No seáis tal vez hallados luchando contra Dios…


El título hace referencia a la actitud precipitada de los gobernantes religiosos judíos ante el testimonio valiente de los primeros discípulos de Jesús, los cuales retaron la prohibición dictada por las autoridades religiosas de predicar públicamente al Resucitado. Ante el abuso de poder de estas autoridades, y las intenciones que abrigaban contra los discípulos, hubo una mente abierta que las retuvo con dichas palabras: “…no seáis tal vez hallados luchando contra Dios” (Hech. 5:39).

Desde hace siglos el cristianismo, ya sea católico o protestante, ha venido dirimiendo confrontaciones dialécticas con los cambios profundos que suscitó –y suscita– la Modernidad, en todos los campos: sociales, científicos, filosóficos, políticos, etc. Durante estas confrontaciones dialécticas se ha producido un fenómeno de “bunkerización” tanto en el ala fundamentalista como en la liberal. No importa qué “idea”, “innovación” o “derecho” aparecía en el teatro de operaciones, el fundamentalismo y el liberalismo se hacían presentes con sus formas distintas de interpretarlos. Así, los grandes y conflictivos temas actuales, como el divorcio (ya socializado), la homosexualidad (en camino de socialización), el aborto (visceralmente tratado)… cuentan con diferentes, a veces enconadas, maneras de entenderlos, como ponen en evidencia dos artículos sobre el aborto en este ejemplar de Renovación.

Los discursos religiosos, porque cuentan con el Libro sagrado como referencia inapelable, suelen ser tajantes y dogmáticos, verdades divinas y absolutas. No hay nada que dialogar, consensuar… ¡Es así porque así lo dice el sagrado Libro!

Recientemente, el asunto que ha despertado estupor para unos y regocijo para otros, ha sido la Ley Anti-gay firmada por el presidente de Uganda el pasado 24 de febrero, Yoweri Museveni. No hace falta decir para quien ha despertado estupor y para quien regocijo. El caso es que quienes han estado a la cabeza de la instigación contra las personas homosexuales en Uganda, y han apoyado dicha Ley, han sido los líderes religiosos de todas las confesiones, salvo muy pocas excepciones. Estas excepciones quizás tenga una explicación: la Ley les obliga a denunciar a las personas homosexuales so pena de incurrir en una falta punible, táctica gubernamental, como sabemos, copiada de la antigua Inquisición.

¿Cuál es la causa de que, unánimes, los líderes religiosos estén a la cabeza de dicha instigación, en Uganda o en cualquier otro país? ¡La convicción absoluta de que la orientación sexual homosexual es una patología elegida, reversible y curable! La negación por parte de las personas homosexuales a ser “tratadas”, supone en sí mismo una demostración de su “perversidad”. Esta es la convicción “científica” y “teológica” que ha llevado a las autoridades ugandesas a promulgar y firmar la Ley Anti-gay. ¿Pero qué pasa si la orientación sexual homosexual, como la heterosexual, no es elegida, y, por lo tanto, no se trata de ninguna patología que curar, ni es una perversión? ¿Basta evocar unos textos bíblicos, descontextualizados, para instigar, perseguir, encarcelar, incluso matar, a las personas con dicha orientación sexual? ¿Hemos olvidado los errores de la Inquisición que quemaba a “herejes” y a “brujas”? ¡Y todo eso en el nombre de Dios! ¿Cómo reparar luego estos errores?

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño