¡No tienen vino! – Juan 2 + apología


Los Evangelios sinópticos ubican el principio del ministerio de Jesús en Galilea (Mateo 4:12-17; Marcos 1:14-15; Lucas 4:14-15), pero Juan nos ofrece la valiosa información del enrolamiento de los primeros discípulos, esporádicos seguidores de Juan el Bautista, en Judea: Andrés y su hermano Pedro; Felipe y Natanael (Juan 1:35-51). «Al tercer día», dice este evangelista, tuvo lugar una fiesta de bodas en Caná de Galilea, quizás de algún amigo o pariente de Jesús. Llegaron, pues, a Caná y fueron invitados Jesús y sus discípulos. Allí encontraron a María, su madre (Juan 2:2). 

«Se hicieron unas bodas» 

Juan tiene mucho interés en escribir la crónica de esta boda, porque fue en ella donde Jesús hizo su primera «señal» convirtiendo el agua en vino; la segunda «señal» fue la curación del hijo de un oficial del rey (Juan 4:46, 54). En cualquier caso, Juan dice que «este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea (Juan 2:11). 

Los Evangelios no hacen ninguna referencia de que Jesús alguna vez se riera; pero es imposible imaginar a un hombre al cual los niños se acercaban, y se dejaban acariciar por él, si ese hombre no les recibe con una sincera sonrisa en sus labios, ¡imposible! (Marcos 10:13-16). Jesús debió de haber sido un hombre sumamente optimista y, por lo tanto, alegre, abierto, sociable…

Por otro lado, los evangelistas no temen presentar a Jesús en un entorno de banquetes y fiestas, con toda clase de personas; fiestas y personas a las cuales Jesús no sólo aceptaba (Lucas 7:34; 11:37; Marcos 2:16), sino que además les devolvía el convite: «Este a los pecadores recibe, y con ellos come» (Lucas 14:12; 15:2). ¡Lo cual es un argumento de la veracidad de estos relatos!

Jesús se transfiguró una vez mostrando su gloria celestial en lo alto de un monte, tras lo cual mandó a sus discípulos «que a nadie dijesen lo que habían visto» (Marcos 9:9). La religión, después, le volvió a «transfigurar» (desfigurar) y desde entonces hemos perdido al verdadero Jesús, el que se juntaba con los «pecadores y los publicanos». ¡Jesús era un hombre acostumbrado a las fiestas!

«No tienen vino» 

¡Qué tragedia! ¡No tienen vino! Pero María, y todos los que estaban presentes, y más aún la familia de los novios y estos mismos, sabían que sí era una «tragedia». La petición angustiosa de María así lo sugiere, y el único que podía resolver aquella «tragedia» era su hijo Jesús. Quizás estuvo fuera de lugar (“¿qué tienes conmigo, mujer?”), pero Jesús se puso en el lugar de los novios y, después de un instante de vacilación, accedió a la súplica de la madre, quien, confiada, dijo a los sirvientes: «haced todo lo que os dijere». 

La prisa de Juan por relatar este suceso radica en el «milagro», que él llamará sistemáticamente «señal» en su Evangelio (Juan 2:18; 4:54; 6:14, 30; 10:41; 12:18); pero detrás del milagro subyace el lado humano, amable y empático de Jesús: se había acabado el vino y sin vino la fiesta de bodas terminaba abruptamente, antes del día previsto, y ahí radicaba la «tragedia». ¡La mentalidad de algunos exégetas, en especial americanos, no pueden entender que en la cultura mediterránea, antes y ahora, una fiesta no es posible sin vino! (Ver más adelante en la apología).

No tenemos nada en contra del puritanismo bien entendido, que tanta templanza, sobriedad y moderación ha aportado al estilo de vida cristiano, especialmente en períodos de relajamiento moral de la sociedad. Pero sí contra ese pseudopuritanismo que quiere convertir la vida cristiana en una gris y melancólica experiencia. 

«Llenad esas tinajas de agua» 

¡Llenad esas tinajas de agua!, dijo Jesús. ¿Para qué? Para convertir el agua en vino, para que la fiesta llegue hasta donde tiene que llegar, para que el gozo de los novios no se convierta en una pesadilla de frustración y vergüenza… 

¿Por qué tus discípulos no ayunan?, le preguntaron una vez a Jesús. Este les contestó: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? (Marcos 2:18-19). Ese “ayuno” en el contexto social de Palestina era la privación absoluta tanto de comida como de bebida. Las fiestas de bodas judías duraban una semana. Siete días de alegría, de gozo… acompañando a los novios. El vino era uno de los componentes que hacían posible dicho regocijo. 

¡Jesús no quiso «aguar» la fiesta, por cariño, por solidaridad, por empatía hacia los novios! ¡No hay un relato más humano y lúdico de la vida de Jesús como este! ¡Esta es la otra cara –desconocida– del Jesús de los Evangelios! 

ANEXO (Apología)

El vino en la vida cotidiana en el Antiguo Testamento

Algunos exégetas de las Iglesias de Cristo consideran que tomar alcohol es “pecado”, cualquiera que sea la cantidad o naturaleza del mismo. Exponemos este tema con todo el respeto hacia las personas que tienen a bien la abstención total de cualquier bebida alcohólica, lo cual elogiamos sinceramente. No obstante, creemos que una cosa es abstenerse de tomar bebidas alcohólicas por considerar que es dañino para la salud cuando se toma en exceso y otra muy diferente la criminalización moral de la ingestión de dicha bebida. Estamos convencidos de que la Biblia advierte de las consecuencias del abuso del alcohol, pero no existe ninguna condena por tomarlo en cantidades adecuadas según las personas.

La Biblia no teme hablar del placer que procura el vino. Un banquete era denominado “misteh” por eufemismo, o sea, “libaciones”. Antes que el salmista dijera que “el vino alegra el corazón del hombre” (Salmo 104:15), ya era poéticamente evocado en la época de los jueces con el mismo sentido: “y la vid le respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?” (Jueces 9:13). Se exalta la calidad de los vinos de Hesbón, Sibma, Eleale, Líbano y Helbón (Isaías 16:8-10; Jeremías 48:32; Oseas 14:7; Ezequiel 27:18). El vino era un don de Dios (Oseas 2:8-9) y una señal de su bendición (Joel 2:23-24). El vino formaba parte de los elementos del diezmo y como ingrediente de la fiesta de las primicias (Deut. 14:22-26). El vino fue usado como libación en el culto a Dios (1Samuel 1:24; 10:3), estaba presente tanto en los festines como en las simples comidas (Job 1:18; Proverbios 9:1-5), y la falta del mismo figura entre las carencias que acompañaban a la desolación por el juicio de Dios (Isaías 24:6-9). El vino formaba parte de los elementos del diezmo y como ingrediente de la fiesta de las primicias.

Términos para referirse al vino

Yayin es el término empleado habitualmente para designar el zumo fermentado de la vid (141 veces en el AT). Esta palabra está emparentada con el vocablo indoeuropeo (griego) “oinos” (en latín “vinum”; alemán “wein”; inglés “vine”; español “vino”).

Sekar es un vocablo semítico que designa toda suerte de bebidas fermentadas; además del vino, otras bebidas alcohólicas obtenidas con la fermentación de la cebada, los dátiles, las granadas, el vino de palma y el zumo de manzanas (1Samuel 1:15; Levítico 10:9; Proverbios 31:4-5). Esta palabra aparece sólo una vez para indicar la libación de vino en la ofrenda diaria (Números 28:7).

Tiros es una palabra de etimología incierta que parece haber designado propiamente el mosto, el zumo de uva recién obtenido y no fermentado (Deut. 7:13; 11:14; 18:4; Jeremías 31:12; Génesis 27:28)

Hémer un vocablo corriente del arameo que indica el vino en cuanto producto fermentado, puesto que su raíz significa fermentar (Esdras 6:9; 7:22; Daniel 5:1-2; Deuteronomio 32:14).

Metáfora y simbolismo del vino

Metafóricamente, para anunciar los castigos de Dios a su pueblo infiel, los profetas emplean a veces la imagen de una mala vendimia (Amós 5:11). Con frecuencia, el juicio de Dios se expresa con la imagen de una copa de vino (Jeremías 25:15). Como contrapunto, con el vino también se expresa la plenitud de la dicha mesiánica (Joel 2:23-24; 3:18; Amós 9:13; Zacarías 10:7).

(Enciclopedia de la Biblia. Segunda Edición, 1969. Ediciones Garriga. S.A. Barcelona).

La abstinencia como excepción

La abstinencia de los recabitas (Jeremías 35) no se debía tanto a la temperancia, sino al estilo de vida nómada hostil a la vida ciudadana. Por otro lado, la abstinencia de los nazareos podía ser temporal o definitiva según fuera su voto; además, durante el tiempo que duraba el voto, no podían comer ni siquiera uvas frescas ni secas (Números 6). Juan el bautista era abstemio por su voto nazareo (Lucas 1:15), pero no lo fue Jesús (Lucas 7:33-34).

¿Es pecado tomar alcohol?

Todo el mundo tiene en mente la imagen típicamente estadounidense de la botella envuelta en una bolsa de papel mientras el consumidor bebe de ella o la lleva por la vía pública: está prohibido por ley exhibir recipientes de bebidas alcohólicas, incluso en su propio jardín si da acceso a la calle.

El concepto “pecaminoso” de tomar alcohol que existe entre las iglesias, especialmente fundamentalistas de Norteamérica (y por extensión las iglesias fruto de las misiones norteamericanas), entre ellas las Iglesias de Cristo objeto de este estudio, tiene su raíz sociológica en la ley seca estadounidense. El sólo hecho de probar cualquier bebida alcohólica, como el vino, está considerado “pecado”. Este concepto “pecaminoso” del alcohol conllevó la idea de que la mención del vino en la Biblia tenía dos connotaciones muy claras y diferenciadas: a) El mosto fermentado (con alcohol) que está asociado siempre con todo lo negativo y pecaminoso de la conducta humana; y b) El mosto no fermentado que, según los exégetas de estas iglesias, fue el “fruto de la vid” que Jesús usó en la celebración de la pascua judía y en la cual instituyó la “Santa Cena” (Lucas 22:7 sigs.). Además, este mosto fue el “buen vino” resultado del milagro que Jesús realizó en las bodas de Caná (Juan 2:1-11). Es obvio, por lo tanto, que todos los relatos bíblicos en los cuales Jesús tiene alguna relación con el vino no pudo ser otra cosa que mosto sin fermentar, pues Jesús no pudo haber tomado bebidas alcohólicas (porque es imposible que Jesús “hubiera pecado”).

El término griego que encontramos en el Nuevo Testamento para referirse al vino o mosto es “oinos», 25 veces, y una sola vez “gleukos”, ésta en Hechos 2:13. Pero no vamos a realizar un análisis semántico de los términos, sino contextual.

Para el objeto de esta apología nos interesa considerar los siguientes textos.

Juan 2:3, 9-10

«Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino […] y cuando el encargado del banquete probó el agua ya hecha vino, y no sabía de dónde venía (aunque los sirvientes que habían sacado el agua sí lo sabían), llamó al novio y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino; y cuando ya han tomado bastante, entonces saca el inferior. Pero tú has guardado el buen vino hasta ahora».

Dos observaciones hemos de hacer sobre este texto:

En primer lugar tenemos que leer este relato en el contexto de las fiestas de bodas en los tiempos de Jesús en Palestina. En estas fiestas de bodas, primero se ofrecía a los invitados el vino bueno, que era el vino curado, como se entiende en la vinicultura mediterránea desde tiempos inmemoriales; luego, cuando la gente no distinguía bien la calidad del vino (por estar casi ebrias), se les ofrecía un vino inferior y más barato (costumbre que no ha cambiado).

En segundo lugar, el punto de interés de este milagro radica precisamente en la calidad de los dos vinos: el que habían estado bebiendo, que se acabó, y aquel que fue el resultado del milagro, que fue superior en calidad al primero.

Ahora bien, un vino es superior en calidad cuanto más añejo es; por lo tanto, en aquella época, como en la nuestra, se trataba de un “vino fermentado”. Si no es así, no es “buen vino”.

Decir que el mosto recién sacado de la uva es «mejor vino» que el fermentado, es ignorar la vinicultura mediterránea actual y la del tiempo de Jesús.

1Timoteo 3:3, 8; Tito 1:7 y Tito 2:3.

«no dado al vino; no violento, sino amable; no contencioso ni amante del dinero.»

«No dado al vino»

No significa que la persona tenga que ser totalmente abstemia, sino que sea prudente cuando tome bebidas alcohólicas. 1 Timoteo dice: “no dados a mucho vino”; esto significa que pueden tomar cierta cantidad de vino, pero no “mucho”. Y Tito 2:3, referido a las mujeres, dice que no sean “esclavas del vino”; es decir, que no tengan dependencia del vino.

Dos observaciones de interés:

Primera, los textos citados más arriba llevan implícito que se trata de mosto “fermentado”. ¿Qué sentido tiene exhortar a que no sea «dado al vino”, o que no sean “esclavos del vino”, si se trata de simple e inocuo mosto sin alcohol? ¿Hay algún pecado en tomar mucho mosto, o mucho zumo, de cualquier fruto, o Coca Cola? Tomar «mucho» zumo, de lo que sea, puede hacer daño como puede hacerlo el abuso de cualquier otra ingestión, ¿por qué exhortar específicamente sobre el «mosto»? ¡Porque «este» mosto tenía consecuencias por causa del alcohol!

Segunda, no obstante de que se trata de mosto con alcohol, no se prohíbe radicalmente tomarlo ni se condena como “pecado”. La exhortación es oportuna por causa del mal uso que se puede hacer de él; se trata de evitar que los siervos y las siervas de Dios se excedan en el uso del vino y se embriaguen. La Biblia advierte de las consecuencias del exceso del alcohol, pero no condena beberlo. Cómo y cuánto beber está en la responsabilidad y la discreción de quien lo toma.

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño