Enseñando en las sinagogas (Mat. 4:23)


La sinagoga que conoció Jesús

Como ocurre con el sustantivo “iglesia”, también ocurre con el término “sinagoga”. La iglesia no es el edificio, sino las personas que forman la comunidad. Así, sinagoga (con-currencia), etimológica y originalmente, significa cualquier “reunión de personas”. Pero se suele usar en referencia al edificio donde aquella se reúne. Pues bien, no existe un acuerdo entre los eruditos sobre el origen de la sinagoga como institución, pero se cree que se originó en la cautividad, como centro de reunión para la oración y la enseñanza de la Ley, en ausencia del templo. Después de la cautividad, la sinagoga se implantó en Palestina, en toda la diáspora, con el mismo propósito. Su implantación en Palestina ni suplió ni mermó la importancia y el significado del templo de Jerusalén, pero se hizo popular en cada ciudad o población con más de diez varones, requisito para su institución. En el tiempo de Jesús, la sinagoga estaba organizada por una pluralidad de “ancianos” (presbiterio) donde uno de ellos era el “principal de la sinagoga” (Marcos 5:22, 35, 36, 38; Lucas 8:49; 13:14; etc.).

El ministerio de Jesús y la sinagoga

Nazaret, donde Jesús “se había criado”, y había ejercido el oficio de “carpintero”, contaba con una sinagoga, a la que asistía habitualmente (Lucas 4:16; Marcos 6:3). Jesús debió haberse ganado un especial reconocimiento de la gente en general, y de los ancianos en particular, pues cuando regresó a Nazaret le invitaron a leer y comentar la lectura, una costumbre típica del culto de la sinagoga (Lucas 4:16; ver Hechos 13:14-15). De hecho, Jesús continuó asistiendo a la sinagoga durante su ministerio, la cual se convirtió en un lugar de encuentro donde las gentes venían a él (Lucas 4:31), especialmente buscando curación a sus enfermedades (Marcos 3:1 sig.; 6:1-6; Lucas 6:6-11; 13:10-17); y allí enseñaba también (Mateo 4:23; Marcos 1:39; Lucas 4:44). En cualquier caso, el reconocimiento que Jesús se ganó como “Maestro” (Juan usa más Rabí), de parte de los escribas, los fariseos y los saduceos (Marcos 12:13-14, 18-19 sig.; ver Juan 3:1-2), tiene como marco de referencia la sinagoga (Marcos 1:21-22), que era el lugar donde se suponía que los “ilustrados” exponían los conocimientos adquiridos (por antítesis, ver Juan 7:14 y Hechos 4:13). 

Sin embargo, es muy significativo que cuando Jesús frecuentaba Jerusalén sus actividades siempre se desarrollaran al aire libre, especialmente en los alrededores del templo, y no en alguna sinagoga (Juan 5:1 sig.; 7:14 sig.; 8:2; 10:22 sig. Mateo 26:55), aun cuando también las había (ver Hechos 6:9). Es muy probable que, a pesar de que su fama era conocida por doquier, los dirigentes de las sinagogas en Jerusalén no le invitaran a hablar por miedo a los principales sacerdotes. Recordemos que Nicodemo (un principal de ellos) “vino a Jesús de noche” (Juan 3:1-2), y que muchos en Jerusalén “no hablaban abiertamente de él, por miedo a los judíos” (Juan 7:13). 

Jesús saca la sinagoga a la calle 

Pero Jesús, a pesar de que utilizó la sinagoga como institución y como lugar físico para enseñar, trasladó esta docencia fuera de sus muros: el monte (Mateo 5:1 sig.), los alrededores del templo (Marcos 11:27 sig.) los caminos (Marcos 8:27 sig.) las casas (Marcos 2:1-2), una barca (Marcos 4:1 sig. Lucas 5:3)… Y esto, tanto a las multitudes (Mateo 15:10) como a personas individuales y sin distinción de sexo (Juan 4:7 sig. Lucas 10:38-39). Después de las sanidades de toda índole, la docencia fue la principal faceta del ministerio de Jesús, pues «para eso había venido» (Marcos 1:38). 

La enseñanza de Jesús 

Según los Evangelios, Jesús no pretendió enmarcar una nueva jurisprudencia religiosa basada en la casuística y la legalidad, como hacían los fariseos y los doctores de la ley de su época. Basta analizar las discusiones de Jesús con estos religiosos para percibir esta diferencia (Mateo 12:1-14; 23:13-26; Juan 8:1-11 y otros). La esencia de su enseñanza radicaba en sacar todo lo mejor del individuo a nivel personal e individual (Lucas 10:25-37); Jesús quería que la persona hallara la luz interior por sí mismo (Juan 8:10-11); que la vida espiritual no radicara en el simple cumplimento de preceptos legales de una nueva ley (Marcos 7:1-23), sino que se fundamentara en la autorrealización personal y en la búsqueda de la voluntad del Padre como ideal (Sermón del Monte). Los docentes cristianos de hoy deberían aprender de la metodología, la dinámica y el fin de la docencia de Jesús, y hacer lo mismo que él. La vida espiritual que surge del conocimiento del evangelio no se rige por una nueva ley, salvo la ley basada en la libertad y en el amor (Santiago 2:12; Romanos 13:8). 

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño