satélites al espacio que desvelen la `conspiración´ de las agencias espaciales” [3]. Curiosamente, casi siempre estos defensores de la Tierra plana citan la Biblia para corroborar sus afirmaciones, quizás porque el lenguaje y los conceptos cosmológicos de la Biblia corresponden a esta noción de nuestro planeta (como veremos más adelante). No obstante, aunque el fundamentalismo cristiano no defiende la Tierra plana (¡hasta ahí podíamos llegar!), sí hay quienes defienden el sistema geocéntrico (el Sol gira alrededor de la Tierra).[4] Pero volvamos a la Tierra plana.

Las pruebas científicas de la esfericidad de la Tierra son abrumadoras (no una esfera perfecta, pues está achatada por los polos por el efecto de la fuerza gravitatoria al girar sobre su eje). Desde el siglo V a.C. había filósofos que intuyeron su esfericidad por las observaciones que hacían. Por ejemplo, observaban durante los eclipses lunares que la sombra de la Tierra sobre la Luna era circular. También observaban que lo último que divisaban cuando un barco se alejaba de la costa era la parte superior de la vela. Luís Antequera, en De la esfericidad de la Tierra: una breve reseña histórica, dice que “Zenón (h.490-430 a.C.) y Hesíodo (h.s. VII a.C.) habrían sido los primeros en afirmar que la Tierra es redonda, si bien el historiador griego Diógenes Laercio (s. III d.C.) atribuye el mérito al matemático Pitágoras (h. 569-h.475 a.C.), y el filósofo Teofrasto (h.371-h.287 a.C.) a Parménides (n. h.530). Aristóteles, en el s. IV a.C., llegaba a la misma conclusión que los primeros. Claudio Ptolomeo (s. II d.C.), astrónomo y matemático egipcio, recogiendo las ideas de los filósofos griegos, planteó un modelo de Universo geocéntrico. Su tratado cosmológico más importante está recogido en el Almagesto, escrito en Alejandría, Egipto. Después de Ptolomeo, siguieron su modelo geocéntrico y de la Tierra esférica, personajes tan insignes como Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), en su trabajo Liber Divinorum Operum; San Beda (672-735), en su De Temporum Ratione; y San Isidoro de Sevilla (560-636) en sus Etimologías”. [5] La confirmación empírica de la esfericidad de la Tierra se la debemos a Juan Sebastián Elcano y a Fernando Magallanes, que circunvalaron la Tierra por mar en el siglo XVI.

Hoy, la evidencia de la Tierra esférica está confirmada abrumadoramente por la ciencia y la astronomía modernas, además de los viajes espaciales por naves tripuladas y no tripuladas. Pero no lo veían así los autores de la Biblia, que compartían la cosmovisión vulgar de sus coetáneos.

Cosmovisión histórica de la Tierra plana

Si bien desde el siglo V a.C., como ya hemos citado, algunos filósofos griegos (Hesiodo, Zenón, Aristóteles…) anunciaban la posibilidad de que la Tierra fuera esférica, no obstante, la idea que predominaba entre el vulgo era la de una Tierra plana. De hecho, la esfericidad de la Tierra fue tomando carta de naturaleza entre el vulgo muy lentamente. Entre el clero cristiano de los primeros siglos la aceptación de una Tierra esférica no era generalizada. Cosmas Indicopleustes, marino griego que se hizo monje nestoriano, sobre el 550 d.C. escribió un libro llamado “Topografía cristiana”. En él afirma que la Tierra es plana, y desacredita la teoría de la tierra esférica por ser “una enseñanza pagana” (griega). Se cuestiona el monje cómo una Tierra esférica en el centro del Universo podría haber emergido de las aguas el tercer día de la creación, o cómo se podía haber inundado a causa del diluvio en los días de Noé. La Tierra, decía, era plana y estaba rodeada de agua por todas partes.[6] La cuestión es que la idea de la esfericidad de la Tierra seguía siendo un tabú para muchos cristianos de los primeros siglos, y aunque algunos la admitían, no obstante, no se atrevían a aceptar la posibilidad de que hubiera habitantes en el otro extremo de la esfera terrestre, los antípodas (¿cómo iban a vivir con la cabeza para abajo?). Pero, simultáneamente, autores de la talla de Basilio el Grande (330-379), San Ambrosio (340-397) o San Agustín de Hipona (354-430) aceptaban la esfericidad terráquea.[7].

Cosmovisión bíblica de una Tierra plana

En general, los escritores de la Biblia “tenían una idea funcional de la tierra: se la imaginaban como un gran disco plano, cuya redondez limitaba en el horizonte”.[8] Es decir, la cosmovisión de los escritores bíblicos era la misma que la de sus coetáneos. Se acomodaron a la creencia general conforme a las apariencias. No obstante, contrario a lo que aquí exponemos, el documentalista israelí Frederick Guttmann, afirma que los antiguos no creían en una Tierra plana.[9] En defensa de Guttmann se puede decir que esta cosmovisión era generalmente la del vulgo, pero cosmovisión al fin y al cabo.

Algunos textos que avalan la Tierra plana

Él está sentado sobre el círculo de la tierra…” (Isaías 40:22 – VRV60).

Otras versiones: “Dios habita en el orbe de la tierra… despliega el cielo como un toldo” (BTI). “Él está sentado sobre el círculo de la tierra… El tiende los cielos como un toldo” (Nácar-Colunga). “El que se sienta sobre el círculo de la tierra… el que extendió como toldo el cielo y lo desplegó” (Biblia del Peregrino).

En primer lugar, estas Versiones no hablan de “esfera”, sino de “círculo” u “orbe terrestre” (“orbe” es muy generalista). El “círculo” está más en consonancia con la cosmovisión de la época. La planicie “circular” es la percepción que se tiene del entorno terrestre observado desde un lugar alto, como puede ser la cima de un monte. El horizonte que un observador divisa desde la cima de una montaña es equidistante del lugar de observación, y se percibe como un círculo plano, aunque ondulado por las colinas y las montañas más bajas que la del punto donde se encuentra el observador. Creemos que este es el imaginario cosmológico del profeta.

“Al que extendió la tierra sobre las aguas” (Salmos 136:6). “Pusiste la Tierra sobre sus bases para que ya nunca se mueva de su lugar” (Sal 104, 5). “…Dios la afirmó para que no se mueva jamás” (Sal 93:1).

El salmista, por su lado, habla del reposo de la tierra sobre las aguas y de su inmovilidad. “Dios la afirmó –la hizo estática– y no se “moverá” jamás. En el último texto está implícito además el sistema geocéntrico: una tierra inmóvil sobre la que gira el Sol.

“Crecía el árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra” (Daniel 4:11). “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo” (Mateo 4:8).

Tanto en el relato del sueño que interpreta Daniel, como en el relato de Mateo (tentación de Jesús), aunque le atribuyamos un sentido poético o simbólico, el lenguaje de ambos se fundamenta sobre el concepto de una Tierra plana: en ambos textos está presente el factor “altura”. Es precisamente la altura que tiene el árbol lo que permite que sea “visto” desde todos los confines de la tierra, y es la altura del monte lo que permite mostrarle a Jesús todos los reinos del mundo. Los “confines de la tierra”, y “los reinos del mundo” hablan de una “universalidad terrícola”: ¡nuestro planeta!

En una Tierra esférica, por muy alto que sea un monte nunca podríamos ver lo que hay en las antípodas (el otro lado del globo terráqueo), ni podríamos ser visto por los observadores que viven en el otro hemisferio terrestre.

“¡Que exista el firmamento y separe unas aguas de otras! Y así sucedió. Hizo Dios el firmamento y separó las aguas que están abajo, de las aguas que están arriba” (Génesis 1:6-7 BTI).

Este engorroso texto de Génesis se entiende mejor desde la perspectiva de una Tierra plana en forma de disco, como sugerían los mitos sumerios y sirios. El concepto de un “océano primordial” está presente en todas las cosmogonías.[10]La tierra (plana) emerge al separar las aguas primordiales. Al separar las aguas, unas quedan arriba por encima del firmamento, y las otras debajo de la Tierra. Esta, así, queda en el medio. Por ello, en el diluvio de Génesis “fueron rotas todas las fuentes del gran abismo [las aguas de abajo], y las cataratas de los cielos fueron abiertas [las aguas de arriba]” (Gén. 7:11). Y por esta comprensión mítica de una Tierra plana, Cosmas Indicopleustes, el marino griego que se hizo monje, se cuestionaba cómo una tierra esférica en el centro del universo podría haber emergido de las aguas el tercer día de la creación, o cómo se podía haber inundado a causa del diluvio en los días de Noé.

La moraleja es la siguiente: El literalismo bíblico no solo hace el ridículo, desprestigia además el buen hacer exegético, hermenéutico y teológico de la fe cristiana.

Emilio Lospitao

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[1] https://elpais.com/elpais/2015/04/23/ciencia/1429792444_486485.html?rel=mas

[2] https://www.youtube.com/watch?v=B5aCMFQbLjc

[3] https://elpais.com/elpais/2017/09/28/gente/1506590663_220994.html

[4] http://protestantedigital.com/magacin/13369/Fe_y_cosmologia

[5] https://www.religionenlibertad.com/de-la-esfericidad-de-la-tierra-una-breve-resena-historica-35619.htm

[6] http://www.esacademic.com/dic.nsf/eswiki/308047.

[7] https://www.religionenlibertad.com/de-la-esfericidad-de-la-tierra-una-breve-resena-historica-35619.htm

[8] Enciclopedia de la Biblia, pág. 1003. Ediciones Garriga S.A. 1969.

[9] http://projectmagen.org/los-antiguos-no-creian-la-tierra-fuese-plana/

[10] http://www.uv.es/dep230/revista/PDF197.pdf

Asincronía entre la Modernidad, el lenguaje y los conceptos teológicos


El teólogo católico José María Vigil dice que la historia de las religiones es la historia de un conocimiento humano en continuo crecimiento, y de una religión cuyas afirmaciones sobre Dios van retrocediendo paralelamente a aquel avance de aquel conocimiento humano creciente.[1] Esta aclaración de Vigil se correlaciona perfectamente con esta “asincronía” de la que vamos a hablar.

Infinidad de veces hemos escuchado, o leído, que la Modernidad, como paradigma científico y filosófico, “echó fuera a Dios de la vida común”, y en cierta medida es cierto. Pero esta afirmación necesita ser explicada, al menos en parte. Digamos que lo único que hizo este nuevo paradigma científico y filosófico fue estudiar los fenómenos de la naturaleza, y a esta misma, y mostrar las causas de dichos fenómenos. Dicho estudio, y su exposición, desacreditó las creencias religiosas en las que estaba asentada la “vida común” de las personas. En la Edad Media se creía que las enfermedades, las tormentas, las sequías, los terremotos… eran originados por la voluntad de Dios como castigos en el peor de los casos, con su permiso en el mejor de ellos. Las personas se entregaban incansablemente al rezo, a los ritos, a las ofrendas a Dios, a los Santos o a las Vírgenes para remediar el caos que ello suponía. Pero no había respuestas visibles y satisfactorias. No obstante, por la ignorancia, el vulgo insistía en lo mismo cada vez que los efectos se producían porque no disponían del conocimiento que ofrece hoy la ciencia. Por ejemplo, la gente común entregaba ofrendas y encendía velas a Santa Bárbara cuando había tormentas y relámpagos; pero vino Franklin e inventó el pararrayos. A partir de entonces la gente comenzó a poner un pararrayos en el tejado de su casa y se acabaron los rezos y las ofrendas a Santa Bárbara. ¡Así es como la Modernidad fue echando fuera a Dios de la vida común! Mejor dicho, la Modernidad echó fuera las falsas y míticas imágenes de Dios, no a Dios mismo. Pero a la Religión parece gustarle mantener esas imágenes falsas de Dios, bien porque ella misma las necesita, o bien porque con ellas puede controlar mejor a la feligresía.

En el campo de la cosmología y la cosmogonía ha ocurrido lo mismo. Hasta el siglo XVI tanto la Ciencia como la Filosofía y la Teología se basaban en una cosmovisión aristotélica-ptolemaica. Se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra; que esta estaba quieta además de ser el centro del mundo. El mundo se concebía con tres plantas: arriba, el cielo donde moraba Dios; en medio, la Tierra plana (su esfericidad se fue aceptando lentamente); y abajo, el inframundo, el Infierno. Tanto el lenguaje bíblico, como los conceptos teológicos derivados de la Escritura, se fundamentan en esta cosmovisión. Pero a pesar de los cinco siglos que han transcurrido desde el descubrimiento del sistema heliocéntrico, y los avances de la ciencia en todas las disciplinas, que contradicen dicha cosmovisión, el mundo religioso permanece en esos arcaicos conceptos y lenguajes del pasado. Habría que preguntarse quién ha echado fuera a Dios de la vida común, si la Modernidad con sus luces o el pensamiento religioso, incapaz de evolucionar y actualizar su prédica.

En el presente número de la revista incluimos dos artículos estrechamente relacionados con esta “asincronía”. En el primer artículo –”Creer de otra manera”–, el teólogo católico Andrés Torres Queiruga dice que “o logramos cambiar muy hondamente las palabras y conceptos con que expresamos y vivenciamos nuestra fe, o la hacemos incompresible e increíble para las nuevas generaciones.” En el segundo artículo –”Los relatos de la infancia de Jesús, ¿teología o historia?”–, el teólogo y ex-sacerdote católico Leonardo Boff, se pregunta: “¿Qué hacer, pues, con los relatos de la Navidad y con el pesebre?”, para afirmar a continuación: “Que continúen. Pero que sean entendidos y revelen aquello que quieren y deben revelar: que la eterna juventud de Dios penetró este mundo para nunca más dejarlo; que en la noche feliz de su nacimiento nació un sol que ya no ha de conocer ocaso”.[2]

María Clara Bingemer, teóloga brasileña, afirma que existe «una fuerte sed de espiritualidad, pero, la mayoría de las veces, fuera de las instituciones religiosas… El cristiano del futuro cuestionará mucho a la Iglesia y hará su propia síntesis” [3]. Ese futuro, creemos, ya ha llegado.

¡Feliz Navidad!

Emilio Lospitao

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[1] “Errores sobre el mundo que redundan en errores sobre Dios”. http://servicioskoinonia.org/relat/440.htm

[2] http://www.redescristianas.net/los-relatos-de-la-infancia-de-jesus-teologia-o-historialeonardo-boff/

[3] http://www.periodistadigital.com/religion/libros/2017/10/19/maria-clara-bingemer-hay-sed-de-espiritualidad-que-se-busca-fuera-de-las-instituciones-religiosas-iglesia-religion-dios-jesus-papa.shtml