El quid de la cuestión


(A propósito de “España, oramos por ti” – Elecciones Generales 20-D)

Desde hace varios años, cierto sector religioso evangélico en España sale a la calle con el eslogan “ESPAÑA, ORAMOS POR TI”.  Gesto que se ha repetido especialmente en las Elecciones Generales, aunque en esta ocasión se ha realizado en la intimidad de las iglesias; eso sí, con ayuno incluido (para más eficacia, se supone). Este gesto, plausible, se basa en la 1ª carta a Timoteo 2:2, donde se exhorta “a hacer rogativas… por los reyes y por todos los que están en eminencia”. En principio, como cristianos, no nos oponemos a este piadoso quehacer de intercesión.

No obstante, a este respecto hemos de hacer algunas aclaraciones de carácter puramente hermenéutico. Primero, tener en cuenta que el contenido de dicho texto tiene como contexto un sistema político monárquico e imperialista. En el Imperio romano de aquella época gobernaban los que gobernaban, sí o sí. Segundo, tener en cuenta que, en la cosmovisión de aquella época –hasta hace muy poco tiempo–, los reyes, los emperadores… eran puestos por Dios mismo. Tercero, tener en cuenta  que dicha exhortación buscaba crear un ambiente propicio de aceptación por parte de las autoridades y la cultura de Occidente, donde estaba introduciéndose el cristianismo primitivo (como fue aceptar y teologizar  los códigos domésticos referentes al estatus de la mujer y de los esclavos). Cuarto, observar que dicha exhortación es profundamente amplia: orar “por todos los hombres”, o sea, por todas las personas. Aun así, fue muy distinta la actitud del autor del libro de Apocalipsis, que retó al Imperio.

El quid de la cuestión

El quid de la cuestión es que dichos grupos religiosos evangélicos proponían que las iglesias oraran por “Las Elecciones Generales del 20-D”. Y nos preguntamos: ¿Qué le teníamos que pedir exactamente a Dios? Una sociedad democrática, como es en la que vivimos, es aquella cuyos gobernantes han sido elegidos por el pueblo libremente. Y gobernará el grupo político que sea capaz de aunar un mayor número de escaños, aunque para ello tenga que pactar con otros grupos, elegidos también libremente. ¿Queríamos que Dios coartara la libertad de las personas para que votaran o dejaran de votar a ciertos candidatos en particular? ¿Es Dios de derecha, o de izquierda, quizás de centro? Se supone que, según se revela en la Biblia, Dios  reivindica la justicia social,  sale en defensa de los desposeídos, de los pobres… Se supone, pues, que las súplicas a Dios habrían de ir dirigidas a que inclinara el voto hacia los grupos políticos que buscan precisamente eso: la justicia social, la reivindicación de los oprimidos, el amparo de las viudas, la protección  de los menesterosos y eliminar la corrupción entre los gobernantes. ¿O no es todo esto lo que está en juego en Mateo 25:31-46?

El quid de la cuestión es que dichos grupos religiosos evangélicos, fundamentalistas, intentan identificar el evangelio con una ideología política determinada: la ideología político-religiosa que fomentó y apoyó las  dictaduras en Latinoamérica en décadas pasadas (Florencio Galindo, CM. 1992) y originó recientemente un enfrentamiento bélico en Oriente Medio con el pretexto  de un apocalíptico “Eje del Mal”. ¡El poder del dólar! ¡Qué diferente este evangelismo español actual con aquel protestantismo durante la guerra y la postguerra civil española!

El quid de la cuestión es que si pedíamos a Dios por cierto  resultado en las Elecciones Generales del 20-D, una vez concluida esta, ¿no deberíamos dar gracias a Dios por el resultado toda vez que este habría sido según Su voluntad? Por lo tanto, el paso siguiente debería ser salir a la calle, o en el recogimiento de las iglesias (con ayuno o sin él), y dedicar también un tiempo para dar gracias a Dios por dicho resultado cualquiera que haya sido. Es una cuestión de coherencia.

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño