Imágenes de Dios


No sabemos qué, quién y cómo es ese Ser a quien en el ámbito de la religión llamamos “Dios”. De lo que no hay ninguna duda es que, desde el imaginario religioso, cada uno, en un sentido amplio, nos hacemos nuestra propia imagen de él. A través de esta “imagen” (concepto, cosmovisión…) se concibe a ese Dios ante los diversos acontecimientos de la vida, de nuestra vida… y de la de los demás. Esto es así, ha sido siempre así, y siempre lo será.

Esta imagen (del imaginario colectivo) está presente en todas las “escrituras sagradas”, sean budistas, hinduistas, judías, cristianas, islámicas… Y esa imagen se enseña y se inculca de generación en generación (el adoctrinamiento es muy eficaz).

En las Escrituras judeo-cristianas esta imagen de Dios evoluciona a lo largo del tiempo. En el libro de Génesis se presenta a Dios desde la imagen de un “artesano” modelando en arcilla al primer hombre, al que influye vida, y luego, cual “cirujano”, hace a la mujer del costado del varón ya creado (Gn. 2:7, 22).

En un plano muy diferente, los escritores de los libros sagrados presentan a Dios como el “Señor de los ejércitos” (que no se refiere a los ejércitos cananeos, filisteos o israelitas, sino a las “potestades celestiales”), en total parangón ideológico con los Titanes mitológicos. En el plano moral, la imagen que tienen los hagiógrafos es el de un Dios que no duda en ordenar la muerte violenta de mujeres, ancianos y niños para que su pueblo obtenga la “tierra prometida” (Deut. 2:31-34; 20:15-16); un Dios egocéntrico que castiga con la muerte a quien no guarda el día sagrado (Éxodo 31:14), y que impasible ordena la muerte de los adúlteros (Levítico 20:10).

Siglos después, la imagen de Dios que ofreció Jesús de Nazaret rompió todos los conceptos (imágenes) que el pueblo de Israel albergaba de él. Por ejemplo, desautoriza la imagen de un Dios que caprichosamente envía fuego para destrucción (Luc. 9:51-56), etc. Sin embargo, a pesar de esa nueva imagen que presentó el Nazareno, dos mil años después, de alguna manera, todavía seguimos fabricándonos imágenes erróneas de Dios. Hoy, en algunos círculos religiosos, se perpetúan las arcaicas imágenes de Dios debido a la interpretación literalista de la Biblia, que es un semillero de imágenes.

Estas imágenes se introducen subrepticiamente en las teologías, y de aquí pasa a la existencialidad de la vida, a lo cotidiano de la vivencia religiosa. Por una interpretación literalista de los textos bíblicos fabricamos la imagen de un Dios ensimismado, distraído, que solo hace caso después de insistentes súplicas, de ahí la urgencia de un culto especial de oración por la sanidad de un enfermo, como si la acción bondadosa de Dios dependiera de dichas insistentes súplicas. Esta realidad cotidiana en el seno de las iglesias es otra imagen de Dios.

La prohibición de hacernos imágenes en Éxodo 20 es más que simplemente hacernos figuras materiales de personas o animales, incluso iconos. Las verdaderas “imágenes” que distorsionan el carácter y la esencia de ese Ser que llamamos Dios, se originan en el corazón, en lo profundo del alma humana, en la interioridad de nuestro ser. Jesús dijo que del corazón salen todas las maldades (Mar. 7:19-23), también las falsas imágenes de Dios.

Necesitamos con urgencia una revisión de la imagen que presentamos de Dios en nuestra sociedad moderna. Y solo podemos hacer esa revisión si recuperamos la figura del Jesús de los Evangelios, que pasa por recuperar, en la medida de lo posible, el perfil del Jesús histórico (el que llamaba a Dios “Abba”). Porque Jesús de Nazaret “es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15).

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño