«Id, y decid a aquella zorra…» (Lucas 13:31-35)


Según los estudiosos de los Evangelios, este relato pertenecería a la fuente “Q” (“Q”, de quelle, “fuente”, en alemán), fuente literaria común a Mateo y Lucas. Un documento del cual no tenemos constancia física de él, pero las evidencias de la crítica literaria ofrece mucha verosimilitud de que existiera. Se habría perdido, como se perdió seguramente una tercera carta de Pablo a los corintios. Esta fuente “Q” contenía normalmente discursos de Jesús y otros relatos, como éste que comentamos.

Un aspecto crítico en la lectura de los Evangelios es el contexto no sólo político, social y religioso de la época, sino, sobre todo, el contexto eclesial de la comunidad del hagiógrafo. Es decir, cuando se escriben los relatos de los dichos y los hechos de Jesús, estos, a veces, se actualizan mediante la reflexión de los mismos en el contexto vivencial de la comunidad. 

En primer lugar, la fuente “Q” (admitamos esta fuente) presenta a un Jesús histórico dispuesto a enfrentarse al máximo gobernante político –tutelado por Roma­– de Galilea y Perea, lugar donde Jesús enseña y hace curaciones. Si la expresión que se le atribuye a Jesús es cierta, nos encontramos ante un exabrupto de primer orden puesto en boca de Jesús: “Decid a aquella zorra” (o “zorro”, es igual). La acepción de “astuto” no parece encajar en el contexto, luego se trata de un insulto, y para nuestra mentalidad, poner tal insulto en boca de Jesús, nos parece una frase demasiado fuerte (como aquella otra de “mirándolos alrededor con enojo” de Marcos 3:5, por no citar la expulsión de los mercaderes del templo con un látigo). 

Pero este relato en su conjunto está teologizado por el autor (como otros tantos relatos evangélicos). Así pues, aquí tenemos el siguiente triángulo teológico.

En primer lugar, el texto nos presenta un enfrentamiento entre poderes: El poder político, el económico y el institucional… frente al poder moral, el cual puede estar representado por los materialmente débiles y sin estatus social (Ej. Herodes versus Jesus; en el contexto eclesial: el testimonio cristiano frente al Imperio). En segundo lugar, el texto nos presenta la histórica lucha entre el poder religioso/ritualista, representado en este caso por la autoridad religiosa radicada en Jerusalén –¡Jerusalén, Jerusalén…!– y el poder profético/espiritual, representado primero por el profetismo histórico de Israel, luego por la persona de Jesús y ahora (cuando se escribe el documento “Q”) por quienes proclaman el evangelio, que son incomprendidos y perseguidos por los judíos intransigentes. Y en tercer lugar, el texto nos presenta un juicio condenatorio y profético contra quienes usan el poder institucional para rechazar, condenar y matar: “vuestra casa os es dejada desierta… y no me veréis hasta el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor”. 

Emilio Lospitao