Sobre el 500 aniversario


Con motivo del 500 Aniversario de la Reforma Protestante el próximo año diversas plataformas se han puesto manos a la obra para desarrollar una digna conmemoración de tal acontecimiento. Históricamente, el mundo protestante viene celebrando el 31 de octubre como Día de la Reforma, evocando  las 95 tesis que el monje agustino, Martín Lutero, clavó en dicho día en las puertas de la iglesia en el castillo de Wintenberg (Alemania). Desde aquel 31 de octubre de 1517 hasta hoy han ocurrido muchas cosas en todas las áreas del pensamiento humano.

Un santo y seña de la Reforma es “la iglesia reformada, siempre reformándose”, pero solo como un eslogan. En realidad, como un fenómeno típico de los grupos y las instituciones, las iglesias se suelen anclar en las tradiciones que produce. Otra peculiaridad del Protestantismo histórico fue la diversidad de denominaciones religiosas en las que derivó: Luteranos, Presbiterianos… todas ellas al amparo del nombre de Iglesias Reformadas. El boom de esta diversidad alcanzó su cota máxima en el siglo pasado con la aparición de múltiples denominaciones, las cuales forman hoy la mayoría del mundo evangélico protestante.

Una cualidad del Protestantismo reformado es haber sabido reconocer sus pecados históricos, como queda demostrado por la erección de una estatua en honor de Miguel Servet, a quien quemaron vivo. Y de alguna manera también se ha redimido por la desidia que mostró en su día hacia los nuevos descubrimientos (por ej. el heliocentrismo), que consideraron una idea descabellada, y hacia los descubridores a los cuales también vilipendiaron. Me estoy refiriendo a Giordano Bruno, Nicolás Copérnico y Galileo Galilei (quemado vivo el primero y encarcelado el último por la Inquisición católica), de los cuales los padres de la Reforma dijeron que estaban locos. Por no decir que Kepler, quien descubrió las leyes físicas que llevan su nombre, tuvo que huir de los “creyentes ortodoxos luteranos” para salvar su vida por apoyar la teoría heliocéntrica.

El Protestantismo del siglo XXI, cumpliendo con el aforismo que le caracteriza (iglesia reformada, siempre reformándose), además de las celebraciones propuestas –legítimas y necesarias– necesita hacer una apuesta, no solo por el diálogo ecuménico e interreligioso, sino por la reconciliación con la modernidad. Por modernidad me refiero a las novedades que la ciencia ha puesto sobre la mesa que nos aboca hacia una hermenéutica interdisciplinar que haga inteligible muchas proposiciones del texto bíblico que son inasumibles en siglo XXI. Asumir, por ejemplo, que la cosmovisión de los autores bíblicos es geocéntrica y, en algunos casos,  mítica, con todo lo que ello conlleva en la formulación dogmática y teológica. Solo dos ejemplos como botón de muestra: Primero, la cosmogonía de un universo de tres plantas, el Cielo, la Tierra plana y el Inframundo. Un texto paradigmático de esta cosmovisión es Éxodo 20:4, “No te harás imagen… de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. El segundo tiene que ver con los textos legendarios, muy variopintos, tanto en el Primero como en el Segundo Testamento: el relato de la detención del Sol al mandato de Josué (Jos. 10:12-13) y el relato de la estrella que guió a los “magos” en el nacimiento de Jesús (Lc. 2:8-15). Interpretar esto literalmente ayuda poco a la misión.

El 500 Aniversario de la Reforma es una oportunidad que nos ofrece la Historia tanto para apuntalar aquello que dio credibilidad al Protestantismo como para revisar el fundamento de la buena noticia de Jesucristo. Movimientos progresistas, tanto católicos como protestantes, ya han comenzado hace algunas décadas a desarrollar esa catarsis. No repitamos la historia inquisitorial repudiándolos primero y relegándolos después al ostracismo.

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño