«Los del mundo», «los de afuera»


El lenguaje no es aséptico, siempre está asociado a los significados y a los símbolos que representa. Y tanto el significante como el símbolo del lenguaje están circunscritos al subgrupo social y cultural al que está socialmente integrado. En el mundo profano el significante y el símbolo están solidificados en el lenguaje ordinario, pero en el mundo religioso, además, éstos se teologizan, se les da un carácter religioso y de pertenencia. Esto ocurre con los dos términos que tratamos aquí: “los del mundo” y “los de afuera”, como  antítesis de “los fieles”, “los hijos de Dios”.

“Los del mundo”

La antítesis de “los del mundo” son “los no del mundo”, y estos se corresponden con “los creyentes”, “los hijos de Dios”, o sea, los cristianos. En este caso lo que se teologiza negativamente es la antítesis de “los hijos de Dios”.

Obviamos que en el Nuevo Testamento se usa el sustantivo mundo (kosmos) con tres acepciones genéricas diferentes: con alusión al universo creado (Hechos 17:24); al planeta donde vivimos los seres vivos (Mateo 4:8) y al conjunto de las personas (2 Cor. 5:19). Pero el término negativamente teologizado no se refiere a ninguna de estas acepciones, sino a la abstracción del mal, que se concretiza en los valores morales y éticos de los individuos. Ahora bien, la teologización negativa del término “mundo” tiene como telón de fondo el concepto dualista platónico del mundo griego, que les vino al dedo a los autores bíblicos para expresar sus conceptos teológicos (Palestina había sido fuertemente helenizada desde el siglo III a.C.).

Concepto dualista platónico

En el pensamiento platónico griego, lo material era opuesto a lo espiritual. El “cuerpo” físico (soma)[1] era una cárcel para el “alma” (psique)[2]. El cuerpo era “la sede de las pasiones, de los apetitos y los deseos”. Desde este concepto dualista platónico, Pablo se refiere a “las obras de la carne” (sarx) y al “fruto del Espíritu” (pneuma), donde las “obras de la carne”, por analogía, define lo que es “del mundo”.

El dualismo platónico como sustrato teológico

Los escritores neotestamentarios delimitan dos modos de pensar, vivir y realizarse diferentes en la vida (que podemos representar por dos círculos concéntricos, los cuales nos permiten hacer esta analogía): “carne/mundo” (el círculo exterior) y, por antítesis, “pneuma/hijo de Dios” (el círculo interior).

Estos círculos concéntricos están separados por fronteras de exclusión que los hagiógrafos han teologizado con el término “mundo”: “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2); “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4); “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Juan es el autor que más se acerca al concepto platónico para definir el “mundo”: “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16). Etc.

Si preguntamos al autor de la carta a los Gálatas qué pone en evidencia a “los del mundo”, nos contestará que los “signos” de éstos son las “obras de la carne” (sarx), que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas…” (Gálatas 5:19-21).

Y si le preguntamos después qué pone en evidencia a los que “no son del mundo”, es decir, a los “hijos de Dios”, nos contestará que los “signos” de los que son guiados por el “Pneuma” (Espíritu) son aquellos cuyos frutos se caracterizan por el “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gálatas 5:23).

Los de afuera

El gráfico virtual representado por los dos cículos concéntricos, “los del mundo” sigue cumpliendo perfectamente su función pedagógica en el presente concepto: el círculo interior representa a “los de adentro”, es decir, a los “hijos de Dios”; y el círculo exterior representa a “los de afuera”, los que no son “hijos de Dios”. Especialmente en los escritos paulinos existe una relación directa entre “los del mundo” y “los de afuera” (Efesios 2:2) y de ahí, estas frases: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5); “a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera” (1 Tes. 4:12); “que tenga buen testimonio de los de afuera” (1Tim. 3:7). Es decir, se teologiza el término “afuera” con el mismo sentido y propósito con que se teologiza el término “mundo”.

Apocalíptico versus escatológico

Es muy importante evocar aquí dos vocablos teológicos: apocalíptico y escatológico. En algún momento estos términos pueden coincidir y significar lo mismo (el final), pero son dos conceptos diferentes.

Lo apocalíptico

Lo apocalíptico hace referencia a un punto crucial, singular, espantoso… Así muchos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento (ej. Mateo 25:31 sig. y otros). Pero también se refiere a una línea fina que cuando se traspasa se ha entrado a un estado diferente. Ha pasado del blanco al negro, sin grises. En lo apocalíptico no existen estados intermedios, procesos realizantes… Visualizando los círculos concéntricos, o se está en el interior o se está en el exterior (en la iglesia, o en el mundo), todo depende de qué lado estamos de la línea que separa un círculo de otro. Los signos “sacramentales” que potenciaban estas fronteras de exclusión eran: a) el bautismo (rito de “entrada” e iniciación) y b) la eucaristía (“Santa Cena”), un rito de pertenencia al grupo. Estos dos signos “sacramentales”, con algunas variantes, eran conocidos y practicados fuera del cristianismo con los mismos propósitos (iniciación-pertenencia), pero el cristianismo primitivo lo vinculó y lo relacionó estrechamente con, por y para Cristo: es decir, los teologiza (cf. Colosenses 2:12-13; 1Cor. 10:16-17).

Lo escatológico

Lo escatológico, por el contrario, contiene la idea de un proceso que se dirige hacia un final realizante y realizado. No existe ninguna línea de separación entre un estado y otro, pues el estado es uno y único en el cual y por el cual se progresa hacia el final. Más que dos círculos concéntricos, se trata de un Camino en el que todos estamos caminando, unos estaremos en un punto diferente de dicho Camino que otros, pero todos nos dirigimos hacia el mismo final escatológico. Se trata de haber empezado a caminar o no en dicho Camino. Así, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). Pablo creía estar inmerso en dicho proceso: “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea ya perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). Es decir, lo escatológico es un Camino de realización no excluyente ni condenatorio. La proclamación del evangelio del Reino era una invitación a andar en este Camino (“Venid a mí los que estáis trabajados y cargados…” – Mat. 11:28) en un espíritu de aceptación del otro (“el que no es contra nosotros, por nosotros es” – Lucas 9:50). Por ello, en torno a la persona de Jesús, durante su ministerio, no existían signos “sacramentales” (iniciación-pertenencia), sino una apertura a todos. El mensaje de Jesús era escatológico.

Pues bien, los conceptos teologizados de las epístolas, a los que vengo refiriéndome, son más apocalípticos que escatológicos. En los conceptos teologizados no hay lugar para estados intermedios, para procesos realizantes: O estás en el círculo interior, “adentro”; o estás en el círculo exterior, “afuera”. Hoy, la evangelización que conocemos, y que practica la mayoría del mundo evangélico, es apocalíptica; potencia las fronteras excluyentes, a veces, por el simple hecho de pertenecer a denominaciones cristianas distintas a las suyas. Quizás los líderes cristianos de todas las denominaciones debieran preguntarse si una auténtica “ekumene” responde adecuadamente a la oración de Jesús (Juan 17:21). El ecumenismo no es un  movimiento, ni una denominación, ni una organización religiosa, es un “espíritu”, una conciencia cristiana, individual, personal, libre y liberadora, que hace posible la fraternidad entre cristianos desde el respeto a la pluralidad, teniendo en cuenta que nadie tiene el monopolio de la verdad absoluta. Unidos hasta donde sea posible.

El abuso del lenguaje teologizado

El adoctrinamiento de muchas iglesias cae en el abuso de estos términos, levantando muros simbólicos (fronteras relacionales) sin márgenes intermedios, sin estados progresivos… Estos maestros catequistas no perciben, no captan, el sentido y el alcance relativo de un “signo” teologizado y apocalíptico. Las fronteras simbólicas que promueve la teologización de estos términos (los del mundo, los de afuera) crean zonas de exclusiones relacionales idénticas a las que creaban los escribas y fariseos del tiempo de Jesús con la teologización de los términos “puros” e “impuros”. Estos escribas y fariseos creaban estas zonas de exclusión a partir de las leyes ceremoniales relativas a la impureza presentes en la Escritura. En nuestras iglesias se crean estas zonas de exclusión mediante el lenguaje teologizado (los de afuera, los del mundo), que se absolutiza. ¿Nos hemos preguntado alguna vez cómo se sentirán nuestros padres, hermanos, parejas, amigos, hijos… cuando éstos perciben que el concepto que tenemos de ellos lo verbalizamos con dichos términos: los del mundo, los de afuera? ¡Y, a veces, en el peor de los casos, solo porque no creen lo mismo y de la misma manera que nosotros! ¿No creamos fronteras relacionales mediante el lenguaje teologizado sin reflexionar el sentido y el propósito que dicha teologización tiene? ¿No nos hemos dado cuenta que son términos “teologizados”, que tienen como objetivo fortalecer el sentido de pertenencia al grupo, a la iglesia, y nada más?

Emilio Lospitao

NOTAS:

[1] No obstante, “soma” tenía un concepto semánticamente más amplio que la “carne física”, como en Romanos 12:1, que evoca a la totalidad de la persona.

[2]. José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, “alma”.