Apocalíptico versus escatológico


Antes de entrar a considerar las frases teologizadas es muy importante evocar dos vocablos teológicos: apocalíptico y escatológico. En algún momento estos términos pueden coincidir y significar lo mismo (el final), pero son dos conceptos diferentes.

Lo apocalíptico

Lo apocalíptico hace referencia a un punto crucial, singular, espantoso… Así muchos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento (ej. Mateo 25:31 sig. y otros). Pero también se refiere a una línea fina que cuando se traspasa se ha entrado a un estado diferente. Ha pasado del blanco al negro, sin grises. Juan es el evangelista que más usa este concepto. Para este autor o estás en la luz, o estás en las tinieblas; estás en la vida, o estás en la muerte; eres hijo de Dios, o eres hijo del Diablo; etc. En lo apocalíptico no existen estados intermedios, procesos realizantes… Visualizando un gráfico imaginario de dos círculos concéntricos, o estás en el interno o se estás en el externo, todo depende de qué lado estamos de la línea que separa un círculo de otro (que es una línea simbólica de exclusión).

Lo escatológico

Lo escatológico, por el contrario, contiene la idea de un proceso que se dirige hacia un final realizante y realizado. No existe ninguna línea de separación entre un estado y otro, pues el estado es uno y único en el cual y por el cual se progresa hacia el final. Más que dos círculos concéntricos, se trata de un Camino en el que todos estamos caminando, unos estaremos en un punto diferente que otros en dicho Camino, pero todos nos dirigimos hacia el mismo final escatológico. Así, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). Pablo creía estar inmerso en dicho proceso: “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea ya perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). Es decir, lo escatológico es un Camino de realización no excluyente ni condenatorio. La proclamación del evangelio del Reino era una invitación a andar en este Camino (“Venid a mí los que estáis trabajados y cargados…” – Mat. 11:28) en un espíritu de aceptación del otro (“el que no es contra nosotros, por nosotros es” – Lucas 9:50). Por ello, en torno a la persona de Jesús, durante su ministerio, no existía ninguna línea de separación excluyente: el reino de Dios estaba abierto a todos. El mensaje de Jesús era escatológico. Pero sobre Jesús, en este tema, volveremos en otro momento.

Pues bien, los conceptos teologizados de las epístolas, a los que vamos a referirnos, son más apocalípticos que escatológicos. En los conceptos teologizados no hay lugar para estados intermedios, para procesos realizantes: O estás en el círculo interno (“adentro”), o estás en el círculo externo (“afuera”). Hoy, la evangelización que conocemos, y que practica la mayoría del protestantismo evangélico, es apocalíptica; potencia las fronteras excluyentes, a veces, por el simple hecho de pertenecer a denominaciones cristianas distintas a las suyas.

“Los del mundo”

El lenguaje no es aséptico, siempre está asociado a los significados y a los símbolos que representa. Y tanto el significado como el símbolo están circunscritos al subgrupo cultural al que está socialmente integrado. En el mundo profano el significado y el símbolo están solidificados en el lenguaje ordinario, pero en el mundo religioso están, además, teologizados, es decir, se les da un carácter religioso y de pertenencia exclusiva.

La antítesis de “los del mundo” es “los no del mundo”, que en el Nuevo Testamento se corresponde con los “cristianos”. En este caso lo que se teologiza negativamente es la antítesis de “ser cristiano”, que son “los del mundo”. Un aspecto importante aquí sería evaluar quién es un “hijo de Dios” en el sentido amplio del término, pues “cristiano” sabemos que es la persona que confiesa a Cristo. Para entenderlo mejor: ¿Podemos considerar “del mundo” a los fieles que viven la espiritualidad de otra confesión que no es cristiana? La respuesta a esta pregunta nos sitúa en la perspectiva desde la cual entendemos una frase teologizada.

Obviamos que en el Nuevo Testamento se usa el sustantivo “mundo” (kosmos) con tres acepciones genéricas diferentes: a) con alusión al universo creado (Hechos 17:24); b) con el planeta donde vivimos los seres vivos (Mateo 4:8) y c) con el conjunto de las personas (2 Cor. 5:19). Pero el término negativamente teologizado no se refiere a ninguna de estas acepciones, sino a la abstracción del mal, que se concretiza en los valores morales y éticos de los individuos. Ahora bien, la teologización negativa del término “mundo” tiene como telón de fondo el concepto dualista platónico del mundo griego, que les vino al dedo a los autores bíblicos para expresar sus conceptos teológicos (Palestina había sido fuertemente helenizada desde el siglo III a.C.).

El dualismo platónico como sustrato teológico

En el pensamiento platónico griego, lo material era opuesto a lo espiritual. El “cuerpo” físico (soma) era una cárcel para el “alma” (psique). El cuerpo era “la sede de las pasiones, de los apetitos y los deseos”. Desde este concepto dualista platónico, Pablo se refiere a “las obras de la carne” (sarx) y al “fruto del Espíritu” (pneuma), donde las “obras de la carne”, por analogía, define lo que es “del mundo”.

Los escritores neotestamentarios delimitan por una línea fina dos modos de pensar, vivir y realizarse en la vida. Gráficamente estaría representado por los dos círculos concéntricos ya citados, los “pneumaticos/hijos de Dios” estarían ubicados en el círculo interno, y el externo quedaría relegado a la “carne/mundo”, los de “afuera”.

Estos círculos concéntricos están separados por una línea simbólica de exclusión, cuyo círculo concéntrico externo los hagiógrafos han teologizado con el término “mundo”: “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2); “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4); “si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Juan es el autor que más se acerca al concepto platónico del “mundo” y que, a la vez, define: “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16). Etc.

Si preguntamos al autor de la carta a los Gálatas qué pone en evidencia a “los del mundo”, nos contestará que los “signos” de estos son las “obras de la carne” (sarx), que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas…” (Gálatas 5:19-21). ¡Pero los fieles que viven la espiritualidad de otras confesiones no cristianas pueden estar al margen de esta realidad existencial negativa también!

Y si le preguntamos después qué pone en evidencia a los que “no son del mundo”, es decir, a los “hijos de Dios” (los pneumáticos”), nos contestará que los “signos” de los que son guiados por el “Pneuma” (Espíritu) son aquellos cuyos frutos se caracterizan por el “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:23). ¡Pero los fieles viven la espiritualidad de otras confesiones no cristianas pueden compartir esta realidad existencial también!

“Los de afuera”

En el gráfico imaginario de los dos círculos concéntricos, el externo representa a “los de afuera” (“los del mundo”), mientras que el interno representa a los “hijos de Dios”, los cristianos.

Especialmente en los escritos paulinos existe una relación directa entre “los del mundo” y “los de afuera” (Efesios 2:2) y de ahí, estas frases: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5); “a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera” (1 Tes. 4:12); “que tenga buen testimonio de los de afuera” (1Tim. 3:7). Es decir, se teologiza el término “afuera” con el mismo sentido y propósito con que se teologiza el término “mundo”.

El abuso del lenguaje teologizado

Los signos “sacramentales” que potenciaban estas fronteras de exclusión eran: a) el bautismo (rito de “entrada” e iniciación) y b) la eucaristía (“Santa Cena”), un rito de pertenencia al grupo. Estos dos signos “sacramentales”, con algunas variantes, eran conocidos y practicados fuera del cristianismo con los mismos propósitos (iniciación-pertenencia), pero el cristianismo primitivo lo vinculó y lo relacionó estrechamente con, por y para Cristo: es decir, los teologiza (cf. Colosenses 2:12-13; 1Cor. 10:16-17).

El adoctrinamiento de muchas iglesias cae en el abuso de estos términos, levantando muros simbólicos (fronteras relacionales) sin márgenes intermedios, sin estados progresivos… Estos maestros catequistas no perciben el sentido y el alcance relativo de un “signo” teologizado y apocalíptico. Las fronteras simbólicas que promueve la teologización de estos términos (“los del mundo”, “los de afuera”) crean zonas de exclusiones relacionales idénticas a las que creaban los escribas y fariseos del tiempo de Jesús con la teologización de los términos “puros” e “impuros”. Estos escribas y fariseos creaban estas zonas de exclusión a partir de las leyes ceremoniales relativas a la impureza presentes en la Escritura. De ahí la fuerte exclusión de los gentiles, por ejemplo. Las iglesias cristianas, muy comúnmente, e igual que ellos, crean estas zonas de exclusión mediante el lenguaje teologizado (“los de afuera”, “los del mundo”), términos que absolutizan sin considerar la clase de persona y la espiritualidad que esta vive, aun cuando no esté vinculada al cristianismo.

¿Pero qué pensaba Jesús de este lenguaje teologizado excluyente y las consecuencias que dicho lenguaje arrastraba? Y lo más importante: ¿por qué los líderes cristianos del Nuevo Testamento teologizaron estos conceptos lingüísticos? Lo veremos en el siguiente ítem de “Acento hermenéutico”.

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño