Ser y Estar


Salvo en el último editorial de la ya extinta revista Restauromanía, y en el primero de la presente, no solemos dedicar esta página para hablar de la revista que lo acoge. Hay otros temas más importantes a los que dedicar este espacio.

Esta revista tiene vocación de ser plural, más de lo que fue Restauromanía. Ya en el primer editorial de Renovación decíamos que estaba abierta a la publicación de trabajos de colaboradores de líneas teológicas distintas a la del editor, pero también decíamos que eso no significaba que publicaríamos todo y de todos. En cualquier caso, este editor siempre ha respetado –y respetará– el trabajo de los colaboradores, aunque no lo comparta (salvo en lo que corresponda a la ética y a la estética).

Expulsiones, persecuciones, encarcelamientos, ejecuciones, de tipo religioso, ocupan gran parte de las páginas de los libros de historia. No estaban exentos, tales episodios, de intereses políticos y económicos, pero muchas veces, demasiadas, solo eran porque los “inculpados” no se adecuaban a la “ortodoxia” oficial de cualquier Iglesia (y no solo la de la Iglesia Católica Romana). Los agnósticos, los escépticos y los ateos nos lanzan a la cara estas anécdotas, reales anécdotas, y con mucha razón. ¡Una vergüenza dichos episodios!

Vivimos cada vez más en un mundo globalizado, en todos los sentidos, también en el religioso. El cristianismo –no importa cómo están otras Creencias– está dividido en tres o cuatro Iglesias históricas, en cientos de Denominaciones y en miles de Sectas. Todos, al menos entre los más integristas, se atribuyen tener el monopolio de la verdad. Algunos incluso de la “única” verdad. Unos pocos de nuestra Denominación (Iglesias de Cristo) creen pertenecer a esa única Iglesia “verdadera”. ¡Las divisiones, otra vergüenza!

La única manera de romper ese círculo vicioso (que alimenta la exclusión, la expulsión y, a veces, la estigmatización) es abriendo un amplio círculo inclusivo de diálogo: para hablar y para escuchar, sobre todo esto último. De la escucha atenta nace la amistad, de la amistad la comunión, de la comunión la unidad (no uniformidad) de la cual habló Jesús. El reino de Dios que Jesús enseñó y vivió no consiste en dogmas, sino en el “buen hacer”, y los buenos hacedores se encuentran también fuera de la ortodoxia, sea esta cristiana o de otra confesión (Mat. 25:31-46). Para el corto de entendederas diré que no estoy hablando de sincretismos, o de “todo vale”… El respeto a las creencias ajenas no implica abandonar las propias: es una forma de humanizarse y de humanizar. Se trata de saber ser, que es lo más íntimo y personal de uno mismo. Y se trata de saber estar, porque el saber estar nos dignifica como personas y como cristianos. Entre el Pablo que sugería que sus rivales se “castrasen” (Gál. 5:12) y el Jesús que enseñaba poner la otra mejilla, me quedo con el Maestro. Hay que saber ser (lo que somos y creemos), pero hay que saber estar (respetando lo que otros creen y son). A los únicos que el Maestro no soportó, ni les puso la otra mejilla, fue a los manipuladores de conciencias, a los que ponían la religión por encima de las personas. Ser y Estar, dos verbos. Dos actitudes inclusivas.

Emilio Lospitao