Repensar


El autor del libro de Hechos recoge el discurso del apóstol Pablo en el Areópago de Atenas dirigido a los filósofos epicúreos y estoicos. De todos los discursos que el nuevo testamento recoge del apóstol Pablo, este dirigido a los atenienses tiene un registro totalmente distinto. En principio Pablo debió haberse sentido a gusto frente a “su” público, conocía su manera de pensar. No obstante, las cosas no salieron como él hubiera deseado. Pero fue en el relato de este discurso que el autor de Hechos dejó el pensamiento más filosófico del Apóstol:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. (Hechos 17:24-29).

Es verdad que estos filósofos no pudieron aceptar la “resurrección” que Pablo les anunció. En la cosmovisión antropológica epicúrea y estoica no tenía cabida la “resurrección” de la cosmovisión antropológica hebrea. Así que, con cierto gesto despectivo, le dijeron al Apóstol que ya le oirían otro día. Algo más de veinte siglos después, el discurso cristiano de la “resurrección” vuelve a despertar esa misma actitud despectiva entre un público con bastantes aires “epicúreos” y “estoicos”. El tropiezo que la “resurrección” suponía para aquellos filósofos era comprensible desde el punto de vista de su filosofía. El hombre (y la mujer) del siglo XXI, fundamentado en la filosofía científica moderna, sigue encontrando un serio tropiezo en el anuncio de esa misma “resurrección”. No tanto por la filosofía materialista de estos (que también), sino por la naturaleza de dicha “resurrección”.

Por ello, como en otros tantos tópicos teológicos (reconocidamente obsoletos: el Limbo por ejemplo – y va de camino el Purgatorio e incluso el Infierno), no son pocos los teólogos –por supuesto progresistas– que hoy revisan el concepto de la “resurrección” (que no niegan) precisamente para superar el tropiezo que ella supone ante los nuevos conceptos que tenemos de la realidad. Una realidad que se entiende y se explica desde una cosmovisión muy diferente de aquella desde la cual se dio testimonio de la “resurrección” de Jesús. A pesar de que como “testimonio” sigue vigente (no importa qué fue lo que les llevó a predicar tal buena noticia), lo cierto es que las “formas” sobre las que se basa hoy origina muchas preguntas. Y estas preguntas merecen una respuesta que no sea solo “sí porque sí”. De ahí que entre esos no pocos teólogos se encuentre el sacerdote y escritor católico Andrés Torres Queiruga, con su serie “repensar”: “Repensar la resurrección”, 2005; “Repensar la revelación”, 2008; “Repensar el mal”, 2010; “Repensar la Teología”, 2012. Y dentro de su vasta bibliografía, “Fin del cristianismo premoderno”, 2000; que nos sugiere que tenemos que “repensar” muchas cosas, teológicas, litúrgicas, eclesiológicas…

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño