Navidad 2013


La Navidad, como celebración, ciertamente, no podemos remitirla a las primeras décadas del cristianismo. El origen de esta celebración nos lleva no más allá de finales del siglo II en Alejandría, donde ciertos teólogos egipcios asignaron no solo el año (vigésimo octavo año de Augusto) sino también el día del nacimiento de Jesús, el 20 de mayo (el 25 de diciembre se impuso sobre toda la cristiandad a principios del siglo IV). Pero ya se ha dicho hasta la saciedad que lo que importa no es la exactitud del año y el día, sino el hecho en sí del nacimiento de Jesús. De esto no hay duda.

¿Qué importancia dieron los primeros cristianos a la fecha del nacimiento de Jesús, y al nacimiento mismo? Para el autor del Evangelio de Marcos no tuvo ninguna: ni siquiera lo menciona. Bien es cierto que, desde un punto de vista teológico, el Evangelio de Marcos es una “predicación”. Comienza su obra exactamente con la misma proposición con que termina: Jesús es el Hijo de Dios. El comienzo es una afirmación del autor: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (1:1), el final es la confesión de un gentil, centurión romano, ejecutor de la crucifixión de Jesús: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15:39).

Para Mateo y Lucas, como para Marcos (del cual copian), Jesús es también el Hijo de Dios. Sus obras no son biografías estrictas de Jesús (ningún Evangelio lo es), pero ofrecen datos biográficos y como tales siguen el estándar literario de la época sobre la historia de los héroes. El entorno histórico y geopolítico del Nuevo Testamento estaba marcado por “señores” y personajes “divinos” (hijos de dioses). El César era llamado “señor” y se consideraba “divino”. En este contexto debemos entender algunas frases contestatarias como: “aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un señor, Jesucristo” (1Cor. 8:5-6). Los escritores paganos remitían el nacimiento de sus héroes a genealogías y sucesos sobrenaturales.

Es por esto que Mateo y Lucas sí dan importancia al nacimiento de Jesús. Para ello siguen el estándar de sus coetáneos paganos: ¡un héroe no puede tener un nacimiento vulgar! Así, Mateo sigue el guión de un héroe del Antiguo Testamento: Moisés. Moisés fue salvado de una ley egipcia injusta: matar a los nacidos varones judíos (Éxodo 2:1-10), Jesús también fue salvado de otra ley injusta: matar a los niños de dos años de edad (Mateo 2:13-23). Moisés recibe la ley en un monte (Éxodo 19:3s), Jesús desde un monte reinterpreta la ley (Mateo 5:1s). Etc.  Lucas toma otro rumbo, pero su cometido teológico es idéntico. El nacimiento de Jesús, como no podía ser de otra manera en cuanto Hijo de Dios, está rodeado de hechos acordes con la naturaleza del nacido: engendrado sobrenaturalmente, apariciones de ángeles que cantan, etc. (Lucas 1-2).El autor del cuarto Evangelio va directamente al grano: Jesús es el Verbo de Dios hecho carne que habitó entre nosotros (Juan 1:1-18); es decir, Dios, en la persona de Jesús, irrumpió en la historia.

Navidad, pues, quiere decir que no estamos solos. Navidad significa “Dios con nosotros”. Y el Verbo –la única Palabra de Dios– vino para predicar el reinado del Padre cuyo signo era la reivindicación de los desheredados de este mundo, de las víctimas por causa de las injusticias… por cuanto el Espíritu le ungió [a Jesús] para dar buenas noticias a los pobres; para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar libertad a los cautivos y para poner en libertad a los oprimidos… (Luc. 4:18-19). Por todo esto, ¡Feliz Navidad!

Emilio Lospitao

Autor: elospitao

Inquietud intelectual desde niño